viernes, junio 23, 2006

Crónica de las recientes ejecuciones en BC

Este relato es alarmante y sobrecogedor.

"A la vista de todos, la caravana de la muerte recorrió las agrestes calles de este poblado. A bordo de unas 25 trocas, camionetas tipo Van, Blazer y Suburban, al menos 100 hombres armados se movilizaron en busca de su objetivo. Todos los habitantes de este municipio los vieron ir de un lado a otro.

Finalmente, a menos de un kilómetro de la alcaldía y de la comandancia de policía, cercaron a tres oficiales y a un estadounidense que seis horas más tarde aparecieron decapitados y sus restos regados aquí y en Tijuana.

Al filo de las 18:00 horas, cuando caía el alba, una llamada al número de emergencia 066 alertó de su presencia. "Hay mucha gente armada", dijo la voz y el jefe de la policía, Valente Montijo, ordenó por radio a sus subalternos verificar la información.

Primero acudió un policía a bordo de una unidad oficial, el grupo armado lo intimidó. Lo insultó y le ordenó retirarse. "Vete o te cargamos", le advirtieron los hombres de negro que usaban distintivos de la AFI.

Una orden directa del jefe Montijo hizo que su escolta personal, Fabián Ventura, se movilizara hacia el camino de terracería de Huahuatay, donde estaba el grupo armado.

Igual, dos subjefes de la corporación asignados a la sección comercial, Israel Arellano y Jesús Hernández Ballesteros, fueron instruidos a acudir a ese sitio. Del estadounidense, identificado como Fernando Aguilar, nadie sabe cómo ni por qué viajaba con los dos primeros en un automóvil particular, pero horas después su cadáver apareció junto al de los policías.

Con sus víctimas, la caravana de la muerte partió a alguna bodega o casa de seguridad dentro del mismo Rosarito. Eso, de acuerdo con las investigaciones de la policía, les permitió salir de madrugada con los cuerpos encobijados para tirarlos frente al colegio Santa Lucía, del fraccionamiento Rosamar, situado casi a la entrada de este municipio, detrás del restaurante Las Tejas.

Otro grupo transportó hasta Tijuana las cabezas para tirarlas en el Río Tijuana, a unos pasos precisamente de la oficina de servicios periciales.

En los asesinatos no hubo disparos. Dentro de la casa seguridad o la bodega, y por aproximadamente unas cinco horas, los cuatro hombres secuestrados fueron sometidos a golpizas con pies y manos y objetos contundentes, como palos, de acuerdo con los resultados de la necropsia efectuada por expertos de la Dirección General de Servicios Periciales de la Procuraduría de Justicia de Baja California.

La muerte de los tres oficiales y el estadounidense, según revela ese informe, ocurrió por asfixia. A cada una de las víctimas se les colocó un lazo de ixtle alrededor del cuello y con un palo se hizo una especie de torniquete al que se dio vuelta hasta provocarles la muerte. Incluso a uno de ellos se le colocó cinta plástica en toda la cabeza. Posteriormente, según los peritajes, con machetes los asesinos cercenaron las cabezas de las víctimas.

"La ayuda llegó tarde", se lamentó públicamente el comandante Montijo al explicar el porqué no se pudo rescatar a sus oficiales y hacer frente a quienes integraban la "caravana de la muerte".

Los policías de Rosarito y el civil estadounidense fueron reportados como desaparecidos por el comandante Montijo -según su propia versión- poco después de las 18:00 horas. Sin embargo, la Procuraduría de Baja California dice que la alerta se hizo hasta las 20:00 horas, es decir, casi dos horas después del plagio. El apoyo policial llegó a las 21:30 horas.

Lo cierto es que el comando armado que vestía de negro y portaba insignias de la Agencia Federal de Investigación maniobró con toda libertad para detener primero a los subjefes y al estadounidense que viajaban en un auto particular y que llegaron hasta ese sitio.

Aún es un enigma por qué Fernando Aguilar estaba con los oficiales Arellano y Hernández Ballesteros, quienes portaban uniformes oficiales, e incluso el primero de ellos no se encontraba laborando de manera oficial.

A Fabián Ventura también su propio jefe le ordenó acudir al sitio. Quienes atestiguaron su plagio aseguraron que aún hizo un intento por salvarse. Tomó el radio de su patrulla para pedir apoyo, pero a golpes e insultos se lo impidió un grupo de los hombres armados.

Ahí, como mudos testigos de lo sucedido, quedaron los autos en los que viajaban los policías y el visitante extranjero, Fernando Aguilar, señalado sólo como un turista más."

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