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Las segundas partes siempre son peores que las primeras, así que el mundo de fantasía que empieza a crearse (y a creerse) su Serenísima Majestad Felipe El Nono, no augura nada bueno.
Ahora resulta que "México está en orden y en paz; vamos bien". Estas palabras autolaudatorias dejan asomar ya la autocomplacencia de Su Alteza, pues las pronunció al evaluar los resultados de sus primeros 45 días de reinado.
A través de su boca supimos lo que su cerebro imagina que sus ojos y oídos perciben (¿o tendrá habilidades de encuestador telepático?): que la ciudadanía tiene una "enorme satisfacción" derivada de sus operativos de seguridad.
Ya encarrerado, se mostró sobrado, soberbio y envalentonado, diciendo que las cosas han resultado más fácil de lo que creía:
.. el panorama que se vislumbraba para mi gobierno hace 50 años días, hace dos meses o menos, ... era terriblemente más sombrío y desalentador de lo que ha resultado.
Instalado ya en la fantasía y la mendacidad, dijo que:
... ha iniciado con decisión y energía dando respuesta a las demandas más urgentes de la población: seguridad pública, combate a la pobreza y generación de empleos.Cuando se le cuestionó si su cercanía con las fuerzas armadas era una demostración de fuerza ante la debilidad de su gobierno, dijo que no pero que sí. En el mejor estilo cantinflero soltó esta perla:
El Presidente es el comandante supremo de las fuerzas armadas, y el apoyo del Ejército ha sido vital para, precisamente, fortalecer las instancias federales, los operativos y recuperar orden, tranquilidad, certidumbre y condiciones de seguridad.O sea que ha fortalecido su débil presidencia.
¡Y claro! No podía dejar pasar la alusión al frente Oaxaqueño, ese que le ha dado tanta gloria a las armas imperiales, apelando a la ley y la justicia del reino.
... su administración actúa conforme a la ley y que no habrá impunidad para nadie.Esta declaración fue ahogada por una enorme risotada proveniente de un "ranchito" de Guanajuato con lago, helipuerto y demás lindezas.
Así que, como en todo cuento de hadas, el Príncipe es un héroe.
La Jornada - Hernández
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