lunes, mayo 09, 2011

Reflexiones sobre la Marcha Nacional

Durante dos días tuve el honor de participar directamente en la Marcha Nacional por la Paz con Justicia y Dignidad (hashtag #MarchaNacional) convocada por Javier Sicilia.

Aún es muy pronto para conocer los alcances reales de esta manifestación ciudadana realizada por miles y miles de personas en México y en el mundo. No obstante, comparto algunas reflexiones que he traído en la cabeza por días.

1. La Marcha Nacional es solamente el comienzo de algo cuyos alcance y efectos aún están indefinidos. En la medida en que los mexicanos sigamos participando se irán configurando ambos.

2. Verdaderamente me entristece mucho ver algunos de los calificativos y opiniones vertidos en Twitter por muchos usuarios honestos: no servirá de nada; activistas por un día; algo andarían haciendo (los abatidos en esta carnicería nacional); y cosas por el estilo. Este tipo de frases ilustran desesperanza, falta de confianza y poca comprensión de nuestros derechos ciudadanos. Así mismo, son representativos de la enorme masa que, con supuesta indiferencia, ve pasar esta oportunidad histórica de mejorar al país. En lo personal opino que son  manifestaciones del bloqueo emocional que millones de mexicanos realiza cotidianamente de la hosca realidad que vivimos, ahora y por décadas. Es pues, una evidencia del grave daño que padecemos.

3. Mención aparte merecen quienes cuestionan con argumentos los posibles resultados que arrojará esta movilización. No está de más decir que comparto sus inquietudes de que la inercia se pierda, que el movimiento se diluya, que no haya resultados concretos a este maravilloso y bello ejercicio ciudadano. Lo único que puedo responderles es que en  nuestras manos está el destino de esta manifestación de rechazo al horror, la impunidad y la corrupción. Acerquémonos a la organización del movimiento, participemos, intentémoslo.

4. No puedo dejar de regocijarme con la diversidad de participantes en la marcha: jóvenes, muchos jóvenes; ancianos llevando a cuestas bancos y sillas para reconfortar sus cansados huesos de cuando en cuando; personas en sillas de ruedas aguantando estoicamente el sol y el calor; familias completas marchando, los niños en andas, en carriolas, en triciclos, en bicicletas, a pie; indígenas caminando junto a ojiverdes rubios; heterosexuales e integrantes de distintas comunidades de la diversidad sexual pisando el mismo asfalto; radicales y moderados codo a codo; automovilistas saludando el paso de la marcha; gente que se arranca a aplaudir cuando los contingentes circulan frente a ellos; personalidades públicas caminando entre los anónimos ciudadanos. Pero esta misma diversidad es fortaleza y debilidad, así que hay que poner atención en el delicado balance.

5. Este ejercicio ciudadano perderá, inevitablemente, fuerza y envión. La Marcha Nacional del 8 de Mayo ha sido una cima y debemos entenderla así. Esto no debe desesperarnos ni entristecernos, la lucha debe ser cotidiana. Ahí radica la verdadera fuerza, no en los egos e intereses que empezarán a desinflarse.

6. No podemos pedirle más a Javier Sicilia, ni caudillo ni mesías puede ser. Él ha hecho lo que le dicta su conciencia, ha sido la voz que aglutinó lo que millones de mexicanos pensamos porque así lo decidió. El movimiento por la paz con justicia y dignidad debería ser capaz de continuar con él o sin él. Ese es uno de los retos. Ayudará mucho seguir contando con su participación y liderazgo, e insisto, pero no podemos pedirle nada más.

7. De felipe calderón (así, con minúsculas) no podemos esperar nada, lo que se consiga tendrá que arrebatársele debido a sus oscuros compromisos, a su estrechez de miras, a su personalidad volátil y errática, a su corta estatura política, a sus nulas dotes de estadista y a sus demonios particulares.

8. En lo personal, saqué algo en claro de estos días extraordinarios: nunca me cansaré de luchar por México.

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