La Jornada - El Fisgón
Hace unos días este Experto de Nada hablaba del cinismo como un instrumento de los políticos modernos para gobernar, al grado de que se ha vuelto un commodity (algo indispensable para un fin).
Pues Su Ilustrísima y Serenísima Sobriedad, Felipe El Nono, nos da cátedra en este asunto. Veamos su exposición magistral.
La tortilla costaba hace un mes $6.00 por kilogramo. Sin saber qué pasó, de un repente el gobierno calderonista fue despertado un día para enterarse que el precio andaba en los $15.00 por un kilo de tortillas (con los extremos clásicos: en algunos lugares se vendía a $10.00 y en otros hasta a $19.00).
Ni tardo ni perezoso, Don Eduardo Sojo, el sagaz y patriota Secretario de Economía, pronunció unas palabras que cimbraron a la República desde sus fundamentos mismos: Yo no puedo hacer nada.
Al quite entró alguien a quien conocimos alguna vez como el pelón chaparrito de lentes, hoy Felipe Nono. Dado que su vasallo no dio pie con bola, dijo, pos a desquitar las rentas que el Reino me da (por designio divino).
Fue suficiente que alzara su imponente figura (imponente, no impotente, y no es broma ni albur) para que los villanos quedaran petrificados y rogaran a Dios, a través de su enviado terrenal Don Felipe El Nono, que les perdonara la vida y no saciara la divina ira por sus pecados de especulación en sus paupérrimas carnes y sus píos espíritus. En otras palabras: ¡Bájale Felipe, la regué! ¿Cómo le vamos a hacer?
Misericordioso y justo, sabio y justiciero (¡Ese Felipillo es un diablillo! se escuchó desde gayola), Don Felipe El Nono pensó, pensó y pensó, y dio con la solución perfecta: Firmó un Pacto con bombo y platillo (vigente hasta que la Historia contraiga Alzheimer, o sea abril de este año) donde se acuerda que el aumento a la tortilla SOLAMENTE (la multitud se pone de pie y se apresta a vitorearlo) el 41% (la indiada, perdón, los ciudadanos estallan en un júbilo rayano en el paroxismo místico de la Revelación de que nuestro Monarca es un genio).
De esta manera, Don Felipe El Nono puso en su lugar a la inflación (que en 2006 fue 10 veces menor: 4.06%) y demostró que el aumento (inflacionario, por cierto) al salario mínimo (3.9% o $1.90 al mes) casi, casi alcanza para completar la adquisición de un kilo de tortillas, nomás tendremos que pagar $0.60 de más.
¡Toda una hazaña! ¡Una cátedra de economía y buen juicio!
¡Qué haríamos sin Felipe El Nono? (la multitud ahoga un grito de terror de solamente imaginarlo). Y al unísono, el populacho inicia el coro: ¡Que le devuelvan su 10% de salario! Claro, no faltó algún exagerado que pidió su canonización.
¡Si esto no es un gran gobierno, me como mi sombrero! (suerte que no uso).
De esta manera, quedan sepultadas las malas noticias de los aguafiestas de siempre: el INEGI anunció que el desempleo aumentó 0.07% con respecto al mes de noviembre de 2006 y 22.2% con respecto a diciembre de 2005. Por lo tanto, 134,400 personas más se convierten automáticamente (bondades del reinado de Su Señoría) en candidatos a ser emprendedores independientes.
De los demás aumentos nadie pudo decir nada, pues la ruidosa celebración ahogó las preguntas de los pesimistas.
¡Alabado sea el Señor (Calderón, obviamente)!
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