miércoles, noviembre 05, 2008

La coherencia de Calderón

De lo poco que se le puede reconocer a Felipe Calderón es su consistencia, su coherencia: siempre comete los mismos errores.

Ayer, luego de conocer el trágico deceso de Juan Camilo Mouriño, según crónicas de reporteros de Televisa, se dejó abatir y lo demostró: agachó la cabeza, abatió su expresión y se llevó la mano a la frente. Difícil tarea la de ser Jefe de Estado. Probablemente no había en ese momento datos suficientes para corroborar o descartar un atentado, por lo que acusar el impacto de la muerte de su secretario de Gobernación y amigo pudiera haber dado un fenomenal triunfo a los responsables de un supuesto atentado. Dejar a un lado los sentimientos personales y humanos para no reaccionar públicamente a la noticia era su deber, su amargo y difícil deber. Calderón falló.

Hoy, al parecer, no hay datos suficientes para corroborar la hipótesis de un acto deliberado para matar a Mouriño, a José Luis Santiago Vasconcelos, o a ambos. En mi opinión personal es poco probable que así haya sido: considero que una aeronave con alrededor de 20 años de servicio, según dijo Televisa, no puede calificarse de nueva bajo ningún estándar, aunque la crónica de La Jornada cita a algunos funcionarios de la secretaría de Gobernación que dicen que era más nueva:

Los rostros de incredulidad se reflejaban en empleados que entraban y
salían. Incredulidad porque el jet accidentado era “prácticamente
nuevo”, comprado durante la gestión de Santiago Creel, de ahí que el
récord de horas de vuelo era de no más de cuatro años.

Además, testimonios dejados en el foro de El Universal no hablan de una explosión en el aire, a lo más, de fuego saliendo del avión. Por último, tengo la impresión de que el piloto tuvo la oportunidad de elegir el lugar donde se estrellaría el avión, pues los restos del mismo se aprecian diseminados a todo lo largo de la estrecha calle, Ferrocarril de Cuernavaca de acuerdo a mis apreciaciones. Eligió, según creo, el lugar donde menos daño haría. De ser cierto esto, el capitán Julio César Ramírez Dávalos hizo alarde de pericia y de heroísmo.

Inmerso en una vorágine de sentimientos, Felipe Calderón dió un discurso desafortunado:

  • Al hablar de los tripulantes y pasajeros, indica que "también fueron colaboradores míos". Sr. Calderón, no colaboraban con Usted, sino con el Presidente de la República, con la institución, con el país. Usted no les pagaba de su bolsa, lo hacíamos todos los mexicanos.
  • La mayor parte del discurso gira en torno a Mouriño: "fue uno de mis más cercanos colaboradores y uno de mis meores y más entrañables amigos"; "con su muerte México pierde a un gran mexicano"; "con Juan Camilo compartí a lo largo de muchos años de lucha el ideal de una patria nueva". Y así casi todo su mensaje.
  • Mostró una beligerancia fuera de lugar: "Su muerte me causa un enorme pesar, pero al mismo tiempo es para mí un motivo poderoso para pelear sin descanso y ahora más que nunca, por los ideales que compartimos ... Instruyo a mi equipo de trabajo a redoblar esfuerzos en la tarea cotidiana, a trabajar unidos y sin doblegarnos." Los subrayados son míos.
  • Solicita las plegarias de los mexicanos en un párrafo donde estira al máximo la sintáxis: "A los mexicanos les pido que, además de sus plegarias, recuerden a Juan Camilo como un mexicano joven y comprometido..." Insisto, ¿no habrá alguien medianamente letrado que le escriba sus discursos? Por otro lado, quienes no profesan ninguna religión pudieran ofenderse por la solicitud, amén de que Calderón mezcla su persona con su investidura sin rubor alguno. Hasta el día de hoy, sigue vigente en nuestra Constitución la separación de la Iglesia y el Estado.
  • En ningún momento habló de gobernabilidad, de la pérdida o conservación de la misma, de la seguridad que el Estado está obligado a garantizarle a la República. Su discurso fue una catarsis personal, no un mensaje de un mandatario.
Como pueden ver, Calderón vuelve a cometer uno de sus errores favoritos: confundir su persona, su gobierno, la Institución Presidencial, el Estado y la República que lo mandata como gobernante.

Insisto: ¿No podrían buscar entre los más de 100 millones de mexicanos uno que pueda escribirle discursos decentes?

No caben las mezquindades en este momento trágico, mi simpatía y pésame están con la familia Mouriño, así como con la de todas las víctimas de este lamentable suceso. Ya habrá oportunidad de hacer el balance de la gestión del fallecido secretario de Gobernación.

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1 comentario:

Jacka [Killer Queen] dijo...

Como siempre, un gusto leer tu análisis y tu opinión.

Gracias por la información.

¿Qué tal que hasta párroco nos salió el preciso? Se vería mejor con sotana que con la banda presidencial.

Ya estoy harta de que en los medios insistan con que TODOS los mexicanos lamentan la muerte de Mouriño y con que fue una terrible pérdida para el país. Que no le echen tanta crema a sus tacos.