Con preocupantes similitudes se va configurando el escenario para los próximos comicios del 2 de julio.
En este mismo espacio, he hablado ya de circunstancias que rodearon la elección de 1994: una acelerada descomposición del sistema político; el crecimiento alarmante del crédito al consumo; la falta de créditos de la banca al sector productivo; y el explosivo entorno social con la aparición del EZLN.
Toca el turno a la burbuja bursátil. Previo al final del sexenio de Miguel de la Madrid y a la llegada de Carlos Salinas, la inversión especulativa en México había tomado alturas insospechadas. Vino el “lunes negro” del 19 de octubre de 1987, el crack bursátil que devastó el sistema financiero mexicano. Salinas tuvo que enfrentar una crisis financiera, una más en la historia del país, que lo mantuvo durante buena parte de su gobierno tratando de recuperar la confianza de los inversionista golondrinos, de los grandes especuladores nacionales y extranjeros. Logró su objetivo y al tomar Zedillo la presidencia se hablaba de que no habría una nueva crisis de fin de sexenio.
En efecto, no la hubo, pero sí se produjo al principio del mandato de Ernesto Zedillo, donde esos mismo capitales golondrinos alzaron el vuelo en diciembre de 1994 ante la torpeza de Jaime Serra Puche (efímero Secretario de Hacienda por solamente 28 días) y el mismo titular del Ejecutivo. La presión que ejercieron el diferencial cambiario entre el dólar y el peso (incrementado por el TLC); la cobertura del déficit de la balanza comercial a cargo de los capitales especulativos; el crecimiento insostenible y estratosférico de la deuda pública a través de la indiscriminada emisión de Tesobonos; el aumento en las tasas de interés; y el quebranto masivo de vastos sectores productivos en México por la entrada en vigor del TLC; hicieron que un gran porcentaje de nuestras reservas monetarias provinieran de la inversión no productiva, los capitales especulativos.
Al empezar la salida de capitales, se provocó un efecto dominó que desembocó en que nuestras reservas monetarias quedaron para efectos prácticos en cero: 5 mil millones de dólares (mdd). Era tal la gravedad de la situación, que el presidente Bill Clinton desafió al congreso de su país al hacernos un préstamo por 20 mil millones de dólares por la vía de una especie de fast track legislativo, lo que le valió serias acusaciones de haberse arrogado poderes metaconstitucionales. Las protestas se acallaron rápidamente en los EU al entender que si se habían quebrantado los procedimientos legales fue para evitar una crisis mayúscula derivada de lo que sucedía en México. El monto total de la operación de rescate fue de 40 mil mdd compuestos de la siguiente manera: los 20 mil ya referidos, 10 mil del FMI y 10 mil más provenientes del Banco de Pagos Internacionales.
Pues bien, hoy en el México del 2006, la bolsa sigue siendo un negocio muy, pero muy, pero muy jugoso, más allá de cualquier proporción con la tasa de crecimiento del país: 350% de utilidades promedio de diciembre de 2000 a la fecha contra menos del 20% acumulado del PIB. Además, en lo que va del año se han alcanzado ¡23 máximos históricos! Más de uno por semana.
En definitiva la situación no es tan frágil como en 1987 y 1994, pues los altos precios del petróleo, aunado al envío de remesas de nuestros compatriotas desde los EU, nos colocan muy por encima del nivel de las reservas de entonces al superar los 78 mil mdd de acuerdo a datos del Banxico a mayo de este año.
No obstante, no podemos dejar pasar por alto las similitudes ya mencionadas. Estemos atentos todos los mexicanos para que los fantasmas del pasado no cancelen nuestro futuro, que de por sí lo tenemos hipotecado por lo menos durante las dos próximas generaciones.
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