miércoles, abril 25, 2012

La debacle de Calderón

Si el sexenio de felipe calderón (así, con minúsculas) nunca dio para entusiasmarse mucho, los últimos días de aquel se están volviendo una tragedia absurda de enormes proporciones. Si la situación en que ha postrado a México no fuera tan grave, la cosa daría para reírse mucho. Pero no es el caso, por el contrario, da para preocuparnos aún más.

Desde su misma campaña como candidato a la presidencia ha cometido yerro tras yerro. El inicio de su período no pudo haber sido peor, entrando literalmente por la puerta de atrás al Congreso para rendir protesta. Luego sacó al ejército a las calles, en un gesto tan autoritario como irresponsable. A partir de ahí el recuento daría para llenar muchas, muchas páginas de los peores días de la República.

El último año de gobierno de los presidentes mexicanos suele ser una orgía desenfrenada de autoelogios, raterías, paranoia y locura temporal. Los excesos del poder absoluto antes de volver a la calle despojado de la parafernalia, de las zalamerías, de la abyecta sumisión del aparato político. El caso de calderón no es una excepción, pero tiene el agravante de que la bufonada se escenifica frente a una nación herida, desgarrada, empobrecida y agraviada. Su papel de defensor de los intereses de la corona española insultando a un país soberano, como es el caso de Argentina, amén de ser contrario a nuestras leyes, echa una paletada más de tierra inmunda a la maltrecha Doctrina Estrada y contraviene los preceptos juaristas del respeto al derecho ajeno.

Nombrado "Estadista Global" por quién sabe qué fuscos personajes y sirviendo a quién sabe qué impíos intereses, calderón ha dedicado los últimos días a viajar para repetir, en cuanto foro le es posible, su profesión de fe católica, neoliberal y calderonista, pues ha convertido el culto a su personalidad en una religión monoteísta, monotemática y monocroma. Apenas ayer, sin el mínimo asomo de rubor, predicaba ante los norteamericanos en su propio suelo, que la migración ilegal a los Estados Unidos la habían erradicado sus exitosas políticas de gobierno, entre otras, la generación de empleo.

Enloquecido, desenfrenado, busca en su voz lo que en no encuentra en ninguna parte: una justificación histórica a su demencial actuación que nos lega decenas de miles de asesinados, desplazados y desaparecidos.

 Abandonado ya por sus amos y aliados, ante las pruebas irrefutables de su debacle, no solo como gobernante y político, sino también como persona, su desesperación representa un peligro para todos. Por eso hay que defender nuestra imperfecta democracia saliendo a votar masivamente el próximo primero de julio; debatiendo en todos los espacios ciudadanos las campañas presidenciales.

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