No es de extrañar: algunos prominentes participantes a favor del movimiento de los inmigrantes ilegales están recibiendo amenzas de muerte.
El alcalde de Los Angeles, Antonio Villaraigosa de ascendencia mexicana, han empezado a recibir amenazas relacionadas con su participación en el todavía vivo movimiento de apoyo a los inmigrantes. De manera más civilizada, unos cuantos ciudadanos americanos se presentaron ante las oficinas de la congresista Maxime Waters, de origen anglosajón, para reclamarle el haber vendido a sus representados al apoyar el multicitado movimiento.
Otros ejemplos de la línea dura son la quema de la bandera mexicana en Phoenix, Arizona, así como el repudiable crimen de odio perpetrado al qeumar un restaurante mexicano en California.
Por otro lado, algunas personas que participaron en las recientes marchas han empezado a ser despedidas de sus trabajos.
Cuando no hay más respuesta que la violencia, cuando la inteligencia no puede responder a un reclamo legítimo, significa que la desesperación ha hecho presa del adversario, en este caso la ultraderecha estadounidense. Y las personas desesperadas son propensas a cometer actos irracionales.
Que esta escalada de violencia cese ya, pues dignificará a quienes apoyan una ley migratoria dura, y que encuentren los cauces legales y las vías inteligentes para defender sus posiciones.
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