martes, noviembre 17, 2009

2010, nulificación de facto

Hernández en La Jornada.
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Se ha concretado lo que el mismo CalNerón empezó a cocinar desde el inicio mismo de su mandato: una presidencia acotada, sin rumbo y sin provenir.

Primero los amarres, en muchos casos ilegales, que lo llevaron a la presidencia, fueron un pesado lastre desde la campaña misma: la oligarquía, líderes sindicales, depredadores políticos de regímenes anteriores, los saldos de la guerra sucia, compromisos con empresas extranjeras, especialmente españolas a través del "héroe" Mouriño, televisoras, etc.

Luego las poco propicias características personales del michoacano entronizado a sangre y fuego en la Presidencia: testarudo, visceral, desconfiado, pendenciero, falto de visión. No por nada su canción favorita es El Hijo Desobediente. Carlos Castillo Peraza lo retrató de cuerpo completo en las cartas que han sido publicadas por la revista etcétera ("Tu naturaleza, tu temperamento es ser desconfiado hasta de tu sombra"), así como por Julio Scherer en su libro Secuestrados, reseñado en la revista Proceso ("Inescrupuloso, mezquino, desleal a principios y a personas").

Cómo olvidar su casi inexistente preparación como funcionario público y gobernante, misma que ha sido documentada en este espacio en varias ocasiones: burócrata de medio pelo (su cargo más importante fue como secretario en la SENER) y diputado federal no electo (plurinominal).

El Fisgón en La Jornada.
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Este coctel no podía resultar más que en la estrepitosa derrota del PAN en las pasadas elecciones de julio, lo que resultó en un Congreso hostil. Así las cosas, el PRI se alzó como el principal beneficiario del presupuesto de 3.1 billones de pesos que será ejercido en 2010, por lo que podrá usar recursos públicos para llegar a Los Pinos, nuevamente, en el 2012. Una decena de años perdida, dos presidencias panistas mediocres, miopes; un país que ha regalado doce años de su vida a un proyecto de gobierno que nunca cuajó, que nunca cumplió con las expectativas ciudadanas, que ha sumido a México en probablemente la peor crisis institucional de que se tenga memoria.

No hay nada que festinar, no hay nada que festejar: un presidente cuyo mandato ha sido revocado de facto por los poderes, también de facto, del país; un México a la deriva, sin futuro, sin rumbo, sin esperanza para las nuevas generaciones.

Los ciudadanos somos responsables de esto y más, por lo que no podemos aplazar más tomar cartas en el asunto.

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