miércoles, junio 27, 2012

Las razones de mi voto

Uno de los recuerdos más vívidos de mi infancia es que mi padre era priísta, creo que no tanto por convicción, sino porque no había por quién más votar. El PAN era el partido opositor más importante, pero carecía de fuerza y representatividad. A unas cuantas casas de la que yo habitaba, vivía una familia de panistas. Recuerdo que los veía como bichos raros, pues casi todo México votaba por el PRI, pero despertaban mis imberbes simpatías por pertenecer al único partido que realmente se oponía a la aplanadora tricolor. Hasta ahí llegaba mi conocimiento político en aquellas fechas.

Crecí y fui conociendo la verdadera cara del PRI: un partido autoritario, marrullero, díscolo. Aprendí de su historia y su relevancia: haber pacificado a una nación convulsa. Pero también comprendí que estaba agotado, que sus ideales primigenios habían sido guardados en el baúl de los recuerdos. Viví su transformación de una agrupación de centro-izquierda en una gavilla neoliberal. Sufrí las severas crisis económicas provocadas por sus políticas de corte eminentemente monetarista y financiero. Y me di cuenta de que ya no eran una opción viable para dirigir al país.

Mientras tanto, el PAN había empezado a crecer ganando gubernaturas, pero su impericia era evidente. Adicionalmente, su corte clerical, ultra conservador, me repelía. Vi con terror cómo México votó por Fox "para sacar al PRI de Los Pinos" para luego votar por Calderón, para mi creciente intranquilidad. Ataqué al "voto útil" para el payaso de Guanajuato y lamenté que nuestros sufragios se convirtieran en el "voto inútil" ante las evidencias de fraude en 2006. La historia demostró que mis temores estaban completamente fundados, aunque nunca llegué a imaginar el horror que vivimos en la actualidad.

La izquierda. ¡Ah, la izquierda! Presos de su sectarismo, de su apología de la verdad única, de su dogmatismo. Grandes figuras descollaron en ese escenario. Y la Corriente Democrática llegó. Con ella, el crecimiento de quienes votaban por la opción liberal en el país, convirtiéndose en una verdadera fuerza electoral. Y la rebatinga entre las tribus creció, postrando al principal partido progresista. Aún con todo el desprestigio que carga, el PRD aglutina a mucho de lo mejor en el país, sea a través de la militancia o por medio de las simpatías. Pero hay un tercer factor: el ideario político. Desdibujada bajo la pátina producida por corrientes parasitarias, chaqueteras y advenedizas, yace una ideología incluyente, de justicia social, de amor a la patria.

Así el escenario político, mi voto ha ido para quienes he considerado los mejores mexicanos con las propuestas más justas y realistas, y por lo tanto, los mejores candidatos a dirigir al país. Y así lo haré en esta ocasión, con un componente adicional que afirma mi decisión. El modelo económico del neoliberalismo ha llevado al capitalismo a una tremenda crisis estructural. Rescates van y vienen, y las grietas financieras se profundizan, sumiendo a las poblaciones de gran cantidad de países en el desamparo político, social y económico. Es hora de ponerle un alto a eso, y haré mi parte desde mi amado México.

Tres de los cuatro candidatos comulgan con el modelo neoliberal y proponen continuar con su aplicación a pesar del evidente fracaso en nuestra nación y en muchas otras en todo el orbe. PRI, PAN y Panal hablan de modernización, de apertura, de competencia. Y ya sabemos lo que eso significa. El cuarto de ellos, el abanderado de las izquierdas, a pesar de su talante conservador, e incluso retrógrado en ciertos temas sociales, es quien propone medidas para revertir el deterioro del Estado, del Gobierno, de las Instituciones de ambos, y los más importante, de nosotros los ciudadanos de a pie.

Por tales motivos, votaré por López Obrador.

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