sábado, mayo 31, 2014

La derecha golpista en Brasil

Con sus diferencias obvias, la ultraderecha ha puesto en marcha virtuales golpes de estado en Brasil y Venezuela. La megalomanía de Maduro abona el terreno para los ataques radicales y la manipulación de las masas. Se ha comprobado que están utilizando en las redes sociales imágenes de asesinatos, violencia policial y represión falseadas. ¿Quién no recuerda la etiqueta de Twitter #PrayForVenezuela? La gente de buena voluntad, pero desinformada, ha caído en el engaño, repetido hasta el cansancio por los medios de comunicación alineados con los golpistas.

Los afanes stalinistas de Maduro hacen difícil su defensa, pero con Dilma Rousseff es una historia muy diferente. La cadena O Globo, el equivalente de Televisa en la patria amazónica, ha emprendido desde hace tiempo una campaña de difamación del gobierno del Partido de los Trabajadores (PT). La Copa del Mundo ha sido un buen pretexto para calentar el ambiente pre electoral en Brasil. Como es sabido, la calumnia siempre lleva verdades a medias dentro de sí. El alto costo financiero en que se ha incurrido para la celebración de la Copa es yesca que prende fácilmente ante las consignas incendiarias de corrupción e ineficacia. El caso paradigmático es el ¿ex? futbolista Ronaldo, ligado estrechamente con la envilecida dirigencia de la FIFA, quien ha criticado en cuanto foro le es posible la organización del evento futbolístico por excelencia, viéndose obligado a recular en fechas recientes ante el repudio popular y el desmoronamiento de sus injurias venenosas.

Ahora, surgen las acusaciones al gobierno de la presidente Rousseff de que está limpiando las calles de Brasil de niños de la calle mediante el vil recurso de asesinarlos. Recordemos que hace 25 años los escuadrones de la muerte que llevaron a cabo la carnicería cruel y cobarde de los llamados "meninos da rua", fueron financiados por la ultraderecha brasileña, especialmente en Río de Janeiro. Se trataba de policías y delincuentes, a quienes les pagaban para exterminar a los niños desamparados con el argumento de que el futuro irremediable de esos marginados no era otro que la delincuencia, así que la masacre era una medida profiláctica. Y para "demostrar" las acusaciones, en redes sociales ya empiezan a circular hórridas fotografías de niños asesinados. No extrañaría que resultaran ser imágenes falseadas o de otros lugares en el mundo, como se ha hecho en Venezuela. O bien, que dichas matanzas estén siendo realizadas por los conjurados que buscan derrocar a un gobierno democráticamente electo.

Pero, ¿cuál es la grave falta, el enorme pecado de los gobiernos que se busca sean destituidos por medio de infamias y ataques a los fundamentos democráticos? La respuesta es simple: se han alejado de los designios neoliberales que hoy día imperan como la ideología dominante y como la doctrina económica única. El caso de Venezuela debe analizarse aparte, pues los últimos gobiernos han combinado autoritarismo, populismo y absolutismo con legítimos intereses sociales, políticos y económicos. Pero si debemos meter en un mismo saco los objetivos de estos regímenes (por un lado Chávez y Maduro, y por el otro Lula y Dilma), encontraremos coincidencias fáciles de reconocer: combate a la pobreza; defensa de su soberanía (en los terrenos políticos, militares, energéticos y alimentarios, entre los más sobresalientes); agresivos planes de salud y mejoramiento de la educación; defensa a ultranza de su riqueza petrolera, recobrando la rectoría del Estado sobre la explotación, refinación y distribución de hidrocarburos y derivados; apertura de mercados pero protegiendo la economía interna, lejos del proteccionismo de antaño; y poca tolerancia con el crimen organizado, principalmente del narcotráfico.

En ambos casos hay asignaturas pendientes que laceran a sus respectivas sociedades. En el caso brasileño los pueblos originarios siguen padeciendo atraso y represión; la prostitución es un mal endémico que no se ha podido controlar; la economía muestra grandes avances, y aunque la desigualdad ha perdido terreno, aún es un problema crítico. Pero también hay logros destacables: cuentan con unas industrias aeroespacial y militares muy relevantes, el desempleo ha bajado consistentemente, la libertad de expresión es una prioridad, y la defensa de los derechos humanos registra un saldo positivo.

Combatir décadas, incluso siglos, de condiciones adversas para el bienestar de los pueblos no es tarea sencilla, ni puede aspirarse a eliminar sus efectos en el corto plazo. Se requieren políticas de Estado, que más allá de los colores partidistas, garanticen la continuidad de los planes y programas estabilizadores. Eso es lo que Brasil ha logrado, y eso es lo que la derecha radical intenta echar abajo.

No hay comentarios.: