martes, noviembre 11, 2008

Economía estable: el Dr. Catarrito

Tiene razón Agustín Carstens: la economía mexicana está estable, pues sigue bajando la expectativa de crecimiento del país.

Se acaba de anunciar que el crecimiento del PIB mexicano cayó del 3.7% al 1.8% para el 2008, mientras que para el año que viene quedó, hasta ahora, en 0.9%.

Nadie lo duda: de manera estable, sostenida y consistente el país se hunde.

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A falta de tiempo II - 11 de nov 2008

En el fondo, la designación de Fernando Gómez Mont no es sorpresiva, una vez que uno le da una repasada a su perfil: abogado defensor de los Salinas de Gortari, de Cabal Peniche (Banca Cremi), del presunto defraudador del IMSS Tomás Peñaloza Webb, del ex director de PEMEX Rogelio Montemayor en el Pemexgate, de Jorge Lankenau (Ábaco Grupo Financiero), Gerardo de Prevoision (Aeroméxico), Napoleón "Napito" Gómez Urrutia (Sindicato Minero), etc., etc. etc. La crema y nata de los delincuentes de "cuello blanco".

Además, fue asesor de Ernesto Zedillo cuando era presidente de México, así como del entonces titular de la PGR Antonio Lozano Gracia. En suma ha estado alternadamente de ambos lados de la barandilla judicial: como autoridad y como abogado defensor. (Cero suspicacias, por favor. El de las "manos limpias" no puede equivocarse).

También (Oh casualidad! Tienes el rostro del escepticismo!!) ha sido asesor de Luis Téllez (esto sí que no es un accidente, como el avionazo donde murió Mouriño) y mano derecha del Jefe Diego (Fernández de Cevallos). Recordemos que el mote de "Jefe" se lo pusieron los priístas, pues tenía derecho de picaporte con el presidente Salinas, privilegio que ninguno de ellos gozaba, pues debían pasar inexorablemente por la aduana de José María Córdoba Montoya.

El vocero-secretario de gobernación-secretario de comunicaciones-perito-economista Luis Téllez también fue jefe de asesores de Ernesto Zedillo, ambos ligados estrechamente al Grupo Carlyle (The Carlyle Group), (Oh casualidad!) inversionista en Bombardier cuya subsidiaria Learjet fabrica los aviones Learjet 45 como en el que perdió la vida Juan Camilo Mouriño. De hecho Luis Téllez fue (o es) parte del consejo de asesores de Carlyle Group, en donde la familia Bush (sí, leyeron bien) tiene importantes intereses económicos, y fungió como presidente de la oficina de Carlyle en México. De hecho las oficinas de Carlyle Group están en la Avenida Pennsylvania, a unos metros de la Casa Blanca. Hablar de Carlyle amerita una nota exclusiva, por lo que solamente agregaré lo siguiente:

  • Además de Luis Téllez y Ernesto Zedillo, tienen o tuvieron relaciones con dicho grupo Jaime Serra Puche, Luis Rubio Freidberg y Felicia Knaul (quien era o es funcionaria de la SEP).
  • Carlyle Group opera en industrias tales como la militar, aeroespacial, de la aviación, de servicios de salud, y de energéticos, entre otras.
  • En México es propietario de OTC Vitacilina, un centro de atención telefónica llamado Hispanic Teleservices y la Universidad Latinoamericana.
  • La familia de Osama Bin Laden tuvo participación durante seis años en este grupo, siendo socios de la familia Bush.

Gómez Mont participó en diferentes grados en las investigaciones de los asesinatos de Luis Donaldo Colosio y Francisco Ruiz Massieu.

Como se puede ver, los lazos de Gómez Mont son múltiples, dudosos y muy estrechos con la élite neoliberal salinista, y su designación parece responder a dos cosas: un pago de facturas de Calderón con el salinato que le ayudó a conquistar el poder; y una evidencia más de su debilidad y su soledad.

Cabe preguntarles a quienes ejercieron el "voto útil" en el 2000, así
como a quienes buscaron la promesa de "para vivir mejor" en el 2006:
¿Es esto lo que querían?

Toda esta información merece un análisis más concienzudo, mismo que por hoy no me es posible realizar, así que les dejo un cartón de El Fisgón a modo de editorial.



El Fisgón. La Jornada.
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A falta de tiempo 1 - 11 nov 2008

Ante la falta de tiempo para comentar la declaración-confesión de Georgina Kessel, secretaria de Energía, de algo que sabíamos a medias (que el 70% de la actividad de PEMEX está en manos privadas, a contrapelo de lo que manda la Constitución del país), reproduzco en su totalida el editorial de hoy de La Jornada.

Ayer, en el contexto del foro empresarial México, cumbre de negocios, que se realiza en Monterrey, Nuevo León, la titular de la Secretaría de Energía (Sener), Georgina Kessel, dijo: “Alrededor de 70 por ciento de las actividades de Pemex (Petróleos Mexicanos) en exploración y producción ya las realizan otras empresas”. Tal aserto representa una confesión de ilegalidad, un reconocimiento de que la reforma petrolera recientemente aprobada, y aún no promulgada, simplemente busca regularizar una práctica ilícita, y una admisión de que el laberíntico proceso que condujo a su aprobación ha sido una simulación y una impostura del gobierno federal y de sus aliados en el Congreso.

Es necesario recordar que la Ley Reglamentaria del artículo 27 constitucional, aún vigente, afirma que “sólo la Nación podrá llevar a cabo las distintas explotaciones de los hidrocarburos, que constituyen la industria petrolera (la cual) abarca (entre otras cosas) la exploración, la explotación, la refinación, el transporte, el almacenamiento, la distribución y las ventas de primera mano del petróleo y los productos que se obtengan de su refinación”. Es decir, el gobierno actual y los precedentes han venido violando en forma deliberada y reiterada la Carta Magna y la ley reglamentaria –lo que conlleva una gravísima responsabilidad política–, y las reformas referidas han sido una mera forma de dar cobertura legal a una situación de facto a todas luces ilícita.

Por añadidura, la funcionaria dijo que las modificaciones pactadas por Los Pinos con las bancadas de Acción Nacional, el Revolucionario Institucional y un sector del Partido de la Revolución Democrática “tienen los mismos objetivos” que la iniciativa abiertamente privatizadora que el titular del Ejecutivo federal, Felipe Calderón, envió al Senado el 8 de abril. La pregunta obligada es, entonces, para qué se incluyeron en esas propuestas párrafos e incisos que entregaban segmentos enteros de la industria petrolera a consorcios particulares, a sabiendas de que habrían de enfrentar una fuerte oposición política, social y técnica, y por qué no se optó desde un principio por enviar una versión menos impresentable, como la que finalmente se aprobó. Sea cual fuere la respuesta, queda en el aire, tras las declaraciones de la titular de la Sener, una sensación de trampa, de simulación, de tomadura de pelo, como lo fue, desde un principio, el aserto gubernamental de que las iniciativas inicialmente ensayadas “no eran privatizadoras”.

Cabe preguntarse, por lo demás, qué explicación darán a sus bases y a sus electores los dirigentes y legisladores perredistas –Guadalupe Acosta Naranjo, Graco Ramírez, Carlos Navarrete y otros– que se sumaron con entusiasmo y “orgullo” a una maniobra que, ahora es meridianamente claro, apuntaba a legalizar una privatización que ya se venía dando en los hechos.

En cualquier forma, la escandalosa declaración de Kessel plantea una disyuntiva ineludible: o se emprende de inmediato un esclarecimiento de la sostenida ilegalidad en la que ha venido operando la industria petrolera (cuando menos, 70 por ciento de ella), o se concede la existencia de un poder público cínico, que sólo se compromete a cumplir y hacer cumplir la Constitución y las leyes en las ceremonias de toma de protesta.

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La Victoria de Obama: Una revuelta de ciudadanos consumidores.

Hoy me topé con un interesante artículo en el BusinessWeek. Su autora, Shoshana Zuboff, hace un interesante planteamiento relacionado con el resultado de las pasadas elecciones presidenciales en los Estados Unidos y las condiciones que colaboraron al triunfo de Barack Obama. Es extenso, pero vale la pena leerlo. La traducción es mía. Aquí se los dejo.

Esta columna está dedicada a los altos ejecutivos de las empresas norteamericanas cuyas políticas y prácticas de negocios ayudaron a asegurar la victoria de Barack Obama. La demanda de cambio que sonó a través del país no está limitada a nuestros nuevos Presidente y Congreso. Esa llamada también sonó para ustedes. El triunfo de Obama fue encendido en parte por su falla de entender y respetar a sus consumidores, clientes, empleados y usuarios finales. La desesperación que alimentó el ansia de Norteamérica por un cambio y una esperanza creció y maduró en sus jardines.

Millones de norteamericanos escucharon al Presidente Electo Obama hacer eco de su frustración, su impotencia y su rabia cuando el seguro médico de su madre se negó a cubrir sus tratamientos por cáncer. Peor aún, cada uno de ellos sabe exactamente cómo se sintió. La indignación cocinada a fuego lento durante mucho tiempo es ahora la experiencia definitoria de cada consumidor de servicios de salud, hipotecas, seguros, viajes y servicios financieros, entre muchos otros.

Obama fue elegido no solamente porque muchos norteamericanos se sintieron traicionados y abandonados por su gobierno, sino también porque esa sensación finalmente convergió con la impresión de haber sido traicionados por las corporaciones de Norteamérica. Sus experiencias como consumidores y ciudadanos se unieron para crear una creciente revuelta contra el status quo – como ocurrió en la Revolución Norteamericana. Desconfíen de quienes recomiendan que todo siga igual. Este período post electoral es un punto de quiebre para la comunidad de negocios. Demanda una actitud de sobria revaloración y una disposición hacia una reinvención fundamental. Si dicha comunidad no lo hace, alguien más lo hará.

Las semillas de la Desesperación.

Mucho antes del siniestro florecimiento de esta crisis económica, nuestras empresas se habían arruinado. Un indicador de esto fue la casi completa ausencia de confianza de los norteamericanos hacia las empresas y sus líderes. Pero no siempre fue así.

Después de la Segunda Guerra Mundial y hasta casi el final de la década de los años 70, las empresas se vieron a sí mismas como parte del tejido social. A mediados de los años 50, 80% de los adultos de los Estados Unidos (EU) decían que las Grandes Empresas eran algo positivo para el país, y 76% creían que necesitaban de pocos o ningún cambio (Roper, Agosto 1954). Las empresas eran reconocidas por la creación de empleos, su efectividad como productores masivos, por el desarrollo y mejora de productos, por ser grandes contribuyentes al fisco, y por apoyar la educación (Encuesta del Centro de Investigaciones de la Universidad de Michigan, Julio de 1951).

En 1966, 55% de los estadounidenses tenían una gran confianza en los líderes de las grandes compañías (Encuesta Harris # 22, Febrero 28 de 2008). En el 2006, solamente un 5% de los norteamericanos dijeron que las corporaciones trataban bien a sus consumidores, mientras que sólo un 7% expresaron un alto grado de confianza en los líderes corporativos (Lichtman/Zogby, Mayo de 2006). En esos cuarenta años un abismo insalvable se abrió entre las corporaciones y la gente que dependía de ellas como empleados o consumidores. ¿Qué sucedió con la confianza? A diferencia del espejismo de la riqueza generada por la ingeniería financiera, ésta no se desvaneció de la noche a la mañana. Se fue desgastando, agonizando poco a poco a través de las décadas.

La gigantesca Máquina del Dinero.


Hace 30 años, las corporaciones insertas en el tejido social del período posterior a la Segunda Guerra Mundial fueron replanteadas como una gigantesca máquina de hacer dinero. Inició como algo muy inocente. Mientras que la competencia global afectaba a las industrias de los EU, muchos se preguntaron cómo lograr incrementar la productividad de los mandos medios. La idea era que las gerencias no actuaban para proteger los intereses de los accionistas y obtener las máximas ganancias. Los teóricos ofrecieron múltiples razones de por qué debería ser así, desde inercia e interés propio hasta lealtad a la comunidad, e incluso “honor”.

Una solución se impuso, eventualmente, a las otras: los mercados controlados por las corporaciones. Una nueva generación de inversionistas lideró la compra, frecuentemente hostil, de aquellas compañías cuyas acciones consideraban que estaban subvaloradas. Muchos accionistas simplemente optaron por tomar la mejor oferta. Incrementar la deuda y establecer las nuevas economías de escala combinando o reorganizando los recursos fue visto como una manera de imponer disciplina en los grupos gerenciales, reduciendo la divergencia con el objetivo de los accionistas de elevar al máximo las ganancias. Nuevas compensaciones e incentivos se añadieron a los planes de remuneración de los ejecutivos ligados al comportamiento del precio de las acciones de las empresas.

La empresa se transformó en una máquina de transacciones diseñada para obtener las mayores utilidades posibles, desligándola de su comunidad, sociedad y país. Las plazas de trabajo se trasladaron a los proveedores externos, los costos se redujeron al mínimo, y los estados financieros dependían de una creciente y misteriosa ingeniería contable. Las compras hostiles de compañías dieron paso a las fusiones. Las industrias se consolidaron, limitando las opciones de los consumidores. Volcarse hacia dentro de la empresa fue algo a lo que los mandos medios siempre fueron vulnerables, alejándolos de las necesidades de clientes y empleados. La seguridad de conservar el trabajo se debilitó, y muchas familias dependían de dos fuentes de ingresos. Una creciente mayoría de empleados deseaban mayor flexibilidad en sus trabajos de la que los patrones les otorgaban. Los padres y madres que trabajaban, especialmente estas últimas, entraron en crisis. Los clientes eran considerados anónimos y desechables.

Sí, la productividad se elevó. Pero los mecanismos existentes para compartir los beneficios se habían esfumado tras años de disminuir la recaudación fiscal a base de trucos contables y exitosas campañas corporativas de cabildeo. Por el contrario, las compensaciones ejecutivas se dispararon, así como las fortunas de una nueva clase de especialistas financieros que identificaban y facilitaban esas prácticas.
Mientras tanto, este nuevo y exitoso modelo se propagó a todas las organizaciones públicas y privadas: agencias gubernamentales, hospitales, consultorios médicos, escuelas. Si alguna vez se preguntó por qué solamente podía ver durante siete minutos a su doctor, por qué los hospitales medían sus resultados por la ocupación de camas, o por qué no podía encontrar a nadie en una oficina gubernamental que le ayudara – esa es la razón.

La pérdida de la Confianza.

Durante esas mismas décadas, los estadounidenses mejoraron su educación y se formaban una mejor opinión de las cosas. Viajaban y participaban de una nueva era de información. El acceso a la misma, la interacción y comunicación mejoraron con la Internet. Los norteamericanos cobraron conciencia de que eran individuos únicos y complejos que querían ser escuchados – a medida que las empresas de las que dependían se tornaban más despiadadas, ajenas, gigantes e impersonales. El resultado fue una epidemia de estrés y una rápida pérdida de la confianza hacia prácticamente todo tipo de organización, especialmente aquellas de las que la gente dependía en mayor medida – servicios de salud, seguros, servicios financieros, transportación, vivienda, telecomunicaciones y medios de información.

En “La Economía Sustentable: Por qué las Corporaciones le fallan a los Individuos y el Siguiente Capítulo del Capitalismo", mi coautor Jim Maxim y yo alegamos que esta erosión de la confianza determinó el fin de una etapa del capitalismo, pero sentó las bases para una nueva era de creación de riqueza. Al enfrentarse con una alternativa real, los consumidores dieron su lealtad y dinero a quienes les ofrecían relaciones confiables dirigidas a satisfacer sus complejas necesidades en vez de otorgarla a distantes adversarios que ofrecían transacciones impersonales.

El reto es cambiar la forma en que organizamos los activos y potenciar la tecnología de manera que sea posible atender necesidades individuales a un precio razonable. Hemos descrito un giro radical en las empresas a la manera de Copérnico, que ponga al consumidor en el centro del sistema solar comercial de la misma manera en que Apple con el iPod y el servicio iTunes coloca al consumidor de música en el centro de la nueva configuración de la industria musical. Esto representa oportunidades históricas para una nueva clase de competidores.

A pesar de que nuestro análisis fue aceptado en muchas partes del mundo, encontramos a las gerencias de las empresas estadounidenses obstinadamente indiferentes a la crisis de confianza. Se sentían inmunes a las consecuencias. Decían que por algo casi todos los competidores en muchas industrias operaban de la misma manera. Y mientras los consumidores carecieran de opciones reales, la urgencia por cambiar no existía. Muchos de ellos pensaban que la práctica de la Máquina de Dinero era inevitable y que no existía alternativa. También sabían que la gente está muy ocupada en otras cosas como para armar un alboroto por dichas prácticas. Finalmente, existía la creencia de que mientras los consumidores tuvieran acceso a créditos baratos y continuaran gastando no había nada de qué preocuparse.

Sí, debemos hacerlo.

Tan recientemente como este pasado verano, mientras que la economía se desmoronaba (BusinessWeek 14 de julio de 2008), viajé un par de veces a Silicon Valley con la esperanza de encontrar líderes que pudieran aprovechar la crisis relativa a la destrucción de la confianza. Me reuní con los ejecutivos de Facebook, pero estaban obsesionados con encontrar la forma de comercializar su portal con los anunciantes. Sus usuarios no eran individuos, sino “ojos”. Le pregunté a Eric Schmidt, Director Ejecutivo de Google, cómo podría desarrollar y mantener la confianza de sus usuarios. Su respuesta fue mencionar los dos tipos de acciones bursátiles creadas para aislar a la alta gerencia de las presiones de los inversionistas. Di una plática acerca de la crisis de confianza. La respuesta de la auto proclamada bufón de la corte de Internet Esther Dyson fue consistente con lo que había estado escuchando en el viaje: En lo personal, no me preocupa que la gente no confíe en las grandes instituciones.

Unas pocas semanas más tarde el pánico se apoderó del mercado bursátil. Estuve en el noticiario dominical de ABC con George Stephanopoulos, solamente para oír decir al economista Larry Summers que el sorprendente alcance de la catástrofe económica se debía a la pérdida de confianza en las instituciones. Lo que no dijo es que es se trata de un fenómeno creciente, como la acumulación de las aguas en un mar, a través de décadas enteras. La debacle económica de los créditos de alto riesgo, con el consecuente congelamiento de todo el sistema crediticio, simplemente marcaron el momento cuando el dique que contenía al mar finalmente se rompió.

Decenas de miles se reunieron en el Parque Grant al atardecer del 4 de noviembre para escuchar al Presidente Electo Barack Obama. Sus rostros lucían animados – no por la sorpresa, sino por la identificación. Sus necesidades, sus anhelos y los insultos recibidos habían sido ignorados durante un largo tiempo. Al fin había un hombre que expresaba sus experiencias comunes de haber sido traicionados y que compartía sus esperanzas de cambio. El sendero para reinventar a las Empresas Norteamericanas estaba marcado en los rostros de quienes se congregaron esa noche. Sabían exactamente lo que tiene que hacerse.

¿Podremos inventar un modelo de negocios en el cual el apoyo, la participación, la sinceridad, la confianza, y el relacionamiento se entrelacen? ¿Podemos escribir la frase anterior sin evocar temor, escepticismo, cinismo o burlonas carcajadas? Las malas prácticas que acabaron con la confianza son incomprensibles para la mayoría de la gente, estén atrapadas dentro de la máquina de dinero o en el otro extremo, donde finalizan las operaciones. Pero después de esta elección, las respuesta a estas preguntas han cambiado irremisiblemente. La respuesta de hoy podría ser no solamente “Sí se puede”, sino también “Sí, debemos hacerlo”.

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lunes, noviembre 10, 2008

Desafortunados los que somos gobernados por él

No se puede soslayar el impacto producido en la sociedad mexicana por la repentina y trágica muerte de Juan Camilo Mouriño. Tampoco puede dejar de entenderse el dolor que su deceso provocó en sus familiares y amigos. Es natural que el país entero se encuentre en vilo esperando que se esclarezcan las causas que originaron el percance, o al menos, que se tenga más información para determinar este acontecimiento que nos conmocionó.

Lo que de ninguna manera puede entenderse, ni aceptarse, es la desmesura de Felipe Calderón en los elogios al amigo caído, como tampoco el lucro político que intenta obtener con la sangre de Mouriño. No puede olvidar Calderón su investidura presidencial, no se puede ser Jefe del Ejecutivo a ratos. Los discursos que ha pronunciado, tres hasta ahora, a raíz de la caída del avión donde viajaba el secretario de Gobernación han sido todo menos mensajes de un estadista, de un presidente de la República. Desde elegías personales hasta homilías, pasando por un discurso belicista velado y ominoso.

El homenaje que ayer se le rindió a Mouriño adolece de los mismos excesos y desvaríos en los que Calderón ha venido incurriendo. Entre otras cosas, dijo en la sede nacional del PAN:

  • Que Mouriño ejerció el poder “con todas sus consecuencias, con todas sus amenazas, con todas sus flaquezas, con todas sus ingratitudes". Hablar de consecuencias y amenazas no contribuye a apoyar la versión oficial de un accidente. Si fue un atentado, Calderón está obligado a informar a la Nación. Si no lo fue, está inquietando innecesariamente al país.
  • " ... es muy fácil pontificar sentados, como dije alguna vez, desde la columna de mármol, desde el pedestal que se convierte, precisamente por la inacción, en pedestal de imbéciles”. ¿Es este beligernate lenguaje el que debe utilizar un presidente en un acto público, en una República, en un estado de derecho y en tiempos de paz? ¿A qué ciudadano o ciudadanos mexicanos llamó imbéciles? ¿Cuáles son las razones para atacar desde su alta investidura a innombrados enemigos, fuera a quien fuere, con tal descaro? ¿Representan estos "imbéciles" un peligro real para el país o simplemente son febriles alucinaciones en su mente?
  • Ensalzó durante 42 minutos, cuarenta y dos, a quien fue acusado de firmar jugosos contratos para las empresas familiares al amparo del poder. En días pasados le llamó honesto, valiente, y le llenó de elogios. Ayer completó la faena calificándolo como “invencible, inderrotable, líder natural, impulsor del idealismo pragmático”, a quien Acción Nacional le debe el triunfo de 2006 y que “irradiaba luz”. Resulta totalmente excesivo un homenaje de este calibre para alguien que murió de manera accidental. Resulta desmesurado que el presidente de México no haya tenido en su agenda otro tema desde el día del supuesto accidente. Resulta inadmisible que mientras en Monterrey se reunían empresarios y políticos para buscar fórmulas para menguar los efectos negativos de una recesión mundial y se consumaba un desastre electoral más para el PAN, ahora en Hidalgo, Felipe Calderón insistía en su agenda personal: llorar, y ahora lucrar, con los restos mortales de Mouriño.
  • Endilgó dudosos triunfos políticos a Mouriño, desde el ampliamente cuestionado "triunfo" en las elecciones presidenciales del 2006 hasta el Acuerdo por la Calidad Educativa, entre otros supuestos méritos.
  • Al decir que Mouriño seguía ganando batallas después de muerto, lo comparó con el Cid Campeador, un personaje español (but of course) histórico que libró guerras fraticidas (del lado del rey Sancho II en contra de su hermano Alfonso VI); contribuyó a la conquista de territorios musulmanes; libró batallas religiosas contra los infieles moros; y acabó ejerciendo un gobierno autónomo sin responder a autoridad alguna. En política la forma es fondo, y una comparación así solo puede inquietar.
  • Exigió a los panistas dejar atrás "mezquindades, envidias, ruindades que los atrapan en pleitos, alejan al partido de los ciudadanos y los hacen perder las elecciones" mientras su partido perdía en Hidalgo y el quórum al homenaje acusaba notables ausencias, como las de Vicente Fox y Manuel Espino.
  • Llamó a "seguir luchando contra los enemigos de México con la convicción y determinación con la que él (Mouriño) lo hizo". Nuevamente el aparentemente gratuito tono beligerante encendiendo hogueras contra invisibles adversarios.
  • Una y otra vez Calderón ha recurrido a referencias religiosas en actos públicos. El críptico mensaje de ayer fue rematado con un "Que Dios te cuide". ¿Así encomienda al país en estos tiempos de severa crisis económica? ¿Así gobierna?
  • De manera consistente Calderón intentó llevar agua a su molino invocando el fantasma de su fallecido amigo y colaborador, sin rubor ni vergüenza.
  • Este monotemático y unipersonal mensaje solamente puede agraviar la memoria de Arcadio Echeverría, el otro panista fallecido en el avionazo, así como la del resto de los que murieron ese día en el trágico evento. Para el amigo, la gloria; para los otros, el desprecio y el olvido.

Helguera. La Jornada.
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Dejaré a un lado los tintes melodramáticos, facilones y edulcorantes, que salpicaron este agraviante homenaje. Convertir el duelo genuino y legítimo, tanto el propio como el ajeno, en un circo mediático que abone a su contabilidad política personal es un acto indigno de un mandatario, una afrenta para el país, y una preocupante desnudez de la agenda y pensamiento de quien se supone que gobierna a México.

Por otro lado, el insultante silencio que ha guardado respecto al trabajo y la figura de José Luis Santiago Vasconcelos no ha de tener nada contentos a los militares, con quien éste guardaba una estrecha relación. Dicho mutismo ha enfurecido a muchas personas, entre ellos, a Samuel González Ruiz, quien en el pasado fue prominente figura en la lucha contra el crimen organizado en la desaparecida Unidad Especializada en Delincuencia Organizada (UEDO). González Ruiz reclamó fuerte y claro a Calderón durante la entrevista que Carmen Aristegui le hizo en CNN cuando aún humeaban los restos de la aeronave caída.

Días atrás parafraseó pasajes de la Biblia refiriéndose a los "bienaventurados" (su amigo, obviamente). Hoy hago lo propio pero en antítesis: Desafortunados quienes somos gobernados por él.

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viernes, noviembre 07, 2008

¿Accidente o atentado?

Desde un principio dije que el trágico evento de la caída del Learjet 45 de la secretaría de Gobernación me parecía un accidente. Hoy no estoy tan seguro. Trataré de evitar las especulaciones y únicamente consignar los hechos que me parece merece mayores explicaciones.

1.    Me encontraba viendo CNN en español, siguiendo el desarrollo de las elecciones en los Estados Unidos cuando anunciaron la intervención de Carmen Aristegui que hablaría sobre un accidente aéreo en la Ciudad de México. Carmen inició su intervención dudando en llamar el episodio un "accidente". Incluso agregó "… por llamarle de algún modo" o algo similar.

2.    Era evidente el nerviosismo de Luis Téllez al ser entrevistado por Televisa, que durante la cobertura de las mencionadas elecciones las olvidó cuando se supo que Mouriño viajaba en el avión. Su estado alterado contrastó notoriamente con la tranquilidad de Marcelo Ebrard.

3.    Me llamó mucho la atención de que en Televisa dijeron varias veces que el avión tenía combustible suficiente para otras tres horas de vuelo. ¿Por qué tanto combustible para un viaje tan corto?

4.    Otro aspecto que de inmediato me cuestioné fue la razón por la que dos muy altos funcionarios de la seguridad interna del país viajaban en el mismo aparato.

5.    La insistencia de Luis Téllez en hablar de un accidente resultó sospechosa desde un inicio. Al dar las explicaciones que le parecían pertinentes, siempre titubeó y acabó por utilizar otra palabra, o cambiar el sentido de la frase, cuando estaba a punto de usar la palabra "atentado".

6.    Luis Téllez encarnó al gobierno federal, en todos sus aspectos, durante algunas horas. Fue vocero, secretario de Gobernación, mando policiaco, experto en aeronáutica, autoridad investigadora, ministerio público y secretario de Comunicaciones. Nadie más habló a nombre del gobierno federal, absolutamente nadie.

7.    A las pocas horas se supo que el ejército rodeó el aeropuerto de San Luis Potosí, de donde había partido el fatídico vuelo. A mi juicio esto es atípico, pues quienes deberían haber ejecutado la maniobra eran las autoridades de procuración de justicia a nivel estatal o federal, o sea, la policía ministerial de las procuradurías de justicia del Estado o de la República. O quizá la Policía Federal Preventiva. Que participara el ejército era o una desproporción, o una profunda desconfianza, o la sospecha de un atentado.

8.    Calderón no usó el término "accidente" ni en su discurso de ese mismo día por la noche, ni en el homenaje luctuoso en el Campo Marte. Además, como nota adicional, debo decir que se cometió un error garrafal, negligente e irresponsable al dejarlo tomar un avión inmediatamente después de que se supiera de la caída de una aeronave gubernamental. Ya había muerto el segundo de a bordo del Poder Ejecutivo de acuerdo a la Constitución Mexicana, y no había certeza de que no se tratara de una acción intencional, por lo que el titular del Ejecutivo no debió viajar de inmediato, pues el riesgo era muy alto para todo el país.

9.    Luis Téllez desmintió reiterada y categóricamente de que hubiera habido una llamada de emergencia por parte del piloto del avión siniestrado. Ante esto, la pregunta obligada es ¿qué evento catastrófico puede motivar la súbita y definitiva pérdida de comunicación entre los controles de tierra y la aeronave?

10.    El tiempo transcurrido entre la última comunicación y la caída del aparato fue muy corto, apenas de unos cuantos segundos. Esto sugiere nuevamente un hecho catastrófico.

11.    Se ha reportado que el ángulo de caída fue de 30 grados. Si se tratara de una rampa, esto la caracterizaría como "muy empinada", y en términos aeronáuticos es caer en picada. Nuevamente se sugiere un hecho catastrófico.

12.    El Learjet es una aeronave ejecutiva propulsada a chorro, con turbinas, no con hélices. Está diseñada con sistemas de seguridad redundantes e incluso para volar con un solo motor. La operan dos pilotos, para que en caso de que uno de ellos se vea incapacitado súbitamente para seguir volando, el otro asuma el control.

13.    Bajo el escenario de una falla normal, mecánica o humana, debería haber planeado algunos kilómetros desde el punto donde iniciaron los problemas hasta el punto donde se estrelló. Las evidencias indican que prácticamente de manera simultánea al momento de finalizar la última comunicación registrada, se produjo el descenso en picada. Si había fallas detectadas previamente al último reporte, y que indujeron el desplome del avión, ¿por qué no lo reportó el piloto? Si no hubo dichas fallas, nuevamente surge la posibilidad de una falla catastrófica.

14.    Desde el principio dije que suponía una maniobra valiente, habilidosa, heroica y responsable del piloto al elegir el área donde menos daños causaría al estrellarse el avión. Lo sigo pensando, pues el área dañada ronda  los doscientos metros LINEALES. No hablo de metros cuadrados debido a que los edificios en la calle de Ferrocarril de Cuernavaca sirvieron de protección y contención al estallido, al incendio y al esparcimiento de los restos del aparato. Pero la poca extensión del área dañada indica que el ángulo de impacto fue muy pronunciado.

15.    Lo anterior sugiere que el piloto tuvo apenas el tiempo suficiente para maniobrar hacia el área donde los daños serían menores, pero no para reportar la situación, lo que de nueva cuenta nos remite a un hecho catastrófico.

16.    Algunos testimonios señalan que los teléfonos celulares dejaron de funcionar casi en su totalidad en el área del siniestro. Esto no tiene sentido a menos de que se haya hecho intencionalmente o fuera el producto de una zona de silencio derivada de eventos electromagnéticos muy poderosos, suficientes como para dañar enteramente los sistemas de navegación y control electrónicos del avión.

17.    Ni Bombardier si su subsidiaria Learjet, quien es el fabricante del Learjet 45, han hecho pronunciamiento alguno. Resulta extraño que este tipo de poderosas empresas, que deben mucho su existencia al prestigio, a la seguridad y al buen funcionamiento de sus aparatos, no hayan salido a defender su producto.

18.    A las pocas horas del trágico evento, en el programa Tercer Grado de Televisa se negaron a abordar el tema para evitar entrar al juego de especulaciones sobre un atentado. El silencio de López Dóriga, Loret de Mola, Mercker y Gómez Leyva fue ensordecedor y le dio más brío a la posibilidad de un acto intencional.

19.    Finalmente, deseo aclarar a lo que llamo un hecho o suceso "catastrófico": una explosión al interior de la aeronave que la incapacitara de seguir volando pero que no la hiciera estallar en el aire; una falla fortuita, masiva y generalizada de los sistemas de navegación y control del avión; un siniestro que causara el colapso de los sistemas antes mencionados; un acto deliberado de sabotaje; un acto suicida del o los pilotos.

Con todos estos elementos vistos en perspectiva no hay evidencia suficiente que indique que se trató de un atentado, pero sí da lugar a una duda razonable de que pudo haber intencionalidad en la caída del avión.

Por otro lado, he recibido algunos informes confidenciales que aseguran que en los más altos niveles del gobierno ya cuentan con información que confirma que se trató de un atentado. Dado que no tengo modo de corroborarlo, solamente lo consigno con las reservas del caso.


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miércoles, noviembre 05, 2008

La coherencia de Calderón

De lo poco que se le puede reconocer a Felipe Calderón es su consistencia, su coherencia: siempre comete los mismos errores.

Ayer, luego de conocer el trágico deceso de Juan Camilo Mouriño, según crónicas de reporteros de Televisa, se dejó abatir y lo demostró: agachó la cabeza, abatió su expresión y se llevó la mano a la frente. Difícil tarea la de ser Jefe de Estado. Probablemente no había en ese momento datos suficientes para corroborar o descartar un atentado, por lo que acusar el impacto de la muerte de su secretario de Gobernación y amigo pudiera haber dado un fenomenal triunfo a los responsables de un supuesto atentado. Dejar a un lado los sentimientos personales y humanos para no reaccionar públicamente a la noticia era su deber, su amargo y difícil deber. Calderón falló.

Hoy, al parecer, no hay datos suficientes para corroborar la hipótesis de un acto deliberado para matar a Mouriño, a José Luis Santiago Vasconcelos, o a ambos. En mi opinión personal es poco probable que así haya sido: considero que una aeronave con alrededor de 20 años de servicio, según dijo Televisa, no puede calificarse de nueva bajo ningún estándar, aunque la crónica de La Jornada cita a algunos funcionarios de la secretaría de Gobernación que dicen que era más nueva:

Los rostros de incredulidad se reflejaban en empleados que entraban y
salían. Incredulidad porque el jet accidentado era “prácticamente
nuevo”, comprado durante la gestión de Santiago Creel, de ahí que el
récord de horas de vuelo era de no más de cuatro años.

Además, testimonios dejados en el foro de El Universal no hablan de una explosión en el aire, a lo más, de fuego saliendo del avión. Por último, tengo la impresión de que el piloto tuvo la oportunidad de elegir el lugar donde se estrellaría el avión, pues los restos del mismo se aprecian diseminados a todo lo largo de la estrecha calle, Ferrocarril de Cuernavaca de acuerdo a mis apreciaciones. Eligió, según creo, el lugar donde menos daño haría. De ser cierto esto, el capitán Julio César Ramírez Dávalos hizo alarde de pericia y de heroísmo.

Inmerso en una vorágine de sentimientos, Felipe Calderón dió un discurso desafortunado:

  • Al hablar de los tripulantes y pasajeros, indica que "también fueron colaboradores míos". Sr. Calderón, no colaboraban con Usted, sino con el Presidente de la República, con la institución, con el país. Usted no les pagaba de su bolsa, lo hacíamos todos los mexicanos.
  • La mayor parte del discurso gira en torno a Mouriño: "fue uno de mis más cercanos colaboradores y uno de mis meores y más entrañables amigos"; "con su muerte México pierde a un gran mexicano"; "con Juan Camilo compartí a lo largo de muchos años de lucha el ideal de una patria nueva". Y así casi todo su mensaje.
  • Mostró una beligerancia fuera de lugar: "Su muerte me causa un enorme pesar, pero al mismo tiempo es para mí un motivo poderoso para pelear sin descanso y ahora más que nunca, por los ideales que compartimos ... Instruyo a mi equipo de trabajo a redoblar esfuerzos en la tarea cotidiana, a trabajar unidos y sin doblegarnos." Los subrayados son míos.
  • Solicita las plegarias de los mexicanos en un párrafo donde estira al máximo la sintáxis: "A los mexicanos les pido que, además de sus plegarias, recuerden a Juan Camilo como un mexicano joven y comprometido..." Insisto, ¿no habrá alguien medianamente letrado que le escriba sus discursos? Por otro lado, quienes no profesan ninguna religión pudieran ofenderse por la solicitud, amén de que Calderón mezcla su persona con su investidura sin rubor alguno. Hasta el día de hoy, sigue vigente en nuestra Constitución la separación de la Iglesia y el Estado.
  • En ningún momento habló de gobernabilidad, de la pérdida o conservación de la misma, de la seguridad que el Estado está obligado a garantizarle a la República. Su discurso fue una catarsis personal, no un mensaje de un mandatario.
Como pueden ver, Calderón vuelve a cometer uno de sus errores favoritos: confundir su persona, su gobierno, la Institución Presidencial, el Estado y la República que lo mandata como gobernante.

Insisto: ¿No podrían buscar entre los más de 100 millones de mexicanos uno que pueda escribirle discursos decentes?

No caben las mezquindades en este momento trágico, mi simpatía y pésame están con la familia Mouriño, así como con la de todas las víctimas de este lamentable suceso. Ya habrá oportunidad de hacer el balance de la gestión del fallecido secretario de Gobernación.

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