domingo, septiembre 15, 2013

Pisco y Tequila

Por azares del destino, mi familia y yo tuvimos por vecinos a los integrantes de una familia chilena, muy distinta a aquellas con las que en lo personal había estado acostumbrado a convivir.

Esta familia estaba conformada por acérrimos admiradores de Pinochet y sus políticas neoliberales, que en aquel entonces, empezaban a extenderse por el continente americano como la panacea que nos volvería a todos prósperos y rubicundos. Claro, cuando llegaron a instalarse yo no sabía esto. Trabamos amistad casi de inmediato. Con el correr de los meses me fui dando cuenta de sus inclinaciones políticas y económicas, quizá demasiado tarde, pues los lazos afectivos ya eran bastante sólidos. Estas personas eran afables y generosas, creo que recibimos de ellos mucho más afecto del que nosotros les dimos, y no por falta de voluntad, sino porque verdaderamente se entregaban. O por lo menos, eso me pareció entonces y me lo sigue pareciendo. El mismo destino que nos juntó acabó por separarnos al cabo de unos años. Con el espíritu nómada que caracteriza a algunos países suramericanos y sus habitantes, partieron hacia otro estado mexicano a seguir cimentando su futuro, que ellos confiaban sería de abundancia.

No puedo dejar de preguntarme qué sería de esa amistad hoy en día si hubiéramos seguido en contacto. Hoy en que las afrentas del neoliberalismo son tantas, tan variadas y tan humillantes.