sábado, agosto 01, 2009

La celebración del 2010

La escalofriante y frenética danza de cifras de los miles de millones de pesos que el gobierno federal ha dejado de percibir no deja lugar a la duda: el país se dirige a la quiebra.

Este Experto de Nada ya se mareó, como seguramente le ha pasado a muchos mexicanos más: Que si el "boquete" fiscal es de 300 mil mdp, que si es de 600 mil mdp; que el subejercicio del presupuesto es muy grave, que no hay subejercicio; que la pobreza en el país crece sin freno, que no, que ya vamos saliendo.

Pero las medidas que se anuncian confirman los peores dichos y los peores temores: el gobierno no sabe qué hacer para allegarse recursos. Ante una crisis económica de enormes proporciones, la creatividad solamente les da para endeudarse (recuerden los 47 mil mdd del FMI más los 30 mil mdd de la Fed de EU), aumentar el costo del peaje en las carreteras de cobro, eliminar subsidios en el 2010, mismos que aún no se detallan; y aumentar los precios de la energía eléctrica. Dicho en buen romance, los precios en general seguirán subiendo, pues estos aumentos se repercuten como costos en prácticamente todos los productos y servicios, mientras que los niveles de pobreza y desempleo tienden a subir.

Esto sin contar lo que aún no se ha anunciado, pero resulta previsible: más impuestos, ya sea en la modalidad de nuevos impuestos o en la de eliminación de exenciones.

Si a esto le sumamos la caída en las remesas y en los ingresos petroleros (en este último rubro PEMEX reportó pérdidas por 26 mil mdp acumuladas a junio de este año); los enormes montos sacrificados en la hacienda pública por regímenes de excepción, amén del desplome en la recaudación; los efectos de la histérica medida de paralizar al país por la epidemia de influenza A, que nos siguen golpeando al haber proyectado una imagen negativa del país traduciéndose en la disminución de los flujos turísticos; y un cúmulo más de indicadores negativos en la economía, las perspectivas para el 2010, y por el tamaño de los "boquetes" no sería necio decir que para los próximos veinte años, no son nada halagadoras.

Pero no todo es solamente economía. Hay múltiples crisis en el país: la impartición de justicia se encuentra en uno de sus peores momentos de su historia (recordemos que estamos a escasos días de cumplir dos meses de impunidad en el caso de la guardería ABC); el entorno social se oscurece cuando comprobamos los niveles de corrupción y negligencia existentes en programas como Procampo, ahora conocido como Procapo, o la subrrogación de guarderías, lo que tensa enormemente el pacto social, así como la creciente incorporación de amplios sectores sociales a actividades ilícitas por la falta de educación y de oportunidades de vivir dignamente; sin piedad, el sistema de salud en México fue desnudado por la epidemia de influenza A: desabasto, desinformación, falta de coordinación, controles endebles, insuficiencia en la cobertura de los servicios de salud; la cultura es vista como una anécdota del pasado y no como una expresión presente que cuenta con una riqueza histórica que demanda su lugar en la construcción del futuro; las recientes elecciones intermedias del 5 de julio expusieron en toda su crudeza la crisis política que se vive en México; los niveles educativos disminuyen de manera sostenida, principalmente en las escuelas públicas, mientras se asfixia con recortes presupuestales y nefastos planes de estudio, tendientes a producir analfabetas funcionales por carretadas, al sistema educativo; la presencia internacional del país es un triste recuerdo de sus glorias pasadas, pues hemos perdido nuestro liderazgo regional, hemos hecho a un lado la Doctrina Estrada de la libre determinación de los pueblos así como a la doctrina juarista de respeto mutuo, y nos encontramos alejados de los principales movimientos geopolíticos, económicos y sociales que conforman la nueva relación de poder en el mundo; la pérdida de grandes extensiones del territorio nacional a manos de la delincuencia organizada; la corrupción endémica en todos los aspectos de la vida nacional, emanada de la desigualdad y la impunidad, cuyo referente más reciente son las redes criminales dedicadas a la sustracción ilegal de hidrocarburos y refinados en PEMEX; e irremediablemente hay que decirlo, el nivel de vida de los mexicanos decrece y el gobierno responde con recortes a subsidios y participaciones estatales, aumento de precios y más impuestos.

El recuento anterior no es exhaustivo, por desgracia. No es lo único que funciona mal en el país, es simplemente lo más reciente y lo más visible.

Esto me lleva a preguntarme: ¿Qué tanto ha mejorado el país desde 1810? ¿O qué tanto desde 1910? ¿Qué debemos celebrar en el 2010, cuando se cumple el bicentenario de nuestra independencia y el centenario de nuestra revolución? Hay avances obvios y casi naturales, pero en lo fundamental, en lo que detonó ambos movimientos libertarios ¿hemos mejorado en doscientos años? ¿Han cambiado las condiciones de desigualdad en cien años?

Donde no hay sombra de duda es en el hecho de que los mexicanos debemos seguir trabajando para superar los retos que afrontamos, muchos de ellos creados por nosotros mismos. Debemos incrementar nuestra participación en todos los aspectos de la vida nacional en nuestras esferas de influencia directa. Necesitamos elegir más cuidadosamente a nuestros gobernantes. Tenemos que entender que el poder emana directamente de nosotros, y por lo tanto, somos responsables de su ejercicio.

Ningún caudillo nos salvará, nadie hará por nosotros lo que nosotros mismos no hagamos. Nuestra suerte está en nuestras propias manos.

Sí podremos celebrar en el 2010 los aniversarios de dos de las gestas más importantes en nuestra historia, pero no debemos olvidar que la celebración podría ser mayor.

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