miércoles, octubre 28, 2009

Que el poder legislativo nos represente

La propuesta de calNerón de gravar las telecomunicaciones con un 3% ha desatado una revuelta de un sector de la sociedad mexicana, especialmente en los usuarios de Twitter. Quizá no sea un sector muy amplio de la sociedad, pero sin duda es bastante representativo. Me explico. Los mexicanos que usan Twitter, llamados tuiteros, son en su mayoría integrantes de la declinante clase media, o como un lector de la columna Dinero de Enrique Galván en La Jornada la calificó: la nueva "clase pobre alta". Son personas con un nivel cultural y educativo que los hace interesarse en la política, aunque no participen cotidianamente en ella a través de los canales institucionales existentes, como partidos políticos, asociaciones civiles, ONG o contacto directo con legisladores.


Cuando se supo de la inminente aprobación de la Ley de Ingresos por parte de los diputados con el ya mencionado impuesto a las telecomunicaciones, se empezó a generar una ola de protesta en Twitter que culminó, en su primera fase, con la audiencia que otorgaron algunos senadores, encabezados por el presidente del Senado Carlos Navarrete, a una treintena de ciudadanos. En esa reunión expusieron su rechazo total al impuesto, haciendo hincapíé en el gravámen a Internet. Los senadores perredistas Navarrete y Javier Castellón, así como el senador por Convergencia Dante Delgado, hicieron eco de las demandas de los llamados tuiteros, comprometiéndose a buscar el consenso en la Cámara Alta para eliminar el impuesto a Internet. Con esto se satisfizo parcialmente el disgusto, pues se pidió eliminar los nuevos impuestos a las telecomunicaciones, incluidos teléfonos celulares.


No puedo pecar de ingenuo creyendo que la apertura de los mencionados senadores se debió solamente al movimiento que en Twitter se llama #internetnecesario, en el cual participo. Tampoco es posible afirmar que el consenso que hoy existe en la Cámara de Senadores contra el gravámen del 3% lo hayan construido Navarrete, Castellón y Delgado. Sin duda, la inercia ya existía. Tampoco considero que las atenciones de los multicitados senadores sean desinteresadas. Pero sin duda hay algo rescatable en todo esto, y no me parece menor.


En primera instancia, se gestó un movimiento social espontáneo y sin líderes formales, tal como sucedió con la corriente anulista en las pasadas elecciones de julio. Hablar del voto nulo sé que despertará demonios aletargados, pero no es mi intención hablar de eso ahora, sino de llamar la atención sobre las similitudes en las respectivas génesis. Segundo, #internetnecesario le ha demostrado a un sector de la sociedad que sí es posible dialogar, interactuar e influir en las políticas públicas. Tercero, las instituciones republicanas son muy ajenas a las personas que las dirigen y operan, por lo que deben ser utilizadas por la ciudadanía. Esto lo digo debido a que algunos tuiteros plantean que haber votado nulo y acudir al Senado es una contradicción insalvable. En el fondo sí es una contradicción, pero no insalvable. Si ya están ahí, que se pongan a trabajar para nosotros; si ya les pagamos su dieta, que vean por nuestros intereses; están obligados a servir a todos los ciudadanos, hayan votado por ellos o no. Cuarto, hay que aprovechar las herramientas que tenemos a nuestro alcance, independientemente de los caminos nuevos que se puedan abrir.


Por todo lo anterior, decidí publicar el contenido de un correo que dirigí al presidente de la comisión de hacienda del Senado, el panista José Isabel Reyes Trejo. Tenemos la facultad, el derecho y la potestad no ejercidos de hacernos escuchar, de exigir que las políticas públicas atiendan nuestras necesidades. Actuemos ahora o suframos las consecuencias. Aquí el texto referido:



Senador Trejo, las difíciles circunstancias por las que pasa el país requieren de soluciones, no de placebos. Mientras las naciones del mundo buscan programas que alienten la inversión, la producción, el empleo y la educación, de modo que el impacto de la crisis financiera internacional, que se anunciaba desde 2006, afecte lo menos posible a sus respectivas poblaciones, en México optamos por medidas recesivas, regresivas y que profundizarán dichos efectos.


El Poder Ejecutivo debe asumir su responsabilidad en la magnificación de los efectos de la crisis, pues no tomó a tiempo las medidas necesarias, desdeño su peligrosidad, no previó su magnitud y soslayó las graves consecuencias que acarrearía a la ciudadanía; amén de desatender problemas que históricamente viene arrastrando el esquema impositivo actual, como una estrecha base de contribuyentes, la evasión, y los privilegios fiscales que le cuestan anualmente a nuestro país cientos de miles de millones de pesos. Por lo tanto, debe llevar a cabo acciones efectivas para tapar el mal llamado "boquete" fiscal.


Por otro lado, no es gratuita la crisis de representatividad que vive el poder legislativo en nuestro país, y una muestra clara es la insensibilidad de ambas cámaras a la situación actual que enfrentamos los ciudadanos que no tenemos privilegios. Especialmente los diputados han escenificado sainete tras sainete en el curso de la casi nula discusión de la Ley de Ingresos, dejándoles a ustedes, los senadores de la República, la complicada tarea de convalidar la afrenta o parchar un dictamen que no resuelve ninguno de los problemas actuales, sino como se dice popularmente, patea la piedrita para adelante. Así, cualquier decisión es difícil de tomar.


Es responsabilidad histórica del Senado mantener la cohesión del pacto social emanado de nuestra Carta Magna, que hoy se encuentra debilitado. Si deciden renunciar a llenar los vacíos que hoy pueblan dicho pacto, también deberán hacerse cargo de su inacción. Actuar conlleva un costo político, pero hacerse a un lado traerá, sin duda, un costo aún más alto. La aparentemente insalvable distancia que existe hoy entre la ciudadanía y el poder legislativo puede acortarse hoy mismo, la decisión es de ustedes. El día de mañana puede no ser así, y todos lo lamentaremos.


Finalmente sostengo que es falso que no haya recursos económicos para sortear los actuales problemas de la hacienda pública. El problema tiene dos caras: la primera es en qué están siendo empleados; mientras que la segunda es la enorme cantidad de recursos que están comprometidos, o no se reciben, merced a privilegios fiscales, rescates empresariales, corrupción y dispendio. Vale aclarar que en este problemática bidimensional se encuentra el abandono a que han sido sometidas las empresas estatales de energía, como PEMEX, CFE, la recién extinguida Luz y Fuerza del Centro, y otras. El país no soporta más la socialización de las pérdidas y la privatización de las ganancias. Pueden patear la piedra, con el alto riego de provocar un alud.


Hago votos porque la razón triunfe sobre la obstinación; la responsabilidad sobre la displicencia y el confort; y el interés por el bien común sobre los intereses de grupo o partido.



Aquí les dejo la lista completa de los senadores y sus correos electrónicos.


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martes, octubre 20, 2009

No más impuestos

Me opongo firmemente a la alza de tasas impositivas y a la creación de nuevos impuestos. Por tal motivo, envié un correo electrónico a los diputados federales por el Distrito Federal. La lista de los correos de todos los diputados la pueden encontrar en formato Excel aquí. El texto del mensaje que envié a los diputados lo encuentran a continuación.



Señoras y Señores legisladores,



El dispendio del gobierno, así como su falta de previsión ante una crisis económica que se veía venir desde 2006, han creado un gran desorden en las finanzas públicas que no se resolverá con más impuestos. Es obligación de cada uno de ustedes velar por los intereses de sus electores, así como por los de la Nación entera. En el ejercicio de mi derecho como ciudadano les exijo que rechacen la aplicación de nuevos y mayores impuestos, pues se trata de una medida recesiva que inhibirá la inversión, la creación de empleos y la reactivación económica.



Los impuestos que el Poder Ejecutivo les pide que autoricen no se emplearán en inversión productiva, menos aún en programas sociales, sino en mantener a flote a una élite burocrática que no trabaja por nuestro México, sino por sus propios intereses. Incluso las propuestas alternativas del presupuesto de Egresos de los partidos adolecen en su mayoría del mismo mal: incrementar las tasas impositivas, crear nuevos gravámenes y dejar a un lado las medidas de reactivación económica que tanto necesita el país. Hay billones de pesos que el erario deja de percibir en privilegios fiscales; rescates a empresarios de diversos ramos, desde el bancario hasta el carretero; una base de contribuyentes muy pequeña; amén de otras circunstancias igualmente nocivas.



Por lo tanto la solución no es agredir a quienes aún tienen empleo; a quienes generan el 85% de los empleos en México y producen el 50% del PIB nacional, como son las micro, pequeñas y medianas empresas. Al contrario, deben atenderse los esquemas de excepción que desangran al país, pues ahí es donde se producen los mal llamados boquetes financieros.



Su responsabilidad como representantes populares es tomar cartas en el asunto, demandando al Poder Ejecutivo eficiencia, transparencia, honestidad y sensibilidad social. De no hacerlo, serán cómplices del crimen que representa un mal gobierno.




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sábado, octubre 17, 2009

¡Y te vas de la casa!

Esta es la historia de un oscuro badulaque que casóse con una próspera, rancia e iletrada Señora, de prole numerosa producto de anteriores matrimonios, quienes le asestaban frecuentes desdenes y desafiaban su recién adquirida autoridad a través del matrimonio. Pero todo relato tiene un principio y un fin, así que comencemos a desgranarlo obviando todo prolegómeno.


Desde pequeño, Tinterillo soñaba con adquirir riquezas, reconocimiento y respeto, pues a pesar de no haber nacido en una mala familia, su precoz corta talla aguijoneaba su ánimo. Su infancia y juventud transcurrieron entre el tedio, la mediocridad y una rigurosa educación religiosa. Insatisfecho con su condición mediana, pronto abrigó grandes aspiraciones que de pronto le daban alas, y luego lo sumían en una profunda desesperación. Debido a esos frecuentes y súbitos cambios de humor, se juró no confiar en nadie, pues habría de demostrar que solamente él era capaz de hacer grandes cosas, a contrapelo de las enseñanzas de su tutor, quien muchas veces le recriminó duramente su testaruda desconfianza, vaticinándole que de no abandonar su tozudez tendría más amarguras que satisfacciones.


Una tarde, sus febriles ensoñaciones se vieron interrumpidas ante la visión de una gran Señora que se pavoneaba en la plaza del brazo de su marido en turno, pues era sabido que la matrona solamente permanecía casada por seis inviernos, o menos, si el desventurado esposo fallecía antes de ese plazo. En ese momento, Tinterillo se dijo: algún día yo seré quien lleve del brazo a esa mujer. Los inviernos pasaron, y Tinterillo porfiaba en cumplir su promesa: se instalaba en la plaza, ora vendiendo periódicos; ora sacando lustre al calzado de los pudientes; ora de fugaz saltimbanqui con la troupé circense que acababa de llegar al pueblo. La opulencia ajena lo acicateaba a no cejar en la empresa, por lo que una mañana tuvo un encuentro que cambió el rumbo de su existencia. Siendo ya un mozalbete altivo, durante uno de los acostumbrados paseos de la acaudalada Señora, esta vez acompañada por algunos de sus hijos, uno de ellos cruzó por casualidad una mirada con Tinterillo, y le llamó la atención el extraño brillo que emanaba de los ojos del mozuelo. Se le acercó para entablar una corta charla, cuyo contenido a la fecha nadie conoce, y acabó por ofrecerle trabajo como fámulo. El pintiparado púber estuvo a punto de rechazar, ofendido, el ofrecimiento, pero con una sagacidad poco frecuente, aceptó.


Así tuvo su primer acercamiento real al logro de su objetivo. Con el pasar de los años, Tinterillo logró dar pequeños pasos en la jerarquía de la comitiva de la próspera Señora, lo que le llevó al siguiente encuentro que determinó el derrotero de su vida futura: cruzó caminos con una hija de la Señora, una frondosa mujer pasada de carnes, que se esforzaba por parecer virtuosa y gozaba abundantemente de las deferencias de su madre. Casi de inmediato, nuestro personaje albergó una fuerte aversión hacia ella, pues la consideró licenciosa, holgazana, mantenida, simuladora, ostentosa, poco piadosa, dispendiosa y manipuladora. Se dedicó a vigilarla, y como resultado de ese acoso, la conoció mejor. Consideró que los múltiples y onerosos privilegios de los que gozaba aquella hija no se correspondían ni de lejos con sus escasas virtudes. Esa repulsión creció con el tiempo, abonada por los problemas, disgustos, y vejaciones que sufrió a manos de la numerosa progenie de la Señora. En vez de responder a las afrentas, concentró su amargura contra la Hija, culpándole de todos sus males, sin entender que su calidad de chupatintas al servicio de la Señora era consecuencia de su poca preparación, a despecho del no del todo noble linaje al que él pertenecía. Sin reparos, sin remilgos, sin reservas, alimentó el odio que sentía por la Hija, pues sin darse cuenta, ella era como un espejo que le recordaba constantemente su pequeñez moral e intelectual.


Según los relatos más confiables, un día la Señora viajó con su comitiva y esposo al centro del país, con la intención de visitar a uno de sus hijos, hacía tiempo afincado allá. Este Hijo era el mismo que varios años atrás le había abierto a Tinterillo las puertas de su hogar, al tenerlo a su servicio como doncel durante una corta temporada. Con el transcurrir de los días, nuestro procaz muchacho pudo conversar ampliamente con el Hijo alrededor de un tema que a éste le obsesionaba: el alejamiento con su madre debido a las pugnas con su actual padrastro y a los devaneos inmorales de su madre con sus anteriores maridos. Dispuesto a no seguir soportando los caprichos de su progenitora, el Hijo concibió un plan al poder adivinar las ambiciones de Tinterillo gracias a las largas tertulias que compartieron: haría hasta lo imposible por convertirlo en su padrastro para luego disfrutar sin freno ni medida de la ya declinante riqueza de la Señora.


Sin pausas, el Hijo formó un ejército de intrigantes Celestinas, Don Juanes y Cyranos que le ayudarían a llevar al tálamo a Tinterillo. Se sucedieron, sin fin y con éxito, los complots, trampas, engaños, sobornos, intimidaciones, transas, difamaciones, componendas y demás armas de un nauseabundo arsenal que concluyeron con el "sí" de la Señora en el altar, a pesar de la fuerte oposición de muchos familiares, amigos, cortesanos y gran parte del populacho. Pero las penurias del antiguo sirviente apenas comenzaban. Ya le llamaban "Señor", ya recibía reverencias, ya era convidado de bacanales y banquetes, pero irónicamente, esto solamente le recordaba su mínima estatura moral, su ínfimo barniz cultural y su nula preparación para codearse con la crema y nata de la sociedad. Además, las exigencias de quienes le habían ayudado a llegar al ansiado lecho nupcial le agobiaban con sus demandas, pues le amenazaban con ensayar las mismas tácticas que emplearon exitosamente para eliminar a sus adversarios si no recompensaba con creces sus infames diligencias. Para enredar más las cosas, lejos de aminorar las vejaciones que los hijos de la Señora le propinaban, éstas crecieron, con el argumento de que el respeto que su nuevo padrastro exigía no se lo había ganado. Tantos infortunios, a pesar de haber cumplido su promesa, lograron volver más amargo su carácter, más ácido su talante y más autoritario su ánimo.


La relativa paz y la frágil armonía que durante décadas habían reinado en la casa de La Señora empezaron a desvanecerse. Tinterillo empezó a descargar sus frustraciones en sus hijastros, al igual que con cuanta persona se cruzaba en su camino. Tan ocupado estaba en esa empresa que descuidó la administración de la hacienda familiar, la casa y sus diversas obligaciones. Únicamente se ocupó, desde el principio de su matrimonio, de los abigeos, bandidos y atracadores que afectaban sus negocios, sin mucho éxito aparentemente. Pronto, los antaño boyantes negocios de su mujer empezaron a escorar, a pesar de que afirmaba que él estaba firme al mando de un barco de gran calado; que se trataba de contratiempos pasajeros; y que podía enfrentar una tormenta perfecta para salir victorioso. Nadie sabe con precisión el origen de las marítimas parábolas, pues nunca fue marinero ni pescador, mucho menos timonel de un barco de mediana envergadura, por lo que se presupone que fueron producto de sus febriles delirios, en los que su calidad de héroe, hombre pío, generoso y valiente, de acuerdo a su exultante opinión de sí mismo, se hacían realidad. Sin mesura ni remordimiento, continuó con el dispendioso tren de su nueva vida, repartiendo a manos llenas la fortuna de la Señora entre familiares, amigos, cómplices y aliados, a pesar de que ésta mermaba vertiginosamente. Los viejos del pueblo decían que era natural, pues él no contribuyó con ningún esfuerzo al amasamiento de la fortuna que disfrutaba impúdicamente. En cambio, a peones, mozos, caballerangos, artesanos y demás integrantes de su empobrecido séquito, les escatimaba, sin rubor alguno, los exiguos emolumentos a los que tenían derecho, así como sus salarios y beneficios que la Señora otorgaba: casa, sustento, protección y médicos. En suma, los sometió a un régimen de injusticias y quebrantos de todo tipo. Pero su ánimo se tornaba más traicionero, su humor más vengativo, sus rencores más oscuros. No encontraba la plenitud, pues los compromisos que adquirió para encumbrarse le asfixiaban; los acreedores se desesperaban y le negaban créditos; el sosiego no llegaba; y el triunfo adquiría un amarguísimo sabor, cual cinabrio mortal.


El trepador, determinado a lavar las múltiples afrentas, reales o ficticias, que a diario sufría, y demostrarle al mundo que no era el Don Nadie que todos aseguraban que era, se sumió una tarde en un duermevela, del que salió cuando, entre brumas somnolientas, vio por el pasillo la rolliza figura de un ser al que despreciaba profundamente: la Hija. Sí, la Hija que se había opuesto a su matrimonio, la misma que se alió con sus más mortales enemigos; aquella que, a pesar de haber guardado un perfil sigiloso en las intrigas palaciegas, era una soterrada y obcecada detractora de Tinterillo; la Hija a quien hacía tiempo no veía, pues habíase ido a un internado. En ese momento decidió que ella no viviría más; que su fortuna la repartiría entre sus cómplices y acreedores; y que finalmente saciaría su enfermizo odio hacia ella. Conocía los riesgos, pero la ponzoña que bullía en su cuerpo, la ambición que enturbiaba su razón y la congoja que le producían los reclamos económicos de sus cómplices eran suficientes para que procediera. Además, la Señora ya mostraba signos de decrepitud, por lo opondría poca resistencia, incluso si se enteraba de la conjura en contra de su descendiente.


Dado que se consideraba un buen hijo de Dios, le pidió al Supremo una señal para llevar a cabo sus maléficos y enfermizos planes de venganza. Rezó, exigió, demandó la respuesta del Altísimo, pero ésta no llegaba. Algunas consejas dicen que fue el picapleitos que tenía a su servicio quien le dio la idea; otros dicen que fue el capataz, considerado por algunos su alter ego; otras aseguran que el mérito fue de su mozo de armas; las menos, que finalmente El Creador le reveló en un sueño el camino a seguir. Lo único que se sabe de cierto es que en el otoño la calamidad cayó sobre la mimada Hija a la que odiaba tanto.


Al finalizar el estío de ese año, durante uno de los tantos aquelarres a los que ahora asistía asiduamente, el otrora sirviente urdió con los confabulados de siempre el plan para eliminar a la Hija. La maquinación iba viento en popa, como le gustaba decir al flamante marino que no navegaba, pero los humores de las ambrosías y los néctares pronto los hicieron desatinar. Todo lo que recordaban al día siguiente es que debían esperar el más mínimo pretexto, el más ínfimo desliz de la Hija para asestar el golpe mortal, sin preocuparse demasiado por los detalles, ya que el cinismo y la impunidad de la que gozaban los animaba.


El momento llegó pronto: la Hija se dejó seducir durante una festividad muy importante por un contumaz anciano que tuvo los arrestos suficientes para dejarla grávida.Tinterillo de inmediato procedió a llevar la noticia a la senil Señora; apeló al honor y la virtud; hizo apología de la decencia; vilipendió a la Hija y fustigó sus excesos; la calificó de onerosa, parásita y desleal; y antes de que su madre pudiera replicar, remató su perorata con un atípico pero contundente: ¡Y te vas de la casa!


El alboroto fue tremendo no solamente esa noche, pues también los días subsiguientes se llenaron de gritos, amenazas, tumultos, vocinglerías y barullo. Tanta bulla se ha hecho que la historia no ha terminado de escribirse, por lo que el desenlace aún está siendo actuado por Tinterillo, la Señora, la Hija y todos los personajes, involucrados y por involucrarse.


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sábado, octubre 10, 2009

La salación de calderón

calderón (con minúscula) se ha empeñado en convencernos de que su mala suerte es la causante de la debacle que vive México en todos y cada uno de los ámbitos de la vida nacional: economía, educación, salud, seguridad. Y digo mala suerte porque calderón atribuye los desastrosos resultados de su sexenio a males externos: crisis económica mundial; una nueva cepa de la influenza; el deterioro a nivel mundial de los niveles educativos; el consumo de estupefacientes y el tráfico de armas desde Estados Unidos.

Pues insisto en lo que he dicho en esta bitácora: esas son falacias. Me ocuparé de la famosa crisis económica que vino de afuera. Desde años antes de que calderón llegara a la presidencia, cuando aún penaba en puestos menores dentro de la administración federal, los analistas y especialistas económicos y financieros alertaban de la burbuja que los mercados de riesgos e hipotecario estaban creando: pura economía ficción alimentada por una supuesta autoregulación de los mercados financieros, apuntalada por el mendaz gobierno de George W. Bush.

Este mismo blog, desde su creación en 2006, ha documentado profusamente el crecimiento de dicha burbuja. Por lo tanto, las declaraciones de calderón y su gabinete económico de que la crisis los tomó por sorpresa los delata, al menos, como negligentes, irresponsables y displicentes.

Si hacemos caso a sus proclamas, entonces el ineficaz michoacano debería cambiar su apellido de calderón a "salderón", por la salación, o mala suerte, que insiste que le persigue. Pero no, el mal estado que guarda el país no es producto de la mala fortuna, sino de su falta total de preparación y previsión. Durante meses, él y la runfla de ineptos de la que se ha rodeado, enfocaron sus esfuerzos a minimizar el tsunami económico que se nos venía encima, con memeces como: catarrito; barco de gran calado; economía blindada; etc.

La mitomanía con la que intentaron conjurar el futuro no sirvió de nada. A diferencia de otros países, como Brasil, se sentaron a esperar que las cosas no fueran tan graves como parecían y apostaron a cubrirse con el paraguas de la economía norteamericana. Su razonamiento, imperfecto, decía que el gigante mundial no podía zozobrar ante la tempestad económica, y que el sufrimiento al que sería sometida esa nación resultaría breve, por lo que la reactivación de dicha economía acabaría por salpicarnos unas cuantas gotas de prosperidad, con las que lograríamos humedecer el yermo panorama de nuestras finanzas públicas. Para no variar, se equivocaron.

Hoy "salderón" y su gabinete chillan a gritos que el país está quebrado, que se necesitan medidas recesivas para tapar el boquete económico que causó su negligencia; que aplicar nuevos y más impuestos es la única manera de salvarnos. Todo esto lo pregonan a los cuatro vientos cuando en todo el mundo se toman medidas contrarias: incentivos al empleo, a la seguridad social, a la salud, al empleo, a la educación y a la inversión productiva, entre otros. Mientras tanto, el subnormal "salderón" aplica recortes en todos esos rubros, dejando los privilegios burocráticos, partidistas y fiscales intactos.

Merece también una mención las mentiras y sandeces del papanatas secretario de Salud, José Ángel Córdova Villalobos. Contagiado de la fantasiosa realidad que su jefe insiste en dibujar, se dedicó a aseverar que la influenza sería un mal recuerdo luego de la epidemia que azotó a nuestro país la primavera pasada; que estaríamos preparados para el rebrote esperado para finales de este año; que se tomarían las medidas para garantizar la inmunización de la población; que ya teníamos 20 millones de vacunas para el otoño.

Pues ninguna de sus declaraciones es sustentable o cierta. Recientemente se supo que las ya mencionadas 20 millones de vacunas prometidas para el otoño serán solamente cinco, y llegarán para la Navidad; que el resto llegarán entre enero y marzo del 2010; y que están negociando mejor precio para otros 10 millones de dosis.

Esta otra calamidad que nos vino de fuera, según "salderón", ha sido enfrentada como todos los otros males que aquejan al país: con la boca abierta profiriendo estulticias, los dedos cruzados, los ojos cerrados, las manos caídas, y a veces, en el mejor de los casos, embistiendo molinos de viento como bovinos enceguecidos.

Por lo tanto, Felipe Calderón miente descaradamente. Miente cuando dice que hizo lo correcto para encarar las crisis económica y de salud; miente cuando dice que no se pudo haber hecho más; miente cuando afirma que trabaja para el país; miente por incapacidad o por esquizofrenia.


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domingo, octubre 04, 2009

Hasta la vista Negrita

En la madrugada del día de hoy falleció Mercedes Sosa.

Más allá de su voz portentosa, clara, límpida, potente, a Sosa se le debe de reconocer su valentía y su coherencia. Siempre le dio voz a quienes no la tenían, transitando del folclorismo argentino al canto de denuncia y solidaridad. Lo hizo cuando la mera acción de disentir representaba un peligro en los tiempos en que América Latina sufría la época nefasta de las dictaduras militares. Argentina se sumió en la oscuridad de los asesinatos, las desapariciones, las torturas. La Negra, como cariñosamente la conocíamos millones en todo el mundo, sufrió en carne propia los rigores del terror: amenazas de muerte, fallecimientos de amigos y compañeros, exilio, atentados contra su vida, persecución, difamación. En fin, todo lo que una dictadura tiene en su arsenal para acallar la voz de la razón, la voz de la justicia.

Quien recibió el nombre de Haydé Mercedes Sosa al nacer en San Miguel de Tucumán el 9 de julio de 1935 fue una artista precoz, y siempre progresista. En sus inicios, Mercedes se abocó al género folclórico, debutando en la Radio Nacional Tucumán a la edad de quince años con el seudónimo de Gladys Osorio. Su único hijo, Fabián Mathus, fue una influencia determinante para que Sosa trazara un nuevo derrotero para su vida, al afiliarse al Partido Comunista e iniciar una nueva época como artista.

Su voz cantó a todos y con todos: Violeta Parra, León Gieco, Charly García, Rafael Heredia, Fito Páez, los públicos y anónimos autores de cuecas, chacareras, zambas, Piero, Milton Nascimento, Víctor Heredia, Julia Zenko, Víctor Jara, Pablo Neruda, Litto Nebia, Nicolás Guillén, Ariel Ramírez, Horacio Guarany, Alfredo Zitarrosa, Alejandro Lerner, Pablo Milanés, David Leblón, Silvio Rodríguez, Chico Buarque, Eduardo Falú, Teresa Parodi, Julio Numhauser, Jorge Cafrune ... La lista podría proseguir y convertirse casi en inagotable.

Su último disco incluye colaboraciones con artistas y autores tan disímiles como Joan Manuel Serrat, Luis Alberto Spinetta, Jorge Drexler, Caetano Veloso, Shakira,
Diego Torres, Facundo Ramírez, Soledad Pastorutti, Orozco Barrientos, Gustavo Santaolalla, Julieta Venegas, Dúo Nuevo Cuyo, Pedro Aznar, Gustavo Cerati, Calle 13, Liliana Herrero, Lila Downs, Joaquín Sabina, Daniela Mercury, Franco de Vita, Rubén Rada y La Chilinga, y Los Folkloristas.

Así era La Negra: incluyente, plural, de mente abierta. Así la necesitábamos. Así la extrañaremos.

Hasta la vista Negrita querida, hasta la vista.

Foto Reuters.



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