Hoy López Obrador estuvo en el noticiario de López Dóriga. Este último se mostró especialmente belicoso, buscando bulla lanzando pullas.
Más que una entrevista parecía un juicio sumario. AMLO, en su estilo tradicional de pobre oratoria, lidió como pudo con el embate, repitiéndose, viéndose amoscado por momentos, recurriendo a viejas muletillas de "me atacaron", "guerra sucia", etc.
A cada comentario de AMLO, López Dóriga respondía con animosidad, como buscando propiciar un resbalón grave, o bien, que el Peje perdiera los estribos. En todo momento, el periodista buscó la confrontación gratuita, acorraló al tabasqueño e hizo esfuerzos por hacerle quedar mal.
No fue importante lo que se dijo, sino cómo se dijo. Cuando AMLO llamó a las televisoras y los medios a aguantar la presión para cerrarle los espacio, sin especificar de donde provenía dicha presión, el conductor del noticiario le dijo que llevaba 18 minutos en su programa, y que nadie había tenido ese tiempo.
Si el lo dice, lo creeré, pero era claro que se le dedicó tanto tiempo para tratar de desprestigiarlo con una serie de ataques y cuestionamientos groseros, tanto por su caracter burdo como irrespetuoso.
Hoy López Dóriga perdió el piso, sea porque así lo decidió, sea porque le dieron instrucciones de que así fuera. Descarado intento de intimidación y desprestigio, que por su obvio talante oficialista terminará por revertírsele.
AMLO volvió a hablar fuerte: llamó a Fox "traidor de la democracia", acusó a Claudio X. González, Roberto Hernández y otros empresarios de confabularse con el gobierno foxista para impedir su ascenso a la presidencia, y regresó a sus peores momentos de indefinición, populismo y ambigüedad al decir que llegará hasta donde la gente se lo pida; que las acciones están siendo consultadas en las asambleas masivas a las que ha convocado. En fin, falló al no hablar como estadista.
En parte, López Dóriga cumplió con su espuria misión de golpeador: dañó la imagen de Andrés Manuel López Obrador.
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