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jueves, mayo 31, 2012

Sicilia y el voto nulo

España al borde de ser intervenida financieramente. Grecia a un paso del colapso. Brasil la sexta economía mundial.

En estos días México se juega más que una presidencia en la contienda electoral, se juega seguir avanzando hacia el abismo o recomponer al país. En suma, nos jugamos el futuro de México: o seguimos los pasos de Grecia y España, o tomamos la senda de Brasil.

Por eso, estimado Javier Sicilia, hacer público tu voto nulo es irresponsable. Eres una figura pública y pones sobre la mesa un asunto de interés público y nacional. ¿Abstenerse o votar nulo cuando nos jugamos tanto? Simplemente es suicida.

sábado, diciembre 10, 2011

¿Debe Calderón ser enjuiciado?

Hay una película llamada El Abogado del Diablo basada en la novela de Andrew Neiderman y adaptada por Johanthan Lemkin al cine.

Trata de un abogado que resulta ser uno de los muchos hijos e hijas que el Diablo ha procreado con simples mortales, y que a través de su despiadada carrera ha despuntado como el mejor descendiente masculino del Demonio para formarle una familia. Sí, una familia como solamente Lucifer podría desear: uniendo carnalmente al letrado con una de sus medias hermanas, igual de "exitosa" que él, para procrear un hijo. En las escenas finales, Belcebú, protagonizado magistralmente por Al Pacino en el papel de John Milton, declama un casi monólogo que le da valor a toda la película, que a falta de dichas líneas no pasaría de ser una buena producción de Hollywood. Dice Milton, refiriéndose al rol que desempeña en la batalla entre el Bien y el Mal:

... Yo no hago que las cosas sucedan. No funciona de esa manera. Libre albedrío - es como las alas de una mariposa - las tocas y nunca levantarán el vuelo. Solamente preparo el terreno. Ustedes hacen lo demás.

Libre albedrío, ciertamente. Nuestras decisiones, las miles que tomamos a lo largo de nuestras vidas, determinan el rumbo que tomamos. Tomar un buen día la decisión de sacar a las fuerzas armadas a las calles de México, cualesquiera que hayan sido el motivo y el objetivo perseguido, fue una elección de Felipe Calderón que nos ha llevado por una senda llena de acechanzas, incertidumbres, dolor, sangre y corrupción (en su sentido etimológico de romper, separar, quebrar).

Documentarse acerca de la realidad actual de México nos enfrenta a cientos, miles de historias desgarradoras: pueblos abandonados, secuestros, extorsiones, asesinatos, profanación de cadáveres, municipios sin policía, retenes ilegales, contubernio de criminales con funcionarios, policías y ministerios públicos. Dice una máxima que el poder no se toma, se arrebata. Hoy el crimen le ha arrebatado el poder al gobierno, desmantelado las instituciones del Estado, sojuzgado a la población, paralizado la actividad económica, copado a nuestros jóvenes, tomado el control de las fuerzas púbicas de seguridad, sustituido a los tribunales, y penetrando prácticamente todos los aspectos de la vida nacional.

Es cierto que lo que hoy cosechamos se sembró durante décadas, y que Felipe Calderón fue lo suficientemente ingenuo para destapar la Caja de Pandora sin la menor precaución, planeación o previsión. Al chilazo, como decimos popularmente. No podemos soslayar el contexto internacional en que nuestro país se desenvuelve, desde la enorme crisis financiera global hasta los siempre perversos intereses de los Estados Unidos, sin desdeñar los afanes neocolonialistas de España: la Hidra de Lerna, de mil cabezas de aliento venenoso.

Pero lo anterior, más que disculpas que son esgrimidas por el régimen de Calderón, debieron ser focos de atención a considerarse cuidadosamente antes de lanzarse a una guerra sin pies ni cabeza. Echar un cerrillo encendido a un pozo de gasolina para que las llamas la consuman, no es la manera más lógica de deshacerse de ella.

Intentemos por un momento olvidarnos de las miles de víctimas. Veamos la situación en términos totalmente materiales. Amplias regiones del país están bajo el absoluto control del crimen, principalmente del que tiene capacidad de organización. Mediante el fácil expediente de comprar lealtades so pena de pagar con la vida, los narcotraficantes han doblegado a gobernadores, jueces, alcaldes, policías y demás servidores públicos. Multitud de pueblos, municipios, rancherías, caseríos, caminos vecinales, carreteras y territorios carecen ya de autoridades civiles. General Terán en Nuevo León es un buen ejemplo: las fuerzas del orden han desaparecido por miedo, intimidación, asesinatos y cohecho. Hoy, General Terán no tiene policías. En otras regiones no hay Ayuntamientos constituidos: munícipes, regidores, síndicos, directores de área, y demás puestos están vacantes debido a las amenazas, muchas veces cumplidas, de los criminales. Otros relatos dan fe de los retenes ilegales en las carreteras del país, que son levantados cuando se les advierte que el ejército pasará por ahí, para reinstalarse una vez que la presencia militar desaparece. Los comerciantes deben pagar "protección", desde pocos miles hasta millones de pesos para conservar sus vidas y su patrimonio. Una vez pagada la extorsión, patrullas policiales custodian los negocios.

Otro vértice del problema lo constituyen los enormes ejércitos de que disponen los criminales, mucho más numerosos, mejor armados y con una base social mejor arraigada en la sociedad que las fuerzas castrenses que se les enfrentan. ¿De qué van a vivir millones de jóvenes con una educación deficiente, necesidades económicas urgentes y cero posibilidades de tener una vida productiva digna? Los jóvenes al servicio de los criminales refieren que es la única manera de ganar dinero. Con más de 53 millones de pobres, el abasto de soldados está garantizado.

En la total indefensión, la disyuntiva es clara para muchos: plata o plomo, o aceptan integrarse a actividades ilícitas o acabarán muertos. La desigualdad y la impunidad campean por todo el país. Las plazas públicas están vacías en un estado de excepción de facto aplicado por la temerosa población. La eclosión criminal ha provocado el colapso del Estado.

Los problemas mencionados líneas arriba no se resuelven con las armas, hay un trasfondo que debe ser atendido antes de empezar a echar tiros. Y solamente se abordaron unos pocos.

Hace pocos días Javier Sicilia le decía a Carmen Aristegui en su noticiario nocturno en CNN en Español que el país está balcanizado debido a que amplias franjas del territorio nacional están en poder de los criminales, y remataba diciendo que a él le constaba pues lo pudo ver durante el recorrido de las Caravanas por la Paz de las que fue notable integrante.

A modo de conclusión, aventuro una respuesta a la pregunta que titula estas líneas: Sí, Felipe Calderón debe ser enjuiciado por entregar el país al crimen organizado, por propiciar el colapso del Estado, por dejar desprotegidos a millones de mexicanos y por ser el principal responsable de la muerte de miles de compatriotas, criminales o no.

Lejos de rectificar, en sus infinitas soberbia y vanidad, Felipe Calderón porfía en la desastrosa fórmula, que lejos de arrojar resultados positivos ha postrado a la nación.

La vanidad es mi pecado favorito - John Milton

lunes, mayo 09, 2011

Reflexiones sobre la Marcha Nacional

Durante dos días tuve el honor de participar directamente en la Marcha Nacional por la Paz con Justicia y Dignidad (hashtag #MarchaNacional) convocada por Javier Sicilia.

Aún es muy pronto para conocer los alcances reales de esta manifestación ciudadana realizada por miles y miles de personas en México y en el mundo. No obstante, comparto algunas reflexiones que he traído en la cabeza por días.

1. La Marcha Nacional es solamente el comienzo de algo cuyos alcance y efectos aún están indefinidos. En la medida en que los mexicanos sigamos participando se irán configurando ambos.

2. Verdaderamente me entristece mucho ver algunos de los calificativos y opiniones vertidos en Twitter por muchos usuarios honestos: no servirá de nada; activistas por un día; algo andarían haciendo (los abatidos en esta carnicería nacional); y cosas por el estilo. Este tipo de frases ilustran desesperanza, falta de confianza y poca comprensión de nuestros derechos ciudadanos. Así mismo, son representativos de la enorme masa que, con supuesta indiferencia, ve pasar esta oportunidad histórica de mejorar al país. En lo personal opino que son  manifestaciones del bloqueo emocional que millones de mexicanos realiza cotidianamente de la hosca realidad que vivimos, ahora y por décadas. Es pues, una evidencia del grave daño que padecemos.

3. Mención aparte merecen quienes cuestionan con argumentos los posibles resultados que arrojará esta movilización. No está de más decir que comparto sus inquietudes de que la inercia se pierda, que el movimiento se diluya, que no haya resultados concretos a este maravilloso y bello ejercicio ciudadano. Lo único que puedo responderles es que en  nuestras manos está el destino de esta manifestación de rechazo al horror, la impunidad y la corrupción. Acerquémonos a la organización del movimiento, participemos, intentémoslo.

4. No puedo dejar de regocijarme con la diversidad de participantes en la marcha: jóvenes, muchos jóvenes; ancianos llevando a cuestas bancos y sillas para reconfortar sus cansados huesos de cuando en cuando; personas en sillas de ruedas aguantando estoicamente el sol y el calor; familias completas marchando, los niños en andas, en carriolas, en triciclos, en bicicletas, a pie; indígenas caminando junto a ojiverdes rubios; heterosexuales e integrantes de distintas comunidades de la diversidad sexual pisando el mismo asfalto; radicales y moderados codo a codo; automovilistas saludando el paso de la marcha; gente que se arranca a aplaudir cuando los contingentes circulan frente a ellos; personalidades públicas caminando entre los anónimos ciudadanos. Pero esta misma diversidad es fortaleza y debilidad, así que hay que poner atención en el delicado balance.

5. Este ejercicio ciudadano perderá, inevitablemente, fuerza y envión. La Marcha Nacional del 8 de Mayo ha sido una cima y debemos entenderla así. Esto no debe desesperarnos ni entristecernos, la lucha debe ser cotidiana. Ahí radica la verdadera fuerza, no en los egos e intereses que empezarán a desinflarse.

6. No podemos pedirle más a Javier Sicilia, ni caudillo ni mesías puede ser. Él ha hecho lo que le dicta su conciencia, ha sido la voz que aglutinó lo que millones de mexicanos pensamos porque así lo decidió. El movimiento por la paz con justicia y dignidad debería ser capaz de continuar con él o sin él. Ese es uno de los retos. Ayudará mucho seguir contando con su participación y liderazgo, e insisto, pero no podemos pedirle nada más.

7. De felipe calderón (así, con minúsculas) no podemos esperar nada, lo que se consiga tendrá que arrebatársele debido a sus oscuros compromisos, a su estrechez de miras, a su personalidad volátil y errática, a su corta estatura política, a sus nulas dotes de estadista y a sus demonios particulares.

8. En lo personal, saqué algo en claro de estos días extraordinarios: nunca me cansaré de luchar por México.

sábado, abril 09, 2011

Hipnosis y kakistocracia

Cinco meses sin escribir en este espacio. Demasiadas cosas pasando en el país, únicas y repetitivas al mismo tiempo, con tal rapidez que me dejaron pasmado.

Como si fuera una obsesión, durante los últimos años le he dado seguimiento, primero divertido, luego preocupado y ahora desesperado, a las pifias constantes de felipe calderón (con minúsculas). Constatar en la realidad que lo que parecía iba a salir mal resultó peor de lo esperado es un golpe del que me ha costado reponerme, porque además se repite cotidianamente embalsamado junto con los 40 mil muertos de una batalla sin sentido ni objetivo; se repite empapado en la sangre de inocentes, decapitado por la brutalidad inhumana de los delincuentes, ahogado en el cinismo gubernamental en todos los órdenes.

Mucho criticamos el actuar y las omisiones de quien ocupa la titularidad del Poder Ejecutivo, arrimado a los rincones, viviendo sus fantasías, disfrutando de sus "juguetes" clase Jack Bauer. Un niño inmaduro, berrinchudo con mucho poder formal pero empantanado en sus delirios. Pero ¿qué decir de nosotros, los ciudadanos, que contemplamos inertes esta comedia de errores y horrores sin chistar? ¿Qué decir de nuestros "representantes" en el Poder Legislativo? ¿Qué decir de los impartidores de Justicia en el Poder Judicial? ¿Qué decir de los partidos políticos que han abdicado a los ideales, las ideas y las ideologías para montarse en el jamelgo de los beneficios personales al corto plazo, en la rebatinga de privilegios y prebendas, en el festinamiento de la hacienda pública?

Alguien dijo hace poco, un ciudadano de a pie, que la izquierda ha abandonado su ideología mientras que la derecha no lo ha hecho ni un ápice. Este diagnóstico, fulgurante y oscuro a la vez, radiografía con escalofriante precisión lo que no solo en México está ocurriendo, sino en todo el mundo.

Durante siglos, con diferentes pieles y nombres, la pugna entre pobres y ricos ha movido la rueca de la historia. Hoy el libre mercado, el consumismo como realización personal, el monetarismo rampante, la acumulación brutal de riqueza, la desigualdad lacerante, el capitalismo salvaje, la "pinche competitividad" (citando a Javier Sicilia en su carta abierta a políticos y criminales) han sustituido dicha lucha, muchos años conocida como lucha de clases, término hoy en desuso y casi vergonzante.

Como muestra tenemos los escandalosos fraudes financieros, la indignante e indigna especulación financiera que arruina naciones (Grecia y México pueden dar dolorosa constancia de esto), la adoración del vellocino de oro, sea negro o amarillo, que alquímicamente se transmuta de bendición a maldición postrando pueblos enteros bajo las armas y las botas. La lucha ya no es de ideologías sino de carteras.

Mesmerizados por las falsas promesas del neoliberalismo, naciones enteras se han entregado al ejercicio de flotar al garete entre las fuerzas del mercado. Sus gobernantes pasaron de entender de bienestar, salud, educación, empleo, garantías, seguridad, soberanía a solamente comprender de maximización, eficiencia, empoderamiento, competitividad, privatización, adelgazamiento, macroeconomía e indicadores financieros. La gente se convirtió en números y solamente hacen sentido mientras figuren en las estadísticas, no importa si son de pobreza, asesinatos, daños colaterales, inmigrantes ilegales o desplazados por la violencia. La ciudadanía ya no es fin ni medio, es un estorbo. Hay que proveer servicios, seguridad, salud, educación, cultura, y todas esas estupideces que no generan plusvalía ni superávit, a menos que sean puestas en manos privadas. Por eso se les llama tecnócratas, por eso el término se ha convertido en peyorativo, por eso se han conformado en una kakistocracia (el gobierno de los peores).

Madurar durante meses los pensamientos anteriores, darles forma, asimilar el absurdo cotidiano, el horror que se ha vuelto habitual a fuerza de la administración de la desgracia ajena que hacen los gobernantes (parafraseando nuevamente a Javier Sicilia), me mantuvo silencioso, callado, taciturno.

Pero salir a marchar el miércoles pasado junto con miles de personas en diversos puntos del país y en ciudades del extranjero me devolvió la voz, me determinó a fortalecer la esperanza mediante la acción, a contrapelo de la desesperanza que la kakistocracia se ha afanado en sembrar entre nosotros.

"Estamos hasta la madre", "Ni un muerto más", "No más sangre", "No es nuestra guerra", "Queremos paz" son algunas de las consignas que vibraron en miles de gargantas ese feliz día, que se estamparon en mantas, carteles, afiches, camisetas, rostros, miradas y conciencias. "La indiferencia también es un crimen" se leía en cartulinas portadas por jóvenes manos huérfanas de futuro. Ancianos portando a cuestas bastones, sillas plegables y su vejez marchando junto a una mujer en silla de ruedas; niños en los hombros de sus padres enarbolando banderas de México; adultos avergonzados por permitir el desastre que flagela al país gritando a todo pulmón y ofreciendo su corazón. No todo está perdido.

Reitero y refrendo que los ciudadanos somos la última línea de defensa contra la violencia deshumanizada, contra la acumulación de riqueza obscena, la desigualdad vergonzosa, la procaz enajenación de los políticos, el fusco manto de la corrupción que nos cubre y atenaza, la despiadada impunidad que nos corroe, el desamparo social, político y económico al que nos hemos condenado nosotros mismos. Por nuestra propias manos yertas hemos muerto.

Si no queremos convertirnos en un montón de osarios sobre los que gobernarán o reinarán políticos facciosos y criminales deshumanizados, y nuevamente abrevo en las aguas de la multicitada carta de Javier Sicilia, el conjuro es la participación. Opciones hay muchas, simplemente han sido secuestradas, por lo que individuos y organizaciones luchan por reconquistarlas. Escribirle a nuestro diputado, llamarle a nuestro senador son prácticas inéditas para los mexicanos, pero existen y pueden usarse. Una carta, un correo electrónico, una llamada pueden hacer la diferencia. No debemos menospreciar el peso de la acción individual que construye la acción colectiva. La tecnología también está de nuestro lado, pues podemos enviar mensajes por Twitter a nuestros representantes, a los funcionarios federales y locales, a quienes están ahí para servirnos, no para servirse de nosotros. Basta escribir el nombre del funcionario o legislador en un buscador de Internet y seguramente encontraremos su cuenta en Twitter, pues todos están montándose en esta herramienta, sobre todo por los tiempos electorales que se avecinan. También se puede consultar la lista de legisladores en la página electrónica de las cámaras que conforman el Congreso de la Unión.

Iré recopilando una lista de herramientas, que publicaré aquí, como datos, direcciones y organizaciones con las que se pueda participar en esta guerra cívica y pacífica contra las facciones que llevan a cabo su guerra inhumana y sangrienta.

Carta abierta a políticos y criminales

La revista Proceso publicó esta carta del poeta Javier Sicilia. Nunca más oportuno reproducirla y difundirla.

MÉXICO, DF., 3 de abril (Proceso).- El brutal asesinato de mi hijo Juan Francisco, de Julio César Romero Jaime, de Luis Antonio Romero Jaime y de Gabriel Anejo Escalera, se suma a los de tantos otros muchachos y muchachas que han sido igualmente asesinados a lo largo y ancho del país a causa no sólo de la guerra desatada por el gobierno de Calderón contra el crimen organizado, sino del pudrimiento del corazón que se ha apoderado de la mal llamada clase política y de la clase criminal, que ha roto sus códigos de honor.
No quiero, en esta carta, hablarles de las virtudes de mi hijo, que eran inmensas, ni de las de los otros muchachos que vi florecer a su lado, estudiando, jugando, amando, creciendo, para servir, como tantos otros muchachos, a este país que ustedes han desgarrado. Hablar de ello no serviría más que para conmover lo que ya de por sí conmueve el corazón de la ciudadanía hasta la indignación. No quiero tampoco hablar del dolor de mi familia y de la familia de cada uno de los muchachos destruidos. Para ese dolor no hay palabras –sólo la poesía puede acercarse un poco a él, y ustedes no saben de poesía–. Lo que hoy quiero decirles desde esas vidas mutiladas, desde ese dolor que carece de nombre porque es fruto de lo que no pertenece a la naturaleza –la muerte de un hijo es siempre antinatural y por ello carece de nombre: entonces no se es huérfano ni viudo, se es simple y dolorosamente nada–, desde esas vidas mutiladas, repito, desde ese sufrimiento, desde la indignación que esas muertes han provocado, es simplemente que estamos hasta la madre.
Estamos hasta la madre de ustedes, políticos –y cuando digo políticos no me refiero a ninguno en particular, sino a una buena parte de ustedes, incluyendo a quienes componen los partidos–, porque en sus luchas por el poder han desgarrado el tejido de la nación, porque en medio de esta guerra mal planteada, mal hecha, mal dirigida, de esta guerra que ha puesto al país en estado de emergencia, han sido incapaces –a causa de sus mezquindades, de sus pugnas, de su miserable grilla, de su lucha por el poder– de crear los consensos que la nación necesita para encontrar la unidad sin la cual este país no tendrá salida; estamos hasta la madre, porque la corrupción de las instituciones judiciales genera la complicidad con el crimen y la impunidad para cometerlo; porque, en medio de esa corrupción que muestra el fracaso del Estado, cada ciudadano de este país ha sido reducido a lo que el filósofo Giorgio Agamben llamó, con palabra griega, zoe: la vida no protegida, la vida de un animal, de un ser que puede ser violentado, secuestrado, vejado y asesinado impunemente; estamos hasta la madre porque sólo tienen imaginación para la violencia, para las armas, para el insulto y, con ello, un profundo desprecio por la educación, la cultura y las oportunidades de trabajo honrado y bueno, que es lo que hace a las buenas naciones; estamos hasta la madre porque esa corta imaginación está permitiendo que nuestros muchachos, nuestros hijos, no sólo sean asesinados sino, después, criminalizados, vueltos falsamente culpables para satisfacer el ánimo de esa imaginación; estamos hasta la madre porque otra parte de nuestros muchachos, a causa de la ausencia de un buen plan de gobierno, no tienen oportunidades para educarse, para encontrar un trabajo digno y, arrojados a las periferias, son posibles reclutas para el crimen organizado y la violencia; estamos hasta la madre porque a causa de todo ello la ciudadanía ha perdido confianza en sus gobernantes, en sus policías, en su Ejército, y tiene miedo y dolor; estamos hasta la madre porque lo único que les importa, además de un poder impotente que sólo sirve para administrar la desgracia, es el dinero, el fomento de la competencia, de su pinche “competitividad” y del consumo desmesurado, que son otros nombres de la violencia.
De ustedes, criminales, estamos hasta la madre, de su violencia, de su pérdida de honorabilidad, de su crueldad, de su sinsentido.
Antiguamente ustedes tenían códigos de honor. No eran tan crueles en sus ajustes de cuentas y no tocaban ni a los ciudadanos ni a sus familias. Ahora ya no distinguen. Su violencia ya no puede ser nombrada porque ni siquiera, como el dolor y el sufrimiento que provocan, tiene un nombre y un sentido. Han perdido incluso la dignidad para matar. Se han vuelto cobardes como los miserables Sonderkommandos nazis que asesinaban sin ningún sentido de lo humano a niños, muchachos, muchachas, mujeres, hombres y ancianos, es decir, inocentes. Estamos hasta la madre porque su violencia se ha vuelto infrahumana, no animal –los animales no hacen lo que ustedes hacen–, sino subhumana, demoniaca, imbécil. Estamos hasta la madre porque en su afán de poder y de enriquecimiento humillan a nuestros hijos y los destrozan y producen miedo y espanto.
Ustedes, “señores” políticos, y ustedes, “señores” criminales –lo entrecomillo porque ese epíteto se otorga sólo a la gente honorable–, están con sus omisiones, sus pleitos y sus actos envileciendo a la nación. La muerte de mi hijo Juan Francisco ha levantado la solidaridad y el grito de indignación –que mi familia y yo agradecemos desde el fondo de nuestros corazones– de la ciudadanía y de los medios. Esa indignación vuelve de nuevo a poner ante nuestros oídos esa acertadísima frase que Martí dirigió a los gobernantes: “Si no pueden, renuncien”. Al volverla a poner ante nuestros oídos –después de los miles de cadáveres anónimos y no anónimos que llevamos a nuestras espaldas, es decir, de tantos inocentes asesinados y envilecidos–, esa frase debe ir acompañada de grandes movilizaciones ciudadanas que los obliguen, en estos momentos de emergencia nacional, a unirse para crear una agenda que unifique a la nación y cree un estado de gobernabilidad real. Las redes ciudadanas de Morelos están convocando a una marcha nacional el miércoles 6 de abril que saldrá a las 5:00 PM del monumento de la Paloma de la Paz para llegar hasta el Palacio de Gobierno, exigiendo justicia y paz. Si los ciudadanos no nos unimos a ella y la reproducimos constantemente en todas las ciudades, en todos los municipios o delegaciones del país, si no somos capaces de eso para obligarlos a ustedes, “señores” políticos, a gobernar con justicia y dignidad, y a ustedes, “señores” criminales, a retornar a sus códigos de honor y a limitar su salvajismo, la espiral de violencia que han generando nos llevará a un camino de horror sin retorno. Si ustedes, “señores” políticos, no gobiernan bien y no toman en serio que vivimos un estado de emergencia nacional que requiere su unidad, y ustedes, “señores” criminales, no limitan sus acciones, terminarán por triunfar y tener el poder, pero gobernarán o reinarán sobre un montón de osarios y de seres amedrentados y destruidos en su alma. Un sueño que ninguno de nosotros les envidia.
No hay vida, escribía Albert Camus, sin persuasión y sin paz, y la historia del México de hoy sólo conoce la intimidación, el sufrimiento, la desconfianza y el temor de que un día otro hijo o hija de alguna otra familia sea envilecido y masacrado, sólo conoce que lo que ustedes nos piden es que la muerte, como ya está sucediendo hoy, se convierta en un asunto de estadística y de administración al que todos debemos acostumbrarnos.
Porque no queremos eso, el próximo miércoles saldremos a la calle; porque no queremos un muchacho más, un hijo nuestro, asesinado, las redes ciudadanas de Morelos están convocando a una unidad nacional ciudadana que debemos mantener viva para romper el miedo y el aislamiento que la incapacidad de ustedes, “señores” políticos, y la crueldad de ustedes, “señores” criminales, nos quieren meter en el cuerpo y en el alma.
Recuerdo, en este sentido, unos versos de Bertolt Brecht cuando el horror del nazismo, es decir, el horror de la instalación del crimen en la vida cotidiana de una nación, se anunciaba: “Un día vinieron por los negros y no dije nada; otro día vinieron por los judíos y no dije nada; un día llegaron por mí (o por un hijo mío) y no tuve nada que decir”. Hoy, después de tantos crímenes soportados, cuando el cuerpo destrozado de mi hijo y de sus amigos ha hecho movilizarse de nuevo a la ciudadanía y a los medios, debemos hablar con nuestros cuerpos, con nuestro caminar, con nuestro grito de indignación para que los versos de Brecht no se hagan una realidad en nuestro país.
Además opino que hay que devolverle la dignidad a esta nación.

Oídos sordos

Compilar las diferentes voces y los hechos recientes que pintan el mosaico caótico en que calderón (con minúsculas) ha convertido su sexenio es tarea de titanes.

La ONU, Lula da Silva, los Estados Unidos, ONG's, académicos, defensores de derechos humanos, activistas sociales, periodistas, mandatarios extranjeros, el FBI, el PAN mismo y miles (que estadísticamente representan a millones) de mexicanos, son solo algunos de los que alertan sobre una línea de acción de combate al narcotráfico y al crimen organizado totalmente errada. Para sustentar su dicho exhiben pruebas irrefutables: fosas clandestinas conteniendo decenas de cadáveres que acusan huellas de tortura; extensas zonas del país en donde no hay autoridad, pues las policías locales han sido disueltas de facto, las fuerzas federales no ingresan ni por equivocación y los poderes constitucionales se encuentran inermes y amenazados en el mejor de los casos, pues si no se pliegan a las exigencias de los delincuentes encuentran la muerte; cierre masivo de negocios en el norte del país; un creciente número de hogares abandonados debido al tsunami de violencia; la creación y engrosamiento de un preocupante ejército de los llamados ninis (jóvenes que NI estudian NI trabajan) que echa por la borda el bono demográfico que tanto cacareábamos hace unos años; legiones de padres peregrinando por el país mendigando justicia para sus hijos asesinados; ejecuciones públicas de activistas sociales y la consecuente intimidación de sus familias, al grado que tienen que salir del país so pena de muerte por los no tan misteriosos verdugos que hacen imperar su ley donde el Gobierno, más que el Estado, ha fallado miserablemente en su deber de protegerlos y protegernos; la vergonzosa aceptación del partido gobernante de que en los años en que han ocupado la titularidad del Poder Ejecutivo se han producido más de 102 mil muertos por la violencia del crimen organizado, lo que convalida la cifra dada a conocer por el Gobierno Federal de que en el sexenio de calderón se han producido cerca de 40 mil muertes violentas ligadas al reino de terror criminal que nos sofoca.

Este agotador y deprimente recuento bastaría para que el actual presidente, junto con todo su gabinete, vieran revocado su mandato y se sometieran a las instancias legales correspondientes, entre ellas el juicio político. Pero infelizmente es sólo la punta del pútrido, fétido y sangriento iceberg.

En días recientes el FBI ha declarado que la violencia en México está fuera de control, mientras que William R. Brownfield, subsecretario de Estado adjunto de la Oficina de Asuntos Internacionales de Procuración de Justicia y Narcotráfico de Estados Unidos, declaró que la estrategia que han apoyado durante 32 años para combatir al narcotráfico ha sido equivocada. Por su lado, el ex presidente brasileño Luiz Inacio Lula da Silva ayer en la convención bancaria que se está celebrando en Acapulco, puso el dedo en la llaga al señalar que la violencia es hija de la pobreza, mientras la ONU externa su alarma por el alto número de crímenes en contra de migrantes que transitan por el territorio nacional.

No podemos dejar afuera el reciente asesinato de Juan Sicilia en Temixco, Morelos. Juan era hijo del poeta y periodista Javier Sicilia, quien fue muerto simple y sencillamente por la mala fortuna de ser un buen amigo que acudió al llamado de un amigo en apuros. Este sinsentido detonó decenas de marchas y demostraciones de apoyo a la familia del poeta así como de repudio a la violencia que nos asfixia en decenas de ciudades del país y el extranjero. Un mosaico que recoge algunos testimonios e imágenes lo pueden consultar aquí.

Hasta aquí el recuento por razones prácticas y no porque falte material.

Sin control, sin visión, sin sensibilidad, calderón respondió que el ejército seguirá en las calles mientras no se tengan cuerpos de policía confiables en todas y cada una de las entidades del país, con lo que envió el mensaje de que continuará con su absurda política basada en la violencia institucional sin brújula y sin sextante. Cumpliendo su papel de corifeo, el inefable Genaro García Luna dijo que por ahí del 2015 empezaría a declinar la violencia en que nos han sumergido estos cínicos.

¿Y qué ha hecho el Gobierno Federal para devolver la tranquilidad al país? Prácticamente nada. No es un secreto que el combate al crimen organizado, principalmente al narcotráfico (que a su vez ha extendido sus tentáculos a lucrativas actividades ilícitas como la trata y el tráfico de personas, las extorsiones, los secuestros, el tráfico de armas, entre otras cosas) debe ser multidimensional; que debe atender las causas sociales y económicas que le permiten florecer (falta de empleo, servicios de salud públicos agonizantes, declinantes oferta y nivel de la educación, desprecio total a la cultura, la ciencia y el arte, etc.), así como las ramificaciones políticas locales e internacionales, las estructuras financieras del lavado de dinero producto de las actividades criminales, la erradicación de la impunidad y la lucha frontal contra la corrupción; la profesionalización de los cuerpos policiales iniciando con salarios dignos, y pasando por seguridad social, servicios de salud, protección contra venganzas de criminales, capacitación, armamento adecuado, y otra vez, atacar al cáncer de la corrupción.

En suma, hay que recomponer el contrato social entre Gobierno, Estado y ciudadanos, o como lo manifestó Javier Sicilia, el tejido social.

Hay evidencias cada día más claras de que la desesperación de felipe calderón tras su impugnado triunfo en el 2006 lo llevó a tomar decisiones apresuradas atendiendo sugerencias y peticiones que tiempo atrás el gobierno de los Estados Unidos venía exponiéndole a su contraparte mexicana al amparo de las tinieblas y la secrecía: incrementar la intensidad del combate al narcotráfico. Wikileaks, a través de La Jornada, ha develado los entresijos de palabras y acciones que rayan en el abierto intervencionismo. Con perverso orgullo los estadounidenses dicen y refrendan en los hechos la frase de John Foster Dulles, Secretario de Estado de Dwight Eisenhower: Estados Unidos no tiene amigos, solamente tiene intereses. Abrazar una estrategia unidimensional de violencia en contra del narcotráfico y sus tropas, pues los capos viven en completa tranquilidad mientras no se enemisten con el gobierno, fue el peor error de calderón. Ese error lo estamos pagando todos, absolutamente todos los mexicanos: quienes vivimos aquí y quienes se han ido del país por diversas razones; los muerto y los vivos; los mutilados y los "levantados; los asesinados que son considerados basura al aplicarles el eufemismo de "daños colaterales"; los niños acribillados por el ejército, los estudiantes abatidos a las puertas de sus casas de estudio, los jóvenes acribillados en bares, discotecas, clubes nocturnos, campos de fútbol, parques e incluso en casas particulares donde celebraban fiestas.

El peso de la obcecación de un individuo incapaz, atrapado en el micro management, que desconfía hasta de su sombra por lo que ha privilegiado infructuosamente al amiguismo sobre la eficiencia, recae sobre nuestras espaldas. El berenjenal en donde inició su presidencia, con altísimas facturas que pagar a quienes le permitieron conseguir el ínfimo e insuficiente medio punto porcentual que le llevó a Los Pinos, ha sido convertido en la zona de confort de calderón. Nunca saldó completamente esas facturas pero contrajo nuevas deudas en alianzas, pactos y componendas fruto de la impericia que han sido ventiladas vergonzosamente por tirios y troyanos; nunca logró legitimarse; nunca tuvo la visión ni la estatura para construir puentes políticos; nunca tuvo la intención de voltear a la ciudadanía y aliarse con ella. Jamás pasó por su cabeza tejer redes sociales, despreció consejos y alimentó consejas, se refugió en el autoritarismo simplón. En suma, prefirió dejar las cosas como estaban antes que ponerse a trabajar, a pensar, a razonar. Está cómodo, está a salvo, está satisfecho en apariencia en su berenjenal, en su prisión, en su inmovilidad, en su oscurantismo, en su entreguismo, en su estupidez.

Este cóctel explosivo es el caldo de cultivo ideal para el desgarramiento de la Nación, para la intervención extranjera, para el aniquilamiento del país independiente que acaba de conmemorar, ironías fatídicas, el Bicentenario de su emancipación.

Las instituciones republicanas han sido rebasadas por la indolencia, la corrupción, los intereses facciosos, la impudicia, la impunidad. Los ciudadanos somos la última línea de defensa.