viernes, marzo 30, 2012

Jirones

Hoy arrancaron las campañas políticas rumbo a las elecciones federales del próximo mes de julio. Hoy empieza formalmente el proceso para ocupar la vacante que dejará felipe calderón (en minúsculas), luego de que durante seis años socavó la soberanía nacional, sembró la discordia y, en el mejor de los casos, fue cómplice en el asesinato de decenas de miles de mexicanos.

Algunos dicen que el número de fatalidades ronda los 60 mil cadáveres, otros hablan de 70 mil. Incluso corre la versión, difundida por el Secretario de la Defensa de Estados Unidos Leon Panetta y desmentida por el gobierno mexicano, de que la cifra es de 150 mil asesinatos. Lo cierto es que las autoridades mexicanas rehuyen el tema, ocultan información y actúan con pleno dolo para mantener en secreto la cifra real.

Las opciones que los electores mexicanos tenemos son conocidas por la mayoría: Una candidata de la derecha postulada por el PAN que cumple con los estándares de esa organización política: inexperta, desesperada por la guerra interna que enfrenta, ultra conservadora, de tendencia liberal en lo económico. Su presidencia no diferiría mucho de los sexenios de Vicente Fox y de felipe calderón. Los demás partidos políticos se han sumado a estas candidaturas, o en el excepcional caso del Panal, postularon un candidato que saben no podrá ganar, pero sí conservar sus beneficios y prebendas.

La segunda opción es Andrés Manuel López Obrador, un beligerante tabasqueño que se ha labrado su reputación, tanto buena como mala, con el cincel de sus acciones. Arropado por las izquierdas, incluso a contracorriente de las redes de intereses al interior de las mismas, tiene la difícil tarea de convencer al electorado de que no es tan malo ni tan radical como él mismo nos lo hizo creer en el pasado.

Finalmente, bajo el logotipo del PRI, aunque no necesariamente postulado por la base tradicional de ese partido, está Enrique Peña Nieto. Un figurín que empedró su camino, presumiblemente allanado por la aplanadora de la televisión, con traspiés a cual más vergonzoso. Representa a la más radical ala del liberalismo económico, a despecho de los estatutos de su partido, de modo que no cabe esperar un golpe de timón en su sexenio que cambie las miserables condiciones de vida de la inmensa mayoría de los mexicanos.

Mientras estos personajes se disputan los votos corporativos y ciudadanos, el país se desmorona, se deshace, se desintegra. El titular del Ejecutivo ha mostrado y demostrado que no rectificará el rumbo en ningún aspecto de la vida nacional, al contrario, se ha dedicado a cantarse loas a sí mismo en los días recientes, inventado logros, beneficios, obras públicas y acciones que arrojarían un saldo extremadamente positivo de ser ciertas, pero basta con confrontar cualquiera de sus dichos con la realidad para que se esfume. Sin duda, felipe calderón disputa el título del peor presidente de nuestro querido México, sin contar que los ominosos signos de un golpe autoritario a la imperfecta democracia mexicana son cada día más visibles y amenazadores.

Con la derecha unida bajo las candidaturas del PAN y del PRI, cuyas propuestas de gobierno son indistinguibles, y las izquierdas partidarias hechas jirones por décadas de corrupción ideológica, la salvación del país no depende de los institutos políticos. Alguno de ellos puede ofrecer mejores condiciones generales que los otros, pero se encuentra tan infiltrado por los arribistas, mercenarios, chapulines y fariseos que cuesta trabajo reconocerle el tumefacto rostro a fuerza de los golpes asestados por propios y extraños.

Acertó quien dijo: La política es algo demasiado importante para dejarla en manos de los políticos. Y la demostración está aquí, hoy, ahora, en el presente de México, y de manera más amplia, en varios países del mundo que pasan por profundas crisis similares en magnitud pero diferentes en su alcance. La participación ciudadana se ha transformado en un factor fundamental, necesario para el reordenamiento del país, para su estabilización; para resarcir heridas y para que el Estado retome sus funciones a las cuales ha renunciado por la voluntad de los últimos presidentes, siendo el ejemplo más evidente el de quien hoy despacha en Los Pinos.

Por eso preocupa y abate el ánimo ver a los movimientos ciudadanos dispersos, encontrados, descoordinados, enconados, antagónicos entre sí cuando persiguen el mismo fin. Hay un amplio espectro de la población que busca organizarse como respuesta al terrible abandono en que se encuentra, pero como cangrejos en una cubeta, el uno le impide al otro descollar.

El Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad (MPJD) nace como la urgente necesidad de gritarle a autoridades de todos los niveles, de todos los poderes y de todos los estados la indefensión ciudadana que sufrimos; la enorme distancia que separa a la sociedad de la élite burocrática; de la falta de responsabilidad y representatividad de quienes deberían mantener unida la trama social. Por eso el grito de "Estamos hasta la madre" se volvió emblemático, tratando de despertar las dormidas conciencias de la kakistocracia y de la sociedad haciendo visibles a las víctimas. Dicho movimiento ha tenido grandes aciertos y crasos errores.

Por su lado, movimientos como No+Sangre u organizaciones como Alianza Cívica convergieron fugazmente en ese reclamo, pero siguen andando sus propios caminos. En otra latitud, apenas ayer el diputado Gerardo Fernández Noroña atacó fuertemente a López Obrador. Mientras, el MPJD conmemoró un año de su fundación, acto en el cual Javier Sicilia, uno de sus dirigentes y miembros más distinguidos, llamó al voto en blanco, figura jurídica que no existe en nuestra legislación electoral, afectando la base de votantes de todos los partidos, especialmente los de izquierda.

Claro que el escenario nacional es complicado, claro que existen diferencias ideológicas; por supuesto que la madeja partidista está muy enredada con candidatos saltando de un partido a otro, de un puesto público al siguiente. Pero eso es a lo que apuestan los Gatopardos políticos: a revolver un poco más las aguas para que, una vez asentados los lodos, todo siga igual.

Vivimos una emergencia nacional, estamos inmersos en una guerra, grandes porciones del territorio nacional son "gobernadas" por los poderes fácticos de la violencia criminal dado que las instituciones republicanas han sido rebasadas; la población se acostumbra a la delincuencia y se integra a ella porque es la única alternativa que tienen para sobrevivir, para comer. Las presiones externas crecen y nuestra soberanía se debilita.

Es hora de que las fuerzas progresistas de este ajado México hagan a un lado sus diferencias y se concentren en la reconstrucción del país. Estamos a punto de perderlo, estamos a punto de volvernos extranjeros en  nuestra propia tierra.

Como la historia nos lo ha enseñado una, y otra, y otra vez, nuestro destino está en nuestras manos. Asumamos las consecuencias de nuestras decisiones.