No había visto el nuevo programa de Brozo. Hoy tuve la oportunidad de hacerlo.
Después de ver un sketch de la sección que creo se llama La Familia Brozo, confirmo mi opinión de que Brozo no está hecho para seguir guiones. Nada gracioso: sin saber qué hacer con el mimo como recurso cómico; el estereotipo de Sheila de querer provocar la risa con gritos estridentes no aportó nada; y finalmente un Brozo preso en las líneas del guión con lo que pierde totalmente su frescura. La improvisación es su fortaleza.
De las otras secciones que recuerdo, una de ¿Armando? Ramírez y otra de un sexólogo que tenía su propia emisión en canal 40 y que nunca ha sido santo de mi devoción, no me quedó nada para recordar.
En la parte musical, un Francisco Céspedes demasiado presuntuoso para mi gusto. Los Pecados, que así llama a las edecanes del programa, sólo me hicieron añorar a las Nachas Plus y Prestige (mi esposa dice que tanto las Nachas como los Pecados están para llorar).
En la entrevista, otro de los puntales del trabajo de Víctor Trujillo en su personificación del payaso tenebroso, tuvo a Diego Fernández de Cevallos y a Olga Wornat. El senador del PAN no mostró nada nuevo: un buen desempeño en la oratoria, una prepotencia de conquistador español dirigiéndose a "la indiada", y su sobada fórmula de retar a sus adversarios, alabarse a sí mismo, y mentir sin el menor rubor.
En el caso de Olga Wornat, quien no me resulta simpática, hubo buenos momentos. Quizá el más rescatable tuvo lugar cuando se contaron las anécdotas acerca del proceso judicial iniciado por Manuel Bribiesca, uno de los pillastres vástagos de Marta Sahagún. En ese proceso, contó Wornat, el juez encontró ofensivo que en el libro causa de la disputa se llamara a los escoltas de Bribiesca por el archireconocido sustantivo de "guarura"; que consideró daño moral el haber descrito en el mismo libro al bribonzuelo Bribiesca como "adiposo"; y que los testigos de cargo que presentó el hijo incómodo atestiguaron que desde la publicación del multicitado libro, en la calle a éste le endilgaban burlas y ofensas por su obesidad. ¡Qué poca altura de semejante bicharrajo! Otro momento gracioso fue cuando Wornat reveló el apodo del adiposo hijo de su madre: "el cebollón".
En suma, siento que Brozo me quedó a deber, pues su programa tiene altibajos muy pronunciados. Hago votos porque encuentre su cauce, pues Trujillo es una persona muy inteligente, sagaz, de humor ácido, culta e ingeniosa.
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