jueves, julio 20, 2006

Las elecciones del odio

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La Jornada > Helguera

Hoy los ánimos están exacerbados, y los responsables son los principales contendientes en la pasada elección presidencial.

Por un lado, Vicente Fox que no renunció a su protagonismo, demostrando que gobierna para unos cuantos al convertirse en faccioso porrista del candidato oficial. Es responsable además de que las dependencias de gobierno a su cargo, como la Secretaría de Gobernación, actuaran parcialmente en tiempos electorales.

Responsable es el PAN, que con su torpe tono beligerante, más propio de un pendenciero de barrio bajo que de un instituto político, se dedicó a golpear a cuanta persona u organización osaban tocarlos con el pétalo de la crítica. El caso más claro es el de Manuel Espino, quien aplica el mismo criterio absolutista y maniqueo que enarbola Bush: "Quien no está con nosotros está contra nosotros".

Responsable es el PRD por ser el basurero político del país, recibiendo con los brazos abiertos a cuanto desertor, principalmente de las filas del PRI, se le ponía enfrente. Nefastos personajes que en el pasado estaban incrustados en el poder, y atacaron incluso físicamente a ese partido y sus militantes, hoy son candidatos triunfadores a algunos puestos de elección popular. El poder como botín.

Responsable es el IFE, quien conculcó su responsabilidad de organizador y vigía de elecciones sin tacha, permitiendo todo tipo de ataques que calaron hondo en el ánimo de los mexicanos, para después, darnos una lección de desaseo al contratar los servicios de las empresas de un pariente de uno de los candidatos para el ¡conteo de votos y el manejo del padrón!, llevándose toda la credibilidad de ese instituto. Credibilidad que los mexicanos tardamos décadas en construir y una camarilla de rufianes desarticuló en unos cuantos meses.

Responsables son los medios de comunicación, principalmente las televisoras, al igual que los periodistas, analistas y líderes de opinión que se erigen como jurados infalibles de lo que conviene y no conviene al país.

Responsable es Felipe Calderón, que ante la pobreza de ideas y la debilidad de caracter, tuvo que plegarse a sus asesores extranjeros que le vendieron la guerra de lodo como la única alternativa para atraer la atención de los votantes. También es responsable por haber renunciado a su oportunidad histórica de evitar que una jornada cívica se convirtiera en una vorágine de descalificaciones, dudas, resabios, rencores y provocaciones.

Responsable es López Obrador por recurrir a un discurso de palabras gastadas y ser incapaz de reflejar adecuadamente la realidad del país. La lucha de clases no ha desaparecido, simplemente ha tomado otros cauces. La desigualdad económica en México es tan grande como en los tiempos en que justificó una revolución. La brecha entre pobres y ricos no ha desaparecido, sino que se ha ensanchado. Nada de esto fue capaz de reflejar adecuadamente. También es responsable por mantenerse como rehén de la lentitud y falta de acción de su partido.

Responsables somos los mexicanos por no llamar, primero, al orden a quienes se afanaron en sembrar el desorden. Responsables somos, en segundo lugar, por permitir que nuestra participación antes, durante y después de las elecciones sea satanizada por un lado, puesta en duda por el otro, y despreciada por un tercer lado.

También somos responsables por permanencer como mudos observadores de una lucha que consideramos ajena, pero que determinará el futuro de por lo menos una generación de mexicanos, y que marcará nuestro destino inmediato.

Hay más actores en este sainete, todos con su cuota de responsabilidad. Pero hoy debemos exigir el respeto a la legalidad, debemos nosotros mismo llamarnos a la civilidad, y rechazar cualquier manifestación fuera de este marco.

Es inadmisible, o debería de serlo, que personas, que más parecen provocadores que ciudadanos indignados, agredan a un candidato ante la increíble ineficacia del Estado Mayor Presidencial, asignado justamente para protegerlo. Es inadmisible que al amparo de la noche, como los delincuentes que son, sicarios de la intolerancia y el terror destruyan obras de arte que se manifestaban a favor del recuento voto por voto de las casillas. Es inadmisible que los excandidatos sigan polarizando a la sociedad mexicana.

El México Bronco está en letargo, y mal hacen quienes apuestan a despertarlo. Calderón está obligado a legitimar su supuesto triunfo accediendo al recuento. López Obrador debe de parar su política de deslegitimación de todo y todos. Que ambos luchen con la razón, el derecho y la ley. Blandir otras armas no es la opción que queremos quienes salimos a votar, y me atrevo a decir que la mayor parte de la Nación piensa igual.

Hoy las instancias políticas, jurídicas, de gobierno y del Estado deben de garantizar que se aplique la ley en un marco de derecho, para evitar que se exija en las calles lo que en los tribunales, órganos de gobierno y del estado, se pretende escamotear.

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