sábado, octubre 10, 2009

La salación de calderón

calderón (con minúscula) se ha empeñado en convencernos de que su mala suerte es la causante de la debacle que vive México en todos y cada uno de los ámbitos de la vida nacional: economía, educación, salud, seguridad. Y digo mala suerte porque calderón atribuye los desastrosos resultados de su sexenio a males externos: crisis económica mundial; una nueva cepa de la influenza; el deterioro a nivel mundial de los niveles educativos; el consumo de estupefacientes y el tráfico de armas desde Estados Unidos.

Pues insisto en lo que he dicho en esta bitácora: esas son falacias. Me ocuparé de la famosa crisis económica que vino de afuera. Desde años antes de que calderón llegara a la presidencia, cuando aún penaba en puestos menores dentro de la administración federal, los analistas y especialistas económicos y financieros alertaban de la burbuja que los mercados de riesgos e hipotecario estaban creando: pura economía ficción alimentada por una supuesta autoregulación de los mercados financieros, apuntalada por el mendaz gobierno de George W. Bush.

Este mismo blog, desde su creación en 2006, ha documentado profusamente el crecimiento de dicha burbuja. Por lo tanto, las declaraciones de calderón y su gabinete económico de que la crisis los tomó por sorpresa los delata, al menos, como negligentes, irresponsables y displicentes.

Si hacemos caso a sus proclamas, entonces el ineficaz michoacano debería cambiar su apellido de calderón a "salderón", por la salación, o mala suerte, que insiste que le persigue. Pero no, el mal estado que guarda el país no es producto de la mala fortuna, sino de su falta total de preparación y previsión. Durante meses, él y la runfla de ineptos de la que se ha rodeado, enfocaron sus esfuerzos a minimizar el tsunami económico que se nos venía encima, con memeces como: catarrito; barco de gran calado; economía blindada; etc.

La mitomanía con la que intentaron conjurar el futuro no sirvió de nada. A diferencia de otros países, como Brasil, se sentaron a esperar que las cosas no fueran tan graves como parecían y apostaron a cubrirse con el paraguas de la economía norteamericana. Su razonamiento, imperfecto, decía que el gigante mundial no podía zozobrar ante la tempestad económica, y que el sufrimiento al que sería sometida esa nación resultaría breve, por lo que la reactivación de dicha economía acabaría por salpicarnos unas cuantas gotas de prosperidad, con las que lograríamos humedecer el yermo panorama de nuestras finanzas públicas. Para no variar, se equivocaron.

Hoy "salderón" y su gabinete chillan a gritos que el país está quebrado, que se necesitan medidas recesivas para tapar el boquete económico que causó su negligencia; que aplicar nuevos y más impuestos es la única manera de salvarnos. Todo esto lo pregonan a los cuatro vientos cuando en todo el mundo se toman medidas contrarias: incentivos al empleo, a la seguridad social, a la salud, al empleo, a la educación y a la inversión productiva, entre otros. Mientras tanto, el subnormal "salderón" aplica recortes en todos esos rubros, dejando los privilegios burocráticos, partidistas y fiscales intactos.

Merece también una mención las mentiras y sandeces del papanatas secretario de Salud, José Ángel Córdova Villalobos. Contagiado de la fantasiosa realidad que su jefe insiste en dibujar, se dedicó a aseverar que la influenza sería un mal recuerdo luego de la epidemia que azotó a nuestro país la primavera pasada; que estaríamos preparados para el rebrote esperado para finales de este año; que se tomarían las medidas para garantizar la inmunización de la población; que ya teníamos 20 millones de vacunas para el otoño.

Pues ninguna de sus declaraciones es sustentable o cierta. Recientemente se supo que las ya mencionadas 20 millones de vacunas prometidas para el otoño serán solamente cinco, y llegarán para la Navidad; que el resto llegarán entre enero y marzo del 2010; y que están negociando mejor precio para otros 10 millones de dosis.

Esta otra calamidad que nos vino de fuera, según "salderón", ha sido enfrentada como todos los otros males que aquejan al país: con la boca abierta profiriendo estulticias, los dedos cruzados, los ojos cerrados, las manos caídas, y a veces, en el mejor de los casos, embistiendo molinos de viento como bovinos enceguecidos.

Por lo tanto, Felipe Calderón miente descaradamente. Miente cuando dice que hizo lo correcto para encarar las crisis económica y de salud; miente cuando dice que no se pudo haber hecho más; miente cuando afirma que trabaja para el país; miente por incapacidad o por esquizofrenia.


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