Pues el de las "manos limpias" ha iniciado su guerra particular.
Primero apresa a disidentes oaxaqueños y los manda a un Gulag mexicano; luego les sube el sueldo a los militares; después apresa a quienes venían a dialogar con su gobierno, entre ellos el chaquetero Flavio Sosa.
No se necesitan más comentarios acerca del mensaje que está enviando el comandante supremo de las fuerzas armadas, en pie de guerra. Pero incluso en toda guerra que se respete, a los parlamentarios del bando opuesto no se les traiciona.
¿En verdad son necesarias estas demostraciones de fuerza bruta (en toda la acepción de la palabra)? Flavio Sosa es lo que se conoce como chaquetero: cambia de chaqueta según su conveniencia. Vocero del PRD en Oaxaca en el 2000, renunció al partido para sumar su voto útil, y algunos cientos más, a la campaña de Fox (incluso se fotografió con él). Luego probó suerte con partidos locales para las elecciones para la gubernatura oaxaqueña y perdió. Finalmente en el 2005 pidió, y obtuvo, su reingreso al PRD siendo nombrado Consejero Nacional. Reconocido por los mismos gobernadores como asesor permanente de José Murat y Ulises Ruiz (sí, del mismo con el que ahora pelea), rompió con este último porque le cerró la llave del presupuesto estatal, creando la APPO para aprovechar esta coyuntura.
¿Es, entonces, necesaria esta demostración para alguien que cambia de rumbo según su bolsillo se lo ordene? Claro que no, para un gobernante capaz hay muchas formas de desactivar los conflictos generados por esta persona. Pero Calderón hizo su mini-quinazo, su bazookazo enano, su remedo de 9/11 para demostrar que tiene la fuerza y el control. Antes, por si las dudas, les aumentó el sueldo a los militares, no vaya a ser la de malas.
Mientras tanto, se apresta a la reconquista de México. Sus lazos con la derecha española son claros, evidentes, públicos y datan de tiempo atrás, y les dio carta de legitimación con el nombramiento de Camilo Mouriño como virtual vicepresidente de México. Pero de eso hablaré otro día.
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