martes, agosto 01, 2006

Banorte y sus malos tratos a una anciana

Me permito reproducir íntegra la columna de Eduardo Torreblanca en El Universal para ampliar la difusión de la denuncia que hace.

Doña C. es una maestra jubilada cuya edad rebasa los 94 años. Tiene una evidente lucidez y a la fecha, antes de la comida, no perdona su tequilita. Desde hace más de 50 años padece una angina de pecho y varios de los doctores que le advirtieron cuidados especiales para no experimentar un ataque cardíaco hoy ya están bien muertos.

A pesar de su lucidez y de su buen carácter, Doña C. no juega fútbol ni patina en hielo. Para ser honestos, de hecho ya casi no camina. Requiere de ser ayudada por una enfermera con quien acabó haciendo amistad desde hace poco más de cinco años cuando la familia de la maestra jubilada la contrató luego de un derrame cerebral del que tuvo que ser intervenida a los 89 años luego de un atropellamiento sobre la avenida Balderas, justo cuando iba a comprar sus pinturas para hacer sus cuadros, porque ha de saber usted que la señora pintaba y la verdad es que pintaba bien, bastante bien.

El pasado viernes no fue un buen viernes para Doña C.

Como es costumbre, el viernes por la mañana uno de los hijos que le lleva sus asuntos de la jubilación, la de ella y la de su esposo fallecido, no pudo sacar de una de las tarjetas, de hecho de ninguna de las tarjetas de débito lo necesario para pagar a las enfermeras que a lo largo de la semana la cuidan, y hacen lo propio los fines de semana.

No pudo sacar dinero tampoco para la comida de la siguiente semana, la que hoy arranca, ni para sus medicinas porque los cajeros automáticos se negaron a proporcionar el recurso que existe en sus cuentas.

Si no fuera por su hijo, que de casualidad tenía liquidez a finales del mes, nada se hubiese podido cumplir. Ningún salario, ningún caprichito como el del tamal verde, que le encanta a Doña C. en las mañanas del domingo mientras se deleita, como desde hace más de dos décadas, viendo el programa de CHABELO por televisión.

De inmediato el hijo que le queda vivo se comunicó con la sucursal de BANORTE que tiene arraigadas sus cuentas y de ahí le informaron que el banco decidió terminar la vigencia de las tarjetas.

Las vigencias marcaban hasta el 07/06, y a pesar de ser día viernes 28, y estar cerca la fecha de pago, hoy por cierto, ningún cajero decidió concederle el efectivo necesario.

A pregunta de cuándo llegaban las nuevas tarjetas de débito, la señorita, de nombre VERONICA afirmó que COMENZARIAN A LLEGAR A PARTIR DEL DIA 8 DE AGOSTO. “Que se dé sus vueltas su mamá”, recomendó. “De todas formas puede venir a cobrar en ventanilla”, reconfortó o pensó hacerlo.

“Pues a menos que le lleve a mi madre en brazos porque prácticamente no camina y vive en un piso, que sin elevador como servicio, hace casi imposible la maniobra”, se le informó a la ejecutiva del banco. “A pues… así sí va a estar difícil”, pronosticó la bancaria.

Para no hacerla de jamón como dicta el chiste popular, el consejo resultó que se obtenga un poder certificado por un notario para que al hijo se le conceda la representación para recoger no solo los nuevos plásticos, cancelados con más de 5 días de anterioridad (los plásticos fueron considerados caducos antes del viernes), sino también un famoso TOKEN que garantiza seguridad absoluta en las transacciones por Internet que, se explicó a la ejecutiva de BANORTE, la anciana no aprende aún a manejar.

Para ser honestos se tendría que decir que la mujer que está a menos de seis años del centenario prácticamente no solo no le entiende a la Internet, sino que materialmente no le interesa saber qué es eso.

El caso es que esa misma mañana se concertó un servicio con un notario para que se otorgara el poder necesario requerido por el banco, trámite que costó dos mil pesos. Ciertamente para la maestra el recurso pudo ser costeado por su hijo, pero imaginemos alguien que no tiene la suerte de tener un hijo al pendiente de ella o con el recurso necesario para pagar el servicio o para costear enfermeras, medicinas, tamales, tequilita, comida y alguna otra calamidad porque la señora, a menos que se produzca un milagro, no puede ir a solicitar su jubilación a la ventanilla bancaria.

El asunto que tratamos lo hacemos ahora porque no se vale que en las instituciones bancarias no haya quien piense, máxime en el caso de jubilados, que existe alguna posibilidad de que alguno de los casos sea similar al que se relata. Porque en otra circunstancia, se condena a 10 días de no comer a un jubilado cuya jubilación sea menor a los dos mil pesos y no tenga ni hijo al tanto ni poder de pagar el tramite notarial exigido por la institución bancaria.

¿Por qué razones (aparentemente) BANORTE se toma el derecho de cancelar anticipadamente la vigencia de la tarjeta máxime si sabe que los nuevos plásticos no llegaran sino A PARTIR DEL DIA OCHO DE AGOSTO? ¿Cuántos jubilados del ISSSTE pueden estar en estas mismas circunstancias?

¿Por qué nadie piensa en los viejos, nuestros viejitos?

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