domingo, mayo 12, 2013

¡Aleluya!

No quiero compararme con Jorge Luis Borges, aunque sí tengo parangón con José Luis Borgues (gracias Fox por la tangente proporcionada). Con la constancia de un ciudadano común (o sea, cada que puedo), contribuyo a documentar la Historia Local de la Infamia (parafraseando al argentino). No por gusto, por el contrario, hacerlo me causa gran pesar, y seguramente, a ustedes les fastidia tanto como a mi.

Día a día, hora a hora, en este país se comenten infamias: niños secuestrados, mujeres desaparecidas, extranjeras violadas, trata de personas, migrantes masacrados, campesinos decapitados, estudiantes abatidos, familias completas asesinadas, pueblos enteros abandonados ante las amenazas de narcotraficantes.

En fin, la lista podría extenderla con las extorsiones a comerciantes, la apropiación de las carreteras por parte de delincuentes emplazando retenes donde y cuando se les pega la gana, bloqueos en las principales ciudades, tiroteos sin fin, y un largo y agobiante etcétera.

¿Ya los cansé? Aguanten un poco más por favor, ya que solamente quiero decirles que un grupo de excursionistas fue atacado a machetazos en Jalisco. Veintidós personas que acampaban en un paraje de Zapopan fueron atacadas, alguno de ellos secuestrados (corrieron "con suerte" y fueron localizados a un par de kilómetros del lugar del ataque) y presuntamente una de las mujeres "solamente" fue violada. Los niños pertenecientes al grupo de campistas están sanos y salvos, y "a lo más" deberán lidiar con el traumático suceso el resto de sus vidas.

Claro, el entrecomillado denota ironía, pero sobre todo, el enorme cinismo de las autoridades a todos los niveles. Ayer, el gobierno (por llamarle de alguna manera) federal anunciaba con bombo y platillo una reducción del 18% en los crímenes violentos en México comparando los cinco primeros meses del sexenio de Peña contra el mismo lapso al final del sexenio de calderón (sic, con minúsculas).

¡Aleluya!, me imagino que piensan que debemos de exclamar. A mi no me lo parece, mejor sigo con mi lúgubre tarea de escribano del terror, de apologista de la violencia. Por lo menos aún tengo capacidad de indignarme, y hasta de llorar. Ruego al cielo que ustedes también.

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