miércoles, agosto 13, 2014

No me gustan las generalizaciones pues son potencialmente injustas. Tampoco me gustan las descalificaciones hacia los mexicanos, y menos cuando las proferimos nosotros mismos (aunque debo confesar que muchas veces lo hice hasta que caí en la cuenta de que solamente estaba reproduciendo una mentalidad negativa). Llevo años intentando entendernos como ciudadanos, como grupo social, así como descifrar nuestra idiosincrasia. Habiendo logrado recoger algunos cabos de la intrincada maraña de las causas de nuestro "ser mexicano", me llenan de rabia e indignación muchos de los eventos que suceden en nuestro país porque son consecuencia directa de situaciones que a muchos les interesa perpetuar, justamente porque se benefician de ellas.

Me vi tentado, en un arrebato de rabia, a escribir que merecemos lo que tenemos, pues acabo de leer unas declaraciones de felipe calderón (sic, en minúsculas) criticando la situación del país, y específicamente, la "descomposición" moral del PAN. Siendo él un participante prominente de esa descomposición no tiene la mínima autoridad para señalarla. Por si no fuera suficiente, ahora el señor recibirá carretadas de NUESTRO DINERO a través de su recién registrado Partido Humanista.

¡No, de ninguna manera merecemos lo que tenemos! Como sociedad compartimos la responsabilidad de la situación actual, pero lo peor que podemos hacer es levantar los hombros y conformarnos. Debemos conservar la capacidad de indignación, pues significa que estamos éticamente vivos; debemos reconocer y nutrir nuestra dignidad, pues las soluciones no vendrán de los partidos políticos, ni del gobierno (mucho menos del Estado que están desmantelando), sino que necesariamente deberán provenir de la sociedad misma, pues los pactos cívicos y sociales están rotos; debemos seguir trabajando día con día para recuperar lo que nos ha sido arrebatado; pero sobre todo, mantener viva la esperanza de un futuro mejor, pues perderla significará el fin mismo de la Nación, ya herida de muerte. Vivimos una situación de extrema complejidad que nos ha arrollado, dejándonos estupefactos. Sufrimos una conmoción de la que debemos de salir. Eso o condenarnos.