lunes, marzo 15, 2010

Tres son más que noventa y nueve

Como parte de la irrefrenable ola de violencia que azota al país, tres personas directamente vinculadas con los Estados Unidos fueron asesinadas el día de ayer.

Estrechamente relacionados con el consulado de ese país en la martirizada Ciudad Juárez, unos por ser empleados y otro por ser familiar directo de una trabajadora en esa legación, la reacción de los estadounidenses fue inmediata, encabezada por el mismísimo Barack Obama. En consecuencia, el titular del poder Ejecutivo en México respondió con una celeridad ... desacostumbrada, por decir lo menos. Rayando en el servilismo y la abyección, en cuestión de minutos calderón (con minúsculas) rompió el silencio en el que se ha mantenido, como línea de gobierno, respecto a las víctimas de la violencia, institucionalizada o solapada, durante su sexenio.

A fuerza de superficialidad, sus dichos dejan de importar; a golpes de incumplimientos, el mensaje está desvirtuado completamente, por lo que la forma es lo que puede rescatarse de entre las cenizas de la actual presidencia mexicana.

Lerdo fue para pronunciarse acerca de las 49 muertes que arrojó el crimen por negligencia de la Guardería ABC; igualmente taimado fue para referirse a los 15 jóvenes asesinados en Villas de Salvárcar, en la misma Ciudad Juárez, y cuando lo hizo fue con tan poco tino que injurió a los caídos y vejó a los deudos, por lo que tuvo que recular tardía e insuficientemente; nada ha dicho hasta el momento acerca de los 45 ejecutados en el estado de Guerrero en apenas 48 horas, casi un muerto por hora. Tomo estos tres ejemplos emblemáticos como pendones que ilustran la forma en que un individuo mide con dos raseros el valor de la vida humana; que muestran la doble moral que tiene el gobierno de calderón; que evidencian el desprecio por la vida de connacionales. Pero no hay que olvidar a los tres estudiantes del Colegio de Bachilleres ejecutados en Tijuana hace unos meses; ni a los otros jóvenes asesinados en Torreón el mismo día de los sucesos de Salvárcar; ni a los periodistas, defensores de derechos humanos, activistas, conservacionistas y ciudadanos de a pie caídos, desaparecidos o intimidados por ambos bandos a lo largo y lo ancho del país durante este inenarrable y terrorífico régimen calderonista.

¿Qué tienen esos tres fallecidos para acicatear la respuesta, trillada y manida, del actual ocupante de la silla presidencial? ¿Qué les falta a esos 99 muertos para que el insignificante michoacano se interese por ellos? ¿Qué hace diferentes, más allá de lo obvio, a unos cuantos para ser tomados en cuenta mientras que decenas más son ignorados?

Ni siquiera la alegada piedad cristiana que calderón presume profesar alcanza para desfacer los entuertos en que se halla atrapado el gobierno mexicano, del que por muy poco se escapa el Estado, y actuar diligentemente en la procuración de justicia.

Pero como lo he expresado en este mismo espacio en innumerables ocasiones, la responsabilidad del desastre michoacano es solamente nuestra. Con una carrera política mediana, siendo generoso; una experiencia en la administración pública apenas suficiente, también otorgando más de lo merecido; una campaña presidencial que hacía agua por todos lados; una personalidad gris y desabrida; los mexicanos "decidimos" llevar al "chaparrito, pelón, de lentes" (de acuerdo a la definición e identificación que de Calderón hizo en esos tiempos Manuel Espino) a la presidencia, o por lo menos toleramos que llegara. Ni modo de pedirle peras de gobernabilidad, productividad, conducción, liderazgo y proyecto nacional a un olmo enclenque.

¿Qué podemos, debemos de hacer los ciudadanos? Actuar, participar. No quedarnos estacionados en la denuncia y la vigilancia, en la crítica de café, en el despecho amargo. ¿Por dónde empezar? Por exigir a sus diputados y senadores que sean realmente caja de resonancia, vía de representación, de sus intereses. Para ponerse en contacto con sus legisladores, aquí están los datos de todos los diputados. En caso de que no atiendan, en esta liga puede hacerse la denuncia. Para localizar a sus senadores, lo pueden hacer aquí. Escríbanles, llámenles por teléfono, visítenlos. Si desean integrarse a alguna iniciativa ciudadana, ésta es una buena opción.

Actuemos, antes de que sea demasiado tarde.

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