lunes, febrero 15, 2010

Las protestas deben cesar

El gobierno de CalNerón anuncia una inversión de 500 mdp en la martirizada Ciudad Juárez.

¿En qué se utilizarán dichos recursos? En parches, básicamente. Sí, tras tres años de una "guerra" cuestionada por Tirios y Troyanos, el gobierno federal gastará, más que invertirá, en paliativos, pues no irá al corazón, a la raíz de los problemas. Anuncian nuevos parques, escuelas, servicios de salud (con cargo al Seguro Popular), atención a adictos (se enfatiza que solamente adictos a la heroína, y no atino a dar con el por qué), y hasta terapias psicológicas de apoyo para los miles de juarenses que viven en la zozobra y el pánico. ¿Y el empleo, apá? ¿Y la inteligencia financiera para golpear a los narcos, apá? ¿Y la atención a los abusos y violaciones de derechos humanos del ejército, apá? ¿Y el secretario de Gobernación, apá? Esta última pregunta responde al hecho de que el anuncio lo hizo el titular de la secretaría de la Reforma Agraria (???????), y a que en las "mesas de trabajo" el ex-panista Gómez Mont ha brillado por su ausencia.

Como ven, la tradición en el sexenio actual se mantiene: reaccionar tarde y mal. Luego de la zarandeada que se llevó CalNerón en su reciente visita a Cd. Juárez, canceló todas las actividades programadas para ese fin de semana, incluyendo una visita a Michoacán, su estado natal, afectado por las persistentes lluvias de hace unos días. Lo siento, no puedo más que pensar mal: ante la perspectiva de otra paliza, y deprimido por el justo reclamo público de una madre juarense, el michoacano se encerró para ahogar sus penas con bebidas espiritosas, pero dicen las malas lenguas que dichas penas saben nadar, y muy bien.

Tres años de sangre y fuego para que solamente atinen a construir, o "recuperar" si fuera el caso, algunas escuelas, espacios públicos de recreación y otorgar servicios de salud apelando a un de por sí insuficiente Seguro Popular. El presidente del empleo no asigna ni un céntimo a la creación de empleos, que en buena medida alimenta el fenómeno del narcotráfico entre la población. ¡Qué poca imaginación! ¡Qué poco conocimiento! ¡Qué poca profundidad! ¡Qué poca madre!

Mientras tanto, los terrenales jerarcas de la Iglesia Católica siguen buscando meter su cuchara en cuanto asunto importante de la agenda nacional salta a la palestra: ahora convocan a la unión y culpan por el clima violento del país al "debilitamiento del tejido social y (a) una crisis de moralidad", lo que sea que eso signifique. Irónicamente, el diagnóstico que hacen es mucho más acertado, realista e integral que las insuficientes respuestas del gobierno federal a la crisis de violencia que vive el país. En el documento "Que en Cristo nuestra paz México tenga vida digna" (la sintaxis del título se respeta por incomprensible), la CEM (Conferencia del Episcopado Mexicano) arremete contra todos: recrimina los privilegios de los políticos; ejerce la autocrítica al aceptar que han fallado en su tarea evangelizadora; advierte a las Fuerzas Armadas que deben comprometerse a respetar los derechos humanos; reprocha al gobierno federal su falta de atención a la economía, pues "La pobreza, el desempleo, los bajos salarios y los niveles inhumanos de vida exponen a la violencia a muchas personas"; llama a la sociedad a no cruzarse de brazos y a organizarse con la misma eficiencia que han logrado los criminales; y fustiga a todos los niveles de gobierno por ser omisos en considerar al crimen organizado como un problema de salud pública. ¿Así o más directo?

Veamos si el gobierno clerical de CalNerón por fin presta sus necios oídos a tan connotadas y cercanas voces, por lo menos en lo ideológico, y atina a hilar un plan coherente. Lo que la CEM dice en su boletín fue señalado anteriormente por casi todos los sectores de la sociedad (especialistas, analistas, académicos, intelectuales, algunos políticos, y ciudadanos de a pie, por sólo mencionar algunos), pero ha sido olímpica e irresponsablemente ignorado por el cuestionado michoacano.

Y existen historias que contradicen el optimismo oficial de que la tan manida "guerra" calnerónica se va ganando. Veamos el caso de ciudadanos que deben expatriarse para salvaguardar sus bienes y vidas. Hoy El Universal publica una nota ejemplificando lo anterior. Con un agresivo encabezado ("Para vivir mejor se exilian en El Paso"), el mencionado diario da cuenta de cien mil juarenses, mexicanos a final de cuentas, pertenecientes a 60 mil familias, mexicanas todas ellas, que han debido desterrarse para seguir vivos. Si eso no es un Estado fallido, no sé cómo puede llamársele.

Y para rematar el recuento de lo que hoy se cosecha como consecuencia de una interminable sarta de pifias, errores, omisiones, negligencias, incapacidades y estulticias del desgobierno calderonista, el fallido presidente del empleo nuevamente fue zurrado (en todas las acepciones del término) por la ciudadanía, ahora en Angangueo, Michoacán. Sin miramientos, con justificada rabia, algunas mujeres michoacanas hablaron claro y fuerte (se respetan la sintaxis y gramática originales): "Ya no se lo pedimos, se lo exegimos, que es lo que tenemos nosotros derecho a exigir una fuente de empleo para todos"; "Y también señor Presidente, quisiera pedirle que ya no haiga brechas, que ya no haiga carreteras, que fue lo que nos perjudicó. Tanta carretera que hicieron, tanto mover los montes y todo y ahi fue donde se vino esto que hagan para un lado, que para otro"; y obsesionado por elaborar listas ordinales para resolver cualquier problema, con soberbia insensibilidad dijo que desea convertir a Angangueo en un "pueblo mágico", a lo que una habitante le respondió: "!Ya no queremos pueblo mágico, queremos una fuente de empleo!".

Como ineficaz bombero, que cuando no la riega se quema, CalNerón ha recibido duras críticas y recriminaciones siempre que se atreve a mezclarse con la raza, con el pueblo, con la gente común y corriente. Ninguna encuesta puede matizar esto.

Por desgracia, no podemos regodearnos en los yerros calnerónicos, pues su malhacer y su peor pensar nos ha perjudicado a todos. Por eso debemos exigir que las protestas cesen, que las amas de casa ya no lo recriminen, que los obreros no lo injurien; que el cada día creciente clamor de la sociedad mexicana se acalle. Pero no debido a actos de piedad, pudor, prudencia o simpatía, sino porque el gobierno debe cumplir con su deber: velar por el bienestar de toda la población. Felipe Calderón debe asumir el reto de ser estadista y dejar a un lado filias y fobias personales; debe gobernar para todos en el mejor interés del país.

De no ser así, el riesgo de dar un manotazo autoritario para sumirnos en un estado policiaco es latente y cada vez más cercano; de llevarnos de una democracia imperfecta a una tiranía perfecta e indeseable es cada vez mayor.

Por lo tanto, los mexicanos debemos continuar con nuestros reclamos, nuestras exigencias fundadas; con la defensa de nuestros derechos y obligaciones democráticas; con la demanda de una vida mejor. Y no cesar hasta que el presidente actual logre articular las acciones necesarias para cumplir, nada más y nada menos, con lo que la Constitución Política de los Estados Unidos le manda y demanda. Así de simple, así de fácil.

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