lunes, agosto 02, 2010

La abuela no deja de parir

Dice un refrán: "Éramos muchos y parió la abuela". Esto viene a cuento porque a la imparable, por omisión gubernamental, violencia que está paralizando al país se suma lo que muchos hemos pensado y ahora algunos empiezan a manifestar: el inminente riesgo del secuestro del Estado, o peor aún, de un golpe de estado.

Las evidencias se vienen acumulando con alarmante nitidez y rapidez. Las más obvias: el secuestro de Diego Fernández de Cevallos Ramos (DFC) y los "narcobloqueos" en Monterrey. Ambos hechos son la punta del mismo iceberg.

Es por todos sabidos que el apodado "Jefe Diego" ha sido una pieza clave de la política sucia, sotanera, de las dos últimas décadas. Durante el sexenio de Carlos Salinas de Gortari (CSG), según algunas versiones, fueron los mismo príistas quienes acuñaron el mote, pues a Fernández de Cevallos se le veía todo el tiempo en la casa presidencial. Desde secretarios de Estado hasta Directores de Área, los altos burócratas debían hacer largas antesalas para ser recibidos por Carlos Salinas, si bien les iba, ya que la mayoría de las veces el interlocutor acababa siendo otro oscuro personaje del salinato: José Córdoba Montoya. No obstante, DFC gozaba de derecho de picaporte en el despacho presidencial. Según las crónicas de la época, incluso "tiraba línea" (giraba instrucciones veladamente) a connotados miembros del gabinete a nombre del mismo CSG. Por todo lo anterior, los humillados militantes del partido tricolor le empezaron a llamar "El Jefe Diego".

Hago un paréntesis para exponer brevemente una tesis personal: la famosa "transición" democrática que pondría fin a 70 años de dominación del PRI fue planeada y operada por CSG, y DFC era el sujeto clave. Mi supuesto parte de hechos que puntualizo a continuación. El repudio de los príistas de "carrera" a los "tecnócratas", de donde surgió Salinas cobijado por Miguel de la Madrid, era un secreto a voces. Se quejaban de que los neoliberales habían tomado por asalto el partido, que no tenían trayectoria ni militancia, pero estaban apoyados por la presidencia de De la Madrid, los organismos financieros internacionales y la élite empresarial mexicana. En lo político su mandato era acabar con el PRI para lograr la alternancia en el poder con la derecha mexicana, desde la más radical y conservadora hasta la más moderna y tolerante. Esto le daría un nuevo rostro al país, de modernidad y democracia, para ajustarse a un plan económico internacional que muchas naciones del orbe todavía hoy sufren: el neoliberalismo, cuyos postulados principales son la eliminación de la rectoría económica del Estado para ser sustituida por los intereses mercantiles del gran capital; el predominio de las fuerzas del mercado sobre los intereses sociales, laborales, políticos y de salud de las naciones; la supremacía de la técnica y la tecnología sobre el capital humano; y privilegiar la especulación financiera sobre la actividad productiva, buscando obtener las máximas ganancias económicas en el menor tiempo posible sin reparar en efectos secundarios y sin realizar inversiones en bienes de capital. Pero el asesinato de Luis Donaldo Colosio vino a trastocar el panorama, con el telón de fondo de la preparación de un golpe de estado con la aparición del Ejército Zapatista de Liberación Nacional en Chiapas en enero de 1994. Esto le permitió a Ernesto Zedillo, mediocre economista e inexperto político, llegar a la presidencia de México tras el inexplicable retiro de facto de DFC de la contienda. Diego era el alfil de la alternancia, privilegio que acabó recayendo en Vicente Fox. Cierro el paréntesis contextual.

Los hechos relatados en mi hipótesis le permitieron tanto a Salinas como a Fernández de Cevallos operar desde las sombras, lo que trajo duras represalias, como el encarcelamiento de Raúl Salinas de Gortari, hermano del ex presidente mexicano. Con mucho éxito, el equipo salinista logró debilitar al PRI para las elecciones del año 2000, por lo que el gris candidato tricolor Francisco Labastida tuvo el dudoso honor de ser el primer candidato de la aplanadora príista que perdió una elección presidencial, rindiéndose ante un personaje caricaturesco emanado de la Iniciativa Privada: Vicente Fox Quesada. DFC jugó un papel muy importante como legislador, en lo oficial, y como tenebroso abogado en lo extraoficial, para convalidar cuestionadas elecciones (la de 1994 que convirtió en presidente a CSG cuando el sistema cayó, dicen unos, o calló, dicen otros; la del 2000 con Fox como triunfador; y la del 2006 que supuestamente ganó Felipe Calderón). Igualmente, en su doble papel de legislador y abogado, se le han hecho infinidad de acusaciones al secuestrado, queretano por adopción y capitalino por nacimiento, de corrupción, prevaricación, malversación, enriquecimiento inexplicable (o muy explicable si se atiende a las imputaciones), gangsterismo y asociación con dudosos delincuentes de cuello blanco ligados al narcotráfico, amén de que también se le relaciona con prominentes traficantes de droga.

Entonces, DFC vale más por lo que sabe que por los bienes materiales que posee. Así lo dejan entrever los comunicados de los plagiarios. Calderón y DFC no son amigos ni aliados, por el contrario, se habla de fuertes diferencias entre los dos, al grado de que el primero giró tajantes instrucciones a sus colaboradores de que no quería al segundo en ningún acto en donde el michoacano participara. Este antagonismo no explica, ni justifica, el abandono por parte del gobierno calderonista de las investigaciones del secuestro del que es víctima el llamado Jefe Diego. Puede que no sea una persona entrañable para Felipe Calderón, pero el Estado, a través del gobierno federal, no puede renunciar a su obligación de proteger a un ciudadano y de investigar crímenes, como tampoco puede ceder ante los chantajes de criminales. En el contexto de un país sumergido en sangre de decenas de miles de ejecuciones atribuidas a priori al crimen organizado, tampoco investigadas ni esclarecidas, esta nueva claudicación de la administración (es un decir) de Felipe Calderón abona, desde el interior mismo de su régimen, a perfilar un gobierno inerme, paralizado, desorientado. Rehén de su impericia, sus filias y fobias personales, y su ineptitud como estadista, Calderón ha permitido el secuestro del Estado mismo.

Ante esto, los rumores de un golpe de estado han pasado del cuchicheo soterrado a la pública proclamación. Así lo evidencia el artículo de hoy de Antonio Navalón en El Universal, en donde a la letra dice al analizar el impacto del plagio de DFC: En mi especulación, admito que lo es, estamos en la segunda entrega del golpe de Estado.

Si habláramos de un hecho aislado, se le podría tachar a Navalón de irresponsable. Por desgracia, en realidad vivimos en una situación generalizada de caos, lo que da cuerpo y sustento a la admitida especulación del citado columnista.¿De qué otra manera se pueden interpretar los frecuentes, impunes y casi rutinarios bloqueos viales que realiza el narcotráfico en la ciudad de Monterrey del norteño estado de Nuevo León para cubrir sus actividades ilícitas? En un alarde de fuerza y audacia, el día de ayer las bandas delictivas que azotan dicha urbe bloquearon doce avenidas de la industriosa ciudad. Por si no fuera suficiente, los testigos relatan que la policía, lejos de atender la emergencia huyeron o hicieron caso omiso. Como si rogara un favor a alguien sobre quien no ejerce ninguna autoridad y con quien no tiene ninguna interlocución, el alcalde pidió tímidamente al cuerpo policiaco local que "revise la actuación de sus elementos".

El gobierno actual, en sus diferentes niveles, se encuentra desarticulado, temeroso, infiltrado, corrompido. Acusa, además, una ausencia total de estrategias en diversos campos, pero acorde a esta nota, especialmente en cuestiones de seguridades Pública y Nacional. Municipios, Estados y Federación declaran con sus hechos y omisiones su rendición total.

A los múltiples problemas que vive el país se suma, entonces, la creciente posibilidad del derrocamiento de un gobierno constitucional, por más cuestionado que haya sido su triunfo electoral. ¿A quién conviene un golpe de estado? ¿Quién lo instrumenta? ¿Quién lo busca? Los sospechosos son muchos, desde mafias internacionales que operan indistintamente en los terrenos financieros y de trasiego ilegal de drogas hasta la derecha radical mexicana, sin que sea dable descartar alianzas entre dos o más de los posibles beneficiarios interesados.

Si nuestras representaciones institucionales no actúan, recaerá en nosotros, los representados, los ciudadanos, poner freno al desmoronamiento del Estado, la inoperancia del Gobierno y la apropiación ilícita del país por parte de criminales de suaves maneras y sus patiños de rudas costumbres.