viernes, diciembre 01, 2006

Un México ganador

Acorde con los tiempos de fútbol que vivimos en México, con el reality show en que se ha convertido la política mexicana, divorciado de quienes lo eligieron y resguardado de quienes no votamos por él, Felipe Calderón despidió a Vicente Fox en Los Pinos.

Por fin esa triste caricatura de gobernante que fue Fox se ha ido. No pudo pisar el Congreso de la Unión para entregar el poder. Se va con la penúltima derrota a cuestas, pues la última se la propinará la historia cuando lo juzgue.

(Actualización al 01 de diciembre de 2006. Fox sí pudo entrar al Congreso).

En una ceremonia fría, tensa y deslucida, Fox entregó la banda presidencial en Los Pinos, situación nunca vivida en México, pues siempre se hizo ante el Congreso de la Unión. Nada de largos discursos (solamente un breve mensaje que casi sonó como un mea culpa: se hizo lo que se pudo). Nada de sandeces (¡Gracias Chente!), pero no pudo irse sin pifias: casi tira la banda presidencial al entregársela al cadete del H. Colegio Militar que la recibía.

La concurrencia tenía más visos de camarilla que de público: secretarios de estado salientes y entrantes, funcionarios públicos viviendo sus últimas horas como tales y otros sus primeras horas. Nadie más. Ni Juan Pueblo, ni diputados, ni las fuerzas vivas. Nadie más. Solamente los que salen y los que entran.

Felipe Calderón tampoco pronunció discursos durante el acto, todo fue protocolario e impersonal, lejos, lejos, lejos de los electores; lejos, lejos de la ciudadanía; lejos, lejos de la sociedad; lejos, lejos de las gente, de las personas, de quienes conformamos la Nación toda. Fiestas republicanas convertidas en reuniones clandestinas vigiladas y difundidas por el Gran Hermano.

Otra pifia más del gobierno saliente (¿o del entrante?): el audio de SEPROPIE fue pésimo, a veces se iba, a veces se cortaba, nunca fue del todo bueno. Pero el mensaje fue claro y se escuchó muy fuerte: hemos cedido a la presión porque no sabemos ni podemos negociar.

¿Podrá gobernar Calderón? ¡Mmmmhh!

Al final de la transmisión oficial, Calderón dirigió un mensaje a la Nación, a esa que solamente podrá hacer cita con él a través de una cámara de televisión: es hora de terminar con nuestras diferencias a cambio de nada para hacer un "México ganador".

En efecto, Calderón, el pelón chaparrito de lentes, llamó a dar fin de inmediato a las diferencias políticas en aras del interés superior de la Nación. ¿Qué ofreció a cambio, a quienes le impugnan, a quienes le acosan, a quienes no le reconocen un muy, pero muy cuestionado triunfo en las urnas sancionado en los tribunales? Nada. En su vena autoritaria, de "mecha corta" y de "hijo desobediente", se apoltronó en la abollada autoridad de la investidura presidencial para exigir que desaparezcan las diferencias.

Pudo haber dicho: "¿Ya que le hacen al loco? Ya estoy adentro, dejen de moler". Hubiera sido lo mismo, pues llama sin invitar, exige sin conciliar. "Solamente porque lo digo yo".

Prometió que asistirá al Congreso para tomar formalmente posesión. Hace días dijo que "será divertido" dicho acto y que lo disfrutará. ¿Seguirá pensando lo mismo?

Dos tercios del electorado lo rechazamos, dos tercios de los votantes le dimos nuestro voto a otros candidatos. Pues hoy, Calderón le dio la espalda a esos dos tercios al igual que al restante tercio que votó por él. A todos nos dejó fuera de la fiesta, a todos por igual, no importando por quién votamos. Hace seis años fue el voto útil el que llevó a Fox a Los Pinos, hoy fue el voto inútil (porque no sirvió de nada) el que colocó a Calderón en la casa presidencial.

Dijo que gobernará para todos, sin distinción de raza, credo, posición económica ni distingos tales. Lo único que no dijo, y es en serio, es quiénes conforman ese "todos". Jamás dijo para "todos los mexicanos", vaya, ni siquiera "todos los mexicanos y mexicanas". Simplemente dijo "para todos". ¿Estaremos incluidos realmente todos los mexicanos? ¡Mmmmhhh!

Una buena y una mala. La buena: dijo que se acababa un largo período (¡sí que fue eterno y lo sufrimos!), lo que sonó a raspón para el ya ciudadano ex presidente Chente. La mala: dijo que es hora de iniciar otro (¡Ven! ¡Se los dije! Salimos de Guatemala para entrar a Guatepeor).

Mañana seguirá en su tónica de lejanía: irá al Congreso, luego al Auditorio Nacional a departir con 8,000 personas que seguramente forman parte del "todos" calderoniano; después irá al Campo Marte para recibir por primera vez los honores militares como Comandante Supremo de las Fuerzas Aramadas de México; comerá en el Museo de Antropología y cenará en el Castillo de Chapultepec con dignatarios y diplomáticos extranjeros. ¿Y el baño de pueblo? Ya ni las simulaciones son capaces de efectuar.

El México ganador que mencionó Calderón existe solamente en el contexto de que se va el inútil de Fox, pues en el contexto del gabinetito que nos endilgó, las cosas tienden a profundizarse en la misma dirección: concentración de la riqueza y deterioro de la vida nacional.

Nada puede hacerme feliz en este momento, ni siquiera que Foximiliano de Habsburgo y la emperatirz Martota se van a disfrutar de las fortunas mal habidas que acumularon (¿verdad infantes Bribiesca?).

Este montaje solamente me deja preocupación y un mal sabor de boca.

¡Pobre México!

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