lunes, noviembre 09, 2009

Cultura, diferentes visiones

En las últimas semanas he tenido la oportunidad de asistir a diversos eventos culturales organizados por variopintas instituciones del país, y he constatado la enorme importancia que tienen ambos.

No obstante, esa importancia es menospreciada sin rubor alguno por quien hoy día cobra como presidente del país y se desempeña como el personaje de la canción que tanto le gusta: el torvo, necio, pendenciero y atrabancado Hijo Desobediente.

Daré mis impresiones de tres de los eventos que más reflexiones me produjeron. El primero de ellos es la ofrenda magna de Día de Muertos que se hizo en la Ciudad Universitaria de nuestra querida UNAM, en las llamadas “islas”, atrás de la rectoría. Acercarse de noche a dicho edificio, profusamente iluminado, es una experiencia muy emotiva; pero al continuar avanzando uno ve surgir detrás de la rectoría el imponente edificio de la Biblioteca Central que de inmediato arroba al espectador. Los diminutos mosaicos que conforman los enormes murales que Juan O’Gorman plasmó en las paredes exteriores del edificio brillan en todo su esplendor a la luz de una cuidadosa iluminación. Uno no puede menos que abandonarse al alud de sensaciones que produce esa gloriosa vista. Cuando finalmente uno reacciona se encuentra con la vasta explanada de las llamadas “islas”, en esta ocasión, colmadas de gente que asiste a admirar las ofrendas, dedicadas este año al controvertido y genial Edgar Allan Poe, en el bicentenario de su nacimiento. No es mi intención hablar de las ofrendas, sino del público.

Familias enteras poblaban la explanada, pero sobre todo, grupos de jóvenes que comentaban, ironizaban y alababan los diferentes trabajos expuestos. Muchos de los visitantes acudieron disfrazados, algunos con motivos de la importada festividad de Halloween, otros con vestimentas alusivas a nuestra más cercana tradición de Muertos. Los destellos de las cámaras fotográficas eran incesantes, y ni qué decir de la multitud de teléfonos celulares que se utilizaron para el mismo propósito: llevarse un recuerdo, una evidencia del espectáculo. El evento en sí mismo ya era un acierto, pero la UNAM tuvo el buen tino de montar un escenario para conciertos. A mí me tocó presenciar uno de rock. La concurrencia no era muy nutrida, pero lo compensaba con un entusiasmo contagioso. El acercamiento a dos vertientes culturales en un solo escenario, que a final de cuentas confluían, coronó con éxito una feliz idea. La gente salió satisfecha, sin duda.

El segundo evento al que me referiré es la 29 Feria Internacional del Libro Infantil y Juvenil que se está llevando a cabo en estos días en la sede del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), el Centro Nacional de las Artes (CNA). Aquí la experiencia no fue tan grata. Desde el momento mismo en que uno al fin logra acercarse al edificio del CNA, pues el tránsito se vuelve infernal por la mala planeación y control de la afluencia vehicular, y como muestra baste mencionar que ni un solo policía se encontraba presente en la tarde del sábado pasado, se lleva la desagradable sorpresa de que la fila para ingresar al estacionamiento es enorme y casi estática, ya que al no haber lugares disponibles la gente se estaciona en el arroyo esperando que les franqueen el paso cuando se desocupa algún cajón dentro del aparcadero. Confiado en que podría utilizar, como lo he hecho en el pasado, el estacionamiento de los cines que se encuentran ahí, logré superar ese caos para enfrentarme a la ilógica realidad de que el acceso a mi pretendida tabla de salvación estaba cerrado. Ignoro el motivo de tal situación, pero sospecho que las salas de cine no estaban en funcionamiento ese día, quizá porque ya las cerraron definitivamente o tal vez por un golpe de mala suerte que nos azotó ese día. Cualquiera que sea la causa, el efecto es que el CNA solamente cuenta con un estacionamiento, insuficiente a todas luces, para atender la afluencia de gente a este tipo de eventos.

También debo mencionar que la Feria no cuenta con una página de Internet propia, y que la liga a la sección correspondiente en la página del CNA está más muerta que nuestros fieles difuntos que conmemoramos hace unos días. Aquí la sección de Ferias en el sitio del Conaculta que contiene la liga que supuestamente conduce a la información deseada; y aquí la dirección de dicha liga que no funciona.

Dentro del recinto, la afluencia de gente era importante, y el número de expositores me parece que no se redujo con respecto al año anterior. Lo que me llamó poderosamente la atención es que los libros editados por el Conaculta son mucho más caros que los de editoriales similares, al grado que se ubican en la franja de precio de las casas más reconocidas y costosas, que en muchos casos venden libros de importación. Confieso que aún no tengo una explicación razonable para este hecho.

La organización de este año siguió en buenos niveles, incluidas las decenas de jóvenes que literalmente pastorean a los visitantes, pero por desgracia me quedo con algunos hechos muy lamentables: el insuficiente estacionamiento; el nulo control vehicular; la inexistente vigilancia policiaca; y el excesivo precio de los libros editados por el Conaculta. ¡Ah! Y el bochornoso hecho de que no tengan información en Internet.

Nota: Después de haber publicado esta entrada, encontré la página de la Feria.

Por último, hablaré del Museo Nacional de Arte (MUNAL). Aprendí, dándome de golpes en la pared en anteriores experiencias, que lo mejor es no acercarse al Centro Histórico en coche, por lo que dejé el mío cerca de una estación del Metro, transporte que usé para llegar al MUNAL. Para no extenderme más sólo diré que la exposición permanente está muy bien montada, considerando incluso los problemas que representa usar un recinto adaptado para tal fin. La comprensión del México actual, a través de las obras plásticas exhibidas, es el mayor mérito que tiene el museo, aunque el observador casual sufrirá de aburrimiento, pues el recorrido no tiene un formato atrayente y ameno. Pero la reflexión que motivó su inclusión en este recuento es la de ver, con creciente horror, las coincidencias de la época actual con las condiciones previas a los movimientos independentista y revolucionario, que desembocaron en sendas guerras en México.

Las evidentes diferencias en la organización, el alcance y el éxito de cada evento demuestran las visiones que de la cultura tienen cada uno de los organizadores. El gran perdedor, a mi parecer, fue el Conaculta.

La cultura no es un pasatiempo, es una reafirmación de nuestra identidad; una puerta al futuro mediante el conocimiento de nuestro pasado; una mirada a nuestra propia realidad; un elemento imprescindible del progreso, el bienestar y la estabilidad; una expresión de lo que somos. Por eso me resulta incomprensible el desdén hacia la cultura de los últimos cinco gobiernos, al menos, el cual solamente puedo entender como el producto de una perversa ignorancia.

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