martes, octubre 02, 2012

2012, 2 de octubre





1968 es un parteaguas en la historia mexicana. Una tarde de otoño marcó el fin de una época. La relativa estabilidad política instaurada luego de los turbulentos años de la Revolución Mexicana y sus pugnas posteriores por el poder republicano, duró alrededor de tres décadas, acompañada por una idílica época de crecimiento económico durante los años 50.


Díaz Ordaz hirió de muerte al país entero, no solamente por la masacre del 2 de octubre que culminó un mal manejo de la crisis estudiantil que hacía eco de la Primavera de Praga e incorporaba sus propias reivindicaciones, sino también porque allanó el camino a las presidencias subsiguientes que se alejaron de los ideales revolucionarios de 1910 y constitucionalistas de 1917. Luis Echeverría, sucesor de Díaz Ordaz, y José López Portillo se convirtieron en los primeros de una nefasta lista de titulares del Poder Ejecutivo que incluye a Miguel de la Madrid, Carlos Salinas de Gortari, Ernezto Zedillo, Vicente Fox, Felipe Calderón y quien sin lugar a dudas ocupará un lugar prominente a pesar de aún no haber empezado su sexenio, Enrique Peña Nieto.

Arrepentido por la elección de quien le sucedería, seguramente Díaz Ordaz se lamentaría mucho más, si aún viviera, al ver en lo que se ha convertido el mundo político nacional. Dos motivos hay, entonces, para doblar las campanas este 2 de octubre, que nos impiden olvidar la lúgubre efeméride: por los caídos en una represión delirantemente psicótica; y por los fuscos senderos que transita nuestro México.

2 de octubre nunca más. 2 de octubre no se olvida.