@FelipeCalderon ha permitido
(¿intencionalmente?) que el crimen organizado se apodere de regiones
enteras del país. Hernández en La Jornada del 12 de febrero de 2012.
No puede dejar uno de preguntarse si el caos que vive México ha sido
inducido, pues revisando cada aspecto de la vida nacional no es posible
encontrar saldos favorables en ninguno de ellos. En el empleo, el país
demanda 1.2 millones de plazas cada año y CalNerón ha generado menos de
la mitad, y de ese número, la amplia mayoría son empleos temporales, sin
prestaciones, sin seguridad social y sin generar antigüedad. En la
salud, tanto el IMSS como el ISSSTE han sido desmantelados lenta pero
constantemente privilegiando un engendro llamado Seguro Popular, cuya
cobertura es muy limitada en cuanto al número de enfermedades y a la
disponibilidad de medicamentos. En la economía, México ha caído a
niveles de ingreso per cápita y de equidad en la distribución a niveles
de países africanos. En la educación también nos hemos rezagado
dramáticamente. Echó a la calle a miles de personas durante los
conflictos de Luz y Fuerza y Mexicana de Aviación, por sólo mencionar
dos. Al menos 7 millones de jóvenes no estudian ni trabajan, por lo que
su destino será, con toda seguridad, el crimen organizado. Está
entregando los recursos naturales del país, algunos no renovables, a
empresas extranjeras en áreas reservadas al Estado mediante trampas
legales, notablemente en el área de petróleo y derivados. En su guerra
contra el crimen organizado han muerto entre 50 y 70 mil mexicanos,
tanto delincuentes como ciudadanos honrados; cientos de miles han
abandonado sus hogares y propiedades debido al vacío judicial que hay en
amplias regiones del país; los huérfanos de guerra se cuentan por
decenas de miles. La corrupción no solamente no ha disminuido, sino que
ha aumentado tanto en magnitud como en descaro, siendo el ejemplo más
patente y reciente la mal halada Estela de Luz. La política exterior
mexicana, antes motivo de orgullo con la Doctrina Estrada, es ahora una
comedia de yerros y enredos. El amiguismo ha cundido en todas partes,
especialmente en el círculo íntimo de la Presidencia de la República y
en el gabinete presidencial, incluyendo el ampliado, lo que ha
deteriorado seriamente la fortaleza del Estado y su eficacia. La
política ha sido reducida a una serie de elementales reglas para
repartirse el botín de la hacienda pública destinada al financiamiento
de partidos y órganos políticos. La impunidad es ya una política de
estado.
La lista, por desgracia, no ha terminado, pero sí mi paciencia y la suya.
Por supuesto que CalNerón no es el único responsable; por supuesto
que muchos de los males se gestaron décadas atrás; por supuesto el
próximo presidente del país no podrá arreglar semejante desastre. Seamos
claros, al menos los últimos cinco sexenios, desde Miguel de la Madrid
hasta el actual, han sido encarnados en un grupo de pillos apátridas, y
al menos los dos últimos, de Vicente Fox y de CalNerón, en un grupúsculo
inepto, frívolo, inculto, inexperto, insensible y mercenario.
¿Debemos entonces llevar a Los Pinos a un super héroe, a un mesías, a
un caudillo? Y si es así, ¿a quién? ¿Quién es ese prohombre o esa
promujer? ¿Y si no existiera tal Iluminado o Iluminada, nos debemos
abandonar a nuestra suerte, tan mala que es?
Gane quien gane, sin importar las siglas partidistas, solamente podrá
ser una o un buen presidente apoyándose en la participación ciudadana;
en la vigilancia popular; en la exigencia cívica del cumplimiento de la
ley. Durante décadas hemos convertido a nuestros representantes en
nuestras nanas, les hemos delegado enteramente la tarea de gobernar, les
hemos dado discrecionalidad total en la rendición de cuentas y de
resultados. Carta blanca al tlatoani en turno. Eso debe de acabar,
México está al borde del abismo y sus ciudadanos somos un lastre, no un
contrapeso.
Ni Vázquez Mota, ni López Obrador, ni Peña Nieto podrán sacar
adelante al país con un peso muerto enorme, asfixiante. O participamos o
asistiremos como convidados de piedra al desgarramiento de la Nación.