No hay nada malo en ser rico, lo que empieza a cosquillear en la conciencia es que sea a costa de los pobres. El hecho de que la pobreza no haya disminuído solamente puede explicarse a la luz de las siguientes razones: falta de voluntad y un modelo económico que propicia la pobreza de muchos a cambio de la riqueza de pocos. La mentada globalización (comercio mundial indiscriminado sin considerar asimetrías económicas entre las naciones), el sobado neoliberalismo (la ley de la oferta y la demanda como precepto absoluto), el adorado monetarismo (prvilegiar la economía sobre la política, la sociedad y la cultura) no han hecho más que agudizar las condiciones de vida de miles de millones de personas en todo el planeta. No es lógico que se siga aplicando a rajatabla a expensas. Es tiempo de revisar este modelo, o como se dice en el México pusmoderno: evaluemos si cambiamos el caballo.
La desigualdad entre los ingresos de los países ricos y los pobres está aumentando y debe afrontarse para evitar la desestabilización mundial, según ONU. De acuerdo con un informe, un etiope medio es 35 veces más pobre que un europeo o un estadounidense, mientras que en 1950 la diferencia de ingresos era de 16 veces.
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