Hace doce años me encontraba de visita en casa de mi suegra celebrando la llegada del año nuevo. Al despertarme ese 1ero. de enero de 1994, me enteré de la noticia de un alzamiento en Chiapas.
De inmediato cruzaron por mi cabeza mil ideas, pero la que incesantemente regresaba y se negaba a darle paso a otras era la que me decía "no encaja". Se vivía la euforia, en todo el país, del tránsito de México del subdesarrollo al primer mundo, y aunque se venía enrareciendo el ambiente político previo a las elecciones del año 94, los signos aún eran relativamente débiles. No era el momento más lógico para un alzamiento.
Al ver las imágenes y las fotografías de la ocupación de algunas ciudades de Chiapas, al escuchar los noticiarios, al leer los periódicos, mi terco subconsciente porfiaba en encender lucecitas amarillas. Ver a los alzados con rifles de madera no podía dejar de provocarme la sensación de que asistíamos a un montaje audaz, pero burdo.
Luego vino el discurso del 6 de marzo de Colosio en el aniversario del PRI. En ese momento germinó la fatalista semilla en mi cabeza de que algo malo estaba por ocurrir. Todos conocemos lo que vino antes y después de ese discurso: Manuel Camacho como comisionado de la Paz en Chiapas (hoy personaje clave en el equipo de AMLO); Salinas declarando no se hagan bolas; Córdoba Montoya saltando a la palestra después de tanto tiempo en las sombras; Lomas Taurinas y el asesino solitario; el insultante vodevil de fiscales investigadores del asesinato de Colosio que iban y venían, cometiendo pifia tras pifia hasta llegar al absurdo histórico de la vidente apodadada La Paca; el videodedazo de Zedillo; el asesinato en La Fragua de Ruiz Massieu; los hermanos incómodos Ruiz Massieu y Salinas de Gortari; la quitada de alfileres a la economía y la consecuente magna crisis que nos cargó en el lomo todo tipo de rescates de empresarios que no acabaremos de pagar en varias décadas más. ¡Uuff!
Entre tanto, Marcos iba y venía. Se convirtió en un ícono y una super estrella. "Todos somos Marcos". Seguía sin encajar el encapuchado en mi escéptica mente. Empezaron a surgir las evidencias de que se trataba de un sainete. La que más presente tengo: su relación con los Salinas de Gortari en el ejido Batopilas en Coahuila, cuando estos siniestros hermanos se confesaban maoístas (sic, resic y recontrasic). Dicen que en política no hay coincidencias.
Al llegar Fox al poder, Marcos se quitó las Duracel y se puso a hibernar. Ocasionalmente se desentumía con un comunicado, una presencia pública, una declaración en contra de Luis H. Álvarez (por ahí acaba de reaparecer tímidamente pues parece que se le acabó la tinta a su pluma con la que cobra sus cheques por no hacer nada), un éxodo o cualquier otra actividad que le pareciera adecuada para no ser tragado en el hoyo negro de la desmemoria colectiva.
Ojo, no tengo nada en contra de las comunidades indígenas y marginadas (¿pleonasmo?) del país, y de su lucha por reivindicar sus derechos. Simplemente este personaje que antes era adorado por muchos siempre me ha parecido que fue plantado en el medio para lucrar políticamente con esas luchas. Su cuna movida por una perversa y poderosa mano.
Hoy reaparece nuevamente en tiempos electorales. Déjenme autocitarme: en política no existen las coincidencias. Se aposenta en el DF mientras el conflicto que lo ha distraído de su "Otra campaña" tuvo lugar en el Estado de México. ¡Televisa lo entrevista!
Desprovisto del glamour que le conferían la capucha, la pipa, y la prosa, que lo llevaron a ser considerado alguna vez como uno de los hombres más deseados del país (¡¿?!), hoy sigue siendo celebrado por un reducido grupo de seguidores. Quienes le entonaban loas ayer, lo critican ásperamente hoy. Quienes defendían con pasión su supuesta causa, hoy le miran con desprecio y resentimiento. Fueron usados, ni duda cabe, y le empiezan a pasar la factura.
Con la perspectiva del tiempo, se empiezan a delinear claramente la mano, el brazo, y el resto del cuerpo de quien le ha movido la cuna desde años antes de su aparición hasta el día de hoy. Calculo que no falta mucho para que sepamos con certeza quién ha sido la nodriza, nana y tutor de este anacrónico personaje.
A pesar de su declive, Marcos no está acabado, como tampoco quien lo creó. Aún puede dar coletazos que abran heridas en México. Estemos atentos para que la Nación no se preste una vez más a sus farsas.
Con una triste sonrisa triunfante, y en un hilo de voz, mi fuero interno me suelta: "te lo dije".
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